O entran la nuclear y el gas en el documento de la taxonomía verde europea o se amplían los plazos de la transición energética. No hay otra solución. Con la coyuntura actual la Unión Europea se ha dado cuenta de que sus sueños renovables van a un ritmo menor del anhelado y ha decidido cambiar las reglas a mitad de carrera. El amaño es entendible, y lo es por la tozudez de la propia realidad, aunque algunos, como el Gobierno de España, sigan apostando a un caballo, que con las nuevas reglas se sabe que no va a poder ganar esta carrera.
Ya no se habla de que si es aconsejable o no. Las voces autorizadas de la Unión Europea ya lo dicen abiertamente y con afirmaciones rotundas. El último en dar la cara a favor de la energía nuclear ha sido el comisario europeo del Mercado Interior, Thierry Breton, quien ha dejado bien claro que sin la nuclear no se podrán cumplir los objetivos.
Es más, el político francés ha dado cifras, y estas son muy elevadas. Estima que se deberán invertir 500.000 millones de euros en nuevos reactores atómicos de aquí a mediados de este siglo.
12 DE ENERO, PRIMER DÍA CLAVE
Mañana es un día clave en el futuro energético de los 27, y en el futuro de la crisis energética que estamos sufriendo, ya que la Unión Europea dispone que el Grupo de Expertos de los Estados Miembro sobre Financiación Sostenible y la Plataforma sobre Financiación Sostenible deben ser consultados sobre todos los actos delegados que afecten a la reglamentación de la taxonomía verde, dada su condición de expertos prevista en la propia reglamentación.
La UE debe ser flexible para posibilitar sus objetivos sostenibles y a la vez disponer de energía barata sin ahogar a sus ciudadanos y al tejido empresarial
Según los plazos, tienen hasta el 12 de enero, para proporcionar sus contribuciones, que posteriormente serán analizadas por la Comisión, quien formalmente adoptará el Acto Delegado Complementario antes de que acabe el presente mes de enero. A partir de entonces, lo enviará a los colegisladores para su examen y consideración (entre cuatro y seis meses de estudio).
La división es manifiesta e incluso algunos países han amenazado con acudir a los tribunales. Es el caso de Austria, que está radicalmente en contra de la energía nuclear. También parece estarlo el nuevo gobierno de coalición alemán, aunque los alemanes suelen ser más comedidos a la hora de valorar las propuestas, ya que ellos quieren meter el gas en el documento de taxonomía verde europeo, y saben que para conseguirlo tendrán que ceder.
Y ahí está la cuestión, en cuanto van a ser capaces de ceder los 27 para alcanzar el bien común, no el bien particular. ¿Demostrarán está vez que de lo que se trata es de la Unión Europea y no de un grupo de países que van a lo suyo? Tiempo al tiempo.
LA ENERGÍA QUE SUSTENTA LA PRODUCCIÓN ELÉCTRICA
Hablar tan ligeramente de la energía nuclear como lo hacen sus detractores es dar la espalda a la realidad. Según informa el Foro Nuclear, en la actualidad la Unión Europea dispone de 104 reactores nucleares en operación en 13 de los 27 países. Estos reactores producen más de la mitad de la electricidad consumida en el conjunto de la Unión y cerca del 50% de la generada sin emisiones de CO2.
Otros cuatro reactores de similares características se encuentran en construcción en distintos países. Pero además, los analistas avanzan que en los próximos 30 años la UE duplicará su necesidad de generación eléctrica, debido a sus propios intereses por la electrificación de la movilidad.
¿Cómo pretenden entonces algunos países (entre ellos España) dar la espalda a esta energía? Pues simplemente sin querer despertar a la cruda realidad. Gobiernos como el de España, o el austriaco o el de Bélgica siguen enrocados y soñando con unas energías renovables que sustituyan a la energía nuclear, haciendo caso omiso a todos los indicadores y no queriendo reconocer que en la actualidad no hay energía de respaldo tan eficaz y poco contaminante como la nuclear.
La Comisión Europea entiende que tanto la energía nuclear como la del ciclo combinado de gas son «irremplazables» a corto plazo y son un pilar fundamental para la transición ecológica hacia la que se dirige inexorablemente la Unión Europea.
APUESTA SIN PALIATIVOS DE HOLANDA
El gobierno holandés acaba de estrenar una nueva coalición que une a cuatro partidos políticos diferentes. Este nuevo gobierno ha hecho público un documento en el que indica que los Países Bajos quieren ser «líderes europeos en la lucha contra el calentamiento global» y han establecido una meta de neutralidad climática con vistas al horizonte de 2050. Su objetivo es reducir las emisiones de CO2 al 60% para 2030. El acuerdo incluye una serie de políticas energéticas y climáticas entre las que destaca poderosamente la construcción de dos nuevos reactores nucleares.
No es que el gobierno holandés sea más listo que el de Austria, Bélgica o España, no. Tan solo es que es plenamente consciente de que para conseguir el objetivo de neutralidad climática tiene que apoyarse en la energía nuclear, tal y como recomendó hace meses la ONU.
El documento de la nueva coalición indica que la energía nuclear puede complementar la generación energética de las fuentes renovables, lo cual facilitará que los Países Bajos dependan menos de las importaciones de gas (algo que a España también le vendría de perlas). También indica que la central nuclear de Borssele mantendrá su operación a largo plazo siempre y cuando se sigan garantizando las condiciones de seguridad. Este Gobierno, según este documento, también trabajará para facilitar la puesta en marcha de dos nuevas centrales nucleares en el país.
LA CLAVE ESTÁ EN LA FLEXIBILIDAD
La energía nuclear y el gas pretenden ser clasificadas en la segunda categoría de la taxonomía verde, es decir, entre las que son bajas en emisiones de carbono y para las que de momento no hay una alternativa disponible. Y esto último tiene una especial relevancia, ya que la realidad así lo indica. Tras muchos años de investigación y de mejoras sustanciales de las energías renovables, sigue sin haber, de momento, una alternativa disponible que ofrezca a los países lo que ofrece la energía nuclear.
Pero la clave es la flexibilidad. La UE debe ser lo suficientemente flexible como para, dentro de unos márgenes razonables, posibilitar a los países que la componen, el alcanzar sus objetivos sostenibles y a la vez disponer de una energía barata y que les permita ser competitivos, sin ahogar a sus ciudadanos y al tejido empresarial con costes energéticos como los sufridos en 2021.
Si la nuclear entra en el documento de taxonomía verde europeo, llegarán las inversiones públicas y privadas, fundamentales, ya que la energía nuclear tiene unos costes de inversión elevadísimos, pero sin embargo sus costes de funcionamiento son muy bajos. Si la inversión se puede rentabilizar en un tiempo mayor que el previsto en la actualidad, será una inversión con atractivo para aquellos que mueven el dinero.