Reducir, reutilizar, reciclar: La economía circular “salta” del contenedor a la industria

Cada vez que agotamos las posibilidades de uso de un objeto, dándole una segunda vida, reparándolo, o, simplemente, reciclándolo, promovemos la economía circular. De forma intuitiva, contribuimos a la gestión responsable de los recursos y la reducción de residuos. En realidad, el gran salto de la economía lineal -comprar, usar y tirar- a la economía circular -reducir, reutilizar y reciclar- parte de pequeños gestos cotidianos, pero implica una transformación que involucra a toda una cadena industrial -desde la separación y la logística hasta la transformación basada en el desarrollo de tecnología asegurando las capacidades y la competitividad necesaria-. 

El horizonte 2030 está próximo y urge encontrar soluciones para una gestión eficiente que ayude en la lucha contra el cambio climático. A día de hoy, el 60% de la población habita en ciudades que ocupan el 2% del espacio, pero consumen dos tercios de los recursos. Si persiste el actual ritmo de crecimiento y consumo, el 70% de la humanidad vivirá en las ciudades en 2050 y se necesitarán tres planetas para poder abastecer de recursos a la humanidad. Sirva como dato que en 2020 España ya había consumido todos sus recursos del año el día 27 de mayo.

La buena noticia es que prácticamente todos los residuos tienen valor y son susceptibles de un aprovechamiento posterior a su función inicial: plásticos, aceite de cocina usado, neumáticos, papeles, restos orgánicos de comida, vidrio, residuos industriales… Por ejemplo, “en Europa no tenemos petróleo, pero tenemos un montón de residuos, y el uso de estos residuos para generar combustibles y materiales es una manera fantástica de revalorizarlos y, al mismo tiempo, contribuir a mejorar el medioambiente”, explica Adriana Orejas, directora de Transformación Industrial y Deep Tech de Repsol Technology Lab.

El compromiso individual es clave para el éxito de los procesos colectivos. Nuestras decisiones diarias deciden el volumen de basuras y desechos que generamos y qué cantidad se convertirá en materia prima de nuevos procesos y, por lo tanto, tendrá una nueva vida.

De alguna manera, la economía circular nos devuelve a nuestra esencia, a esa economía familiar de toda la vida, en la que estaba mal visto el derroche sin sentido. Desde los tiempos de nuestras abuelas la ropa infantil se heredaba entre hermanos y primos cuando se quedaba pequeña. Además, las sobras de comida se aprovechaban gracias a ingeniosas recetas, las grandes latas de conserva se usaban como macetas una vez vacías, se utilizaban bolsas de tela y carros para la compra evitando envases y envoltorios innecesarios, por citar sólo algunas prácticas.

Trasladar aquellos usos y costumbres a nuestros días es sencillo. Las fórmulas son variadas: usar el transporte público o compartido en detrimento del privado; separar y depositar los residuos diarios en los diferentes contendores; fomentar los formatos digitales y hacer un uso consciente de estos, son sólo algunas recomendaciones que nos acercan a este objetivo.

Pero el cambio de paradigma no se centrará exclusivamente en nuestra forma de consumir, igual de importante va a ser la transición hacia modelos de producción más sostenibles. “Tenemos que ver de qué manera conseguimos reutilizar las cosas, porque esa es la mejor manera de evitar el daño medioambiental que provoca su envío a vertederos y, además, permite eludir las emisiones que generas a partir de las nuevas producciones. La economía circular e ir hacia un mundo de cero residuos tiene que ser el leitmotiv que tengamos en la industria”, señala Orejas.

De momento, la evolución pasa por alargar la vida útil de los productos, así como diseñarlos para que se puedan recuperar sus componentes en el futuro y reintroducirlos en el proceso productivo, según los principios del ecodiseño. Además, introducir la economía circular en todo el proceso de producción implica también apostar por la innovación para mejorar la eficiencia y promover el uso de energías renovables y materias primas alternativas procedentes de estos residuos.

“Si queremos ser neutros [en emisiones de CO2] como país, como sociedad, tenemos que abrir todas las vías tecnológicas posibles, no optar solo por una. Necesitamos renovables, necesitamos muchísimas renovables, pero también necesitamos procesos industriales descarbonizados. Es necesario un nuevo enfoque que aproveche los residuos y los introduzca transformados de nuevo en la industria mediante nuevas tecnologías”, asegura el director Corporativo de Tecnología y Corporate Venturing de Repsol, Jaime Martín Juez.

TECNOLOGÍAS QUE DAN OTRA VIDA A LOS RESIDUOS

La tecnología es artífice de la transformación de los residuos de hoy en nuevos productos, si bien todo comienza con la correcta separación y gestión de estos. El proceso parte de lo individual, a lo colectivo; trasciende de lo particular, a lo general; y se propaga a través de una industria comprometida, adaptada a modelos más eficientes y que busca satisfacer las necesidades del consumidor del futuro.

En este sentido, por ejemplo, “los biocombustibles avanzados, fabricados a partir de residuos biológicos, van a ser imprescindibles en la movilidad”, tanto es así que, “servirán como alternativa para el transporte por carretera de largo recorrido, harán posible situar pequeñas plantas de transformación de biomasa en combustible cerca de donde se genere esta biomasa, conectando el sector primario y el sector terciario. Existen grandes oportunidades, todo depende del coste de transformación, de la eficiencia del proceso y del uso que queramos darle a esos combustibles”, asegura Martín Juez.

Reducir las emisiones en todos los ámbitos de actividad es un reto ambicioso, pero el abanico de posibilidades para hacerlo, sobre todo con el apoyo de las aplicaciones tecnológicas adecuadas en los procesos de transformación, es enorme. “Para fabricarlos se pueden usar residuos urbanos orgánicos, como pueden ser restos de basura, residuos agrícolas …todo lo que se tira habitualmente en el contenedor orgánico. Y otros restos como plásticos, textil, cartón… todo ese tipo de residuos. Somos capaces, mediante procesos de transformación, de generar nuevos productos que podemos volver a utilizar tanto para sus aplicaciones originales como para nuevas aplicaciones, invirtiendo algo en su reciclado, pero evitando mucho en lo que supone desecharlos en vertederos”, describe la experta de Repsol.

Aplicado a la empresa, el modelo de economía circular es rentable y provechoso por las oportunidades que genera. De hecho, la UE calcula que la economía circular impulsada por la revolución tecnológica llevará a Europa a un crecimiento anual hacia 2030 del orden de 0,5% del PIB y del 0,3% en la ocupación, generando cerca de 700.000 empleos. En definitiva, una perspectiva alentadora, aunque queda mucho trabajo por delante para desterrar el famoso “usar y tirar” de nuestras vidas. El reto es transformar el paradigma, un cambio del que ciudadanos e industria va a ser protagonistas.

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