La morcilla es uno de los embutidos más típicos de España. Y de los preferidos por muchas personas, ya sea en su variante de arroz, más típica de zonas como Burgos, entre otras, o la de cebolla, que quizás reina más en el sur de España. Además, no solo se puede comer tal cual, sino que es toda una delicia cuando se hace a la brasa en la barbacoa, o se fríe, incluso se podría usar para croquetas o como relleno de pimientos.
Si has intentado freír morcilla y se ha roto en pedazos, aquí tienes las claves para que no suceda eso, y algunos otros consejos y consideraciones sobre este producto. ¡Y así podrás «irte a freír morcilla»! (pero en el buen sentido)
1Origen de la morcilla
La morcilla no es patrimonio exclusivo de España, sino que se hace en otros muchos países europeos y también en América del Sur. Este embutido hecho a partir de sangre animal cocida, generalmente de cerdo, tiene su origen en la antigua Grecia. Ya aparece en relatos de la Odisea de Homero.
Esa receta era una mezcla de sangre, grasa y embutida en una piel de cabra. Con el tiempo, se ha ido modificando la receta hasta llegar a nuestros días. En el caso de España, la primera descripción de la que se tiene constancia es de Rupert de Nola, de 1525.