El duro viaje de Cabify: sin fuelle financiero y acosada por la competencia

Cabify tiene un duro camino. A lo largo del último año y medio la compañía se ha salvado gracias a la paciencia de sus inversores y las ayudas públicas. Por un lado, su socio capital, Rakuten, ha renunciado a recibir los pagos estipulados. Una postura que han seguido otros acreedores. Por otro lado, la compañía salvó los meses de movilidad reducida mediante los expedientes temporales de empleo. Pero ya no queda margen. Ahora, la firma que dirige Juan de Antonio debe enfrentarse a una realidad excesivamente compleja a medida que se recupera la normalidad.

Pero esa vuelta a la normalidad no será nada fácil para Cabify. Al menos, será bastante más difícil que para el resto de sus competidores. Y es que no solo ya están aquí todos los malos augurios del sector, sino que en el caso de la firma española son todavía más severos. Unos problemas más acentuados en el caso del afamado primer ‘unicornio’ español debido a que solo se ha dedicado durante años a replicar las ideas de otros, principalmente de Uber, lo que siempre le deja en una posición de desventaja.

Para entender en que punto está la firma de movilidad española hay que retroceder hasta la década de 1930. En aquel entonces, la llamada ‘Gran Depresión’ hacía trizas la economía de Estados Unidos y, entre otras cosas, se llevó por delante a toda la industria del taxi. Al menos, a las grande empresas del sector que se fueron evaporando con el paso de los años. Pero la razón no reside, principalmente, en la caída de la demanda, como podría esperarse, sino en el aumento desmedido de la oferta. Así, miles de trabajadores desempleados entraron en el negocio hundiendo los precios.

LA MOVILIDAD COMO COMMODITY

Mark Twain solía decir que la historia no se repite, pero rima. Y la situación actual parece recordar a aquellos días. Así, la oferta en el el sector de la movilidad está creciendo considerablemente a medida que se han ido levantando las restricciones. Aunque está vez no se esta produciendo por la llegada masiva de trabajadores desempleados por su cuenta, sino por la entrada de nuevos competidores bien organizados, junto a mayores inversiones de los que ya están.

La innovación juega un papel esencial; y alguien parece haberse quedado sin ella

El sector de la movilidad se concebía hace años como un ente idealizado. La palabra Uber casi se convirtió en un verbo para expresar movimiento e incluso su nombre, también el de Cabify, sirven de sinónimos al mismo hecho de viajar por la ciudad. Ese poder de marca se esperaba que tuviera un efecto red, esto es una ventaja competitiva con la que el valor de un servicio se incrementa a medida que más clientes lo usan. Pero la realidad está siendo distinta. En la actualidad, el servicio de Uber, Cabify o incluso el propio taxi, que ha sabido evolucionar tecnológicamente, son prácticamente idénticos.

En otras palabras, el sector se está volviendo una commodity en el que lo realmente importante es solo el precio, no quien da el servicio. Y esa característica irá a peor con el paso de los meses. De hecho, el pasado mes de julio entró a operar en España la firma estonia Bolt con descuentos muy agresivos que iban del 50% menos en comisiones hasta rebajas del 70% en el precio final de los consumidores. Uber, por su parte, tiene la intención de seguir creciendo en España con fuerza.

UBER Y BOLT, DOS GIGANTES CON PULMÓN FINANCIERO

De hecho, el consejero delegado de Uber, Dara Khosrowshahi, explicaba recientemente en una conferencia organizada por Goldman Sachs que España «es un área de crecimiento», que se trata de un mercado “muy grande” que  si ahora es vital para la firma, puede volverse «mucho más importante». Para alcanzar ese reto Khosrowshahi señalaba que la intención es «seguir invirtiendo» en el negocio español. La firma estadounidense tiene una cotización de casi 100.000 millones de dólares. Bolt, por su parte, levantó una ronda de financiación por 600 millones para su expansión, lo que la sitúa en una valoración de 4.000 millones.

Mientras, Cabify no solo no ha logrado cerrar ninguna ronda de financiación últimamente, pese a los intentos, sino que además tuvo que vender 800 vehículos para ganar oxígeno. Con ese pulmón financiero tan exiguo es muy difícil poder competir a base de descuentos y ofertas contra dos gigantes. ¿Eso significa que está todo perdido? Obviamente no, las empresas pequeñas también pueden competir contra las grandes y proliferar. Aunque para ello tienen que cumplir con un requisito esencial: saber diferenciarse o dicho de otra manera, que su servicio no se convierta en una commodity. Y eso mismo es lo que realmente aprisiona a de Antonio.

CABIFY ANTE UN MOMENTO DE INFLEXIÓN

No es para menos. Y es que desde prácticamente su concepción, Cabify se ha fijado mucho en Uber. Empecemos por el concepto mismo de compañía. El gigante estadounidense siempre se ha visto como «algo más que una empresa de taxis». El propio De Antonio también le gusta utilizar esos conceptos etéreos: «Queríamos que las ciudades fueran más para las personas y no tanto para los vehículos», suele repetir. Como si su negocio fuese construir calles peatonales y no un servicio rodado. La española también ha calcado el gusto de la estadounidense por residir en países de baja fiscalidad.

Aunque lo peor viene después: cada movimiento de Uber ha sido reproducido por Cabify. Así, la española ha ido entrando en nuevos conceptos de movilidad como los patinetes o las motocicletas años más tarde que su competidor, lo que obviamente no le diferencia. También lo ha intentado con los restaurantes, al menos durante la pandemia, pero chocaba frontalmente con globo. Aunque la ventaja ahí la tiene Uber y podría explotarla más agresivamente en el futuro. Ahora, recientemente ha lanzado un formato de venta por subscripción, otra vieja fórmula predicha por analistas que la firma estadounidense lleva tiempo explotando.

En definitiva, la viabilidad futura de Cabify está más en el aire que nunca a medida que los competidores más grandes la acorralan económicamente. Sin diferenciación se verá obligada a competir en precio y ahí lo tiene muy difícil frente a rivales más grandes. Al final, a la firma le ha bastado con ser una copia de Uber a la española, pero incluso ni eso le servirá en los próximos años a medida que no pueda seguir calcando el camino de la estadounidense. A medida que los márgenes se estrechen veremos cuán de disruptora era Cabify en realidad.

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2