En los recientes Juegos Olímpicos hemos visto como muchos de los deportistas hacían alegatos en favor de grupos sociales desfavorecidos. Por ejemplo, la atleta norteamericana Raven Saunders hizo con sus brazos una X, un gesto con el que quería simbolizar “la intersección en la que todas las personas oprimidas de esta sociedad se encuentran».
Igualmente, la española Ana Peleteiro, fue clara en sus declaraciones ante la prensa tras ganar su medalla: “No somos de color. Somos negros. De color son ellos, que cambian de color más que el sol». Estas declaraciones han contado con defensores y detractores. Pero revelan algo que siempre ha estado sobrevolando a este ámbito: la conciencia de clase aplicada al deporte.
Sin embargo, la Carta Olímpica prohíbe cualquier manifestación o propaganda política, religiosa o racial hecha en cualquier «emplazamiento, instalación u otro lugar que se considere parte de los emplazamientos olímpicos», con el objetivo de preservar «la neutralidad del deporte». Este artículo no se aplica a las ruedas de prensa, sino solamente a espacios propiamente deportivos.
DEPORTE Y CLASE SOCIAL
Pero, ¿cómo se relacionan los deportes y las clases sociales? Por supuesto lo primero es definir la clase social. Se trata de una forma de estratificación social, en la que se divide a los individuos según compartan características comunes, o bien sociales o económicas. Es decir, alguien que nazca y crezca en un barrio de clase baja tendrá más probabilidades de que su grupo cercano sea de este barrio que de uno de clase alta.
Por ejemplo, el fútbol. Para jugar al deporte más famoso del mundo basta con una pelota y un par de piedras señalando la portería. No requiere de una gran inversión y además es accesible a todo el mundo. En cuanto al deporte profesional, los equipos suelen aglutinar a seguidores de la misma clase social, que encuentran un nexo común en el equipo. Por ello, no es de extrañar que mayoritariamente los seguidores sean de la misma ciudad del equipo, lo que refuerza su conexión.
El reciente campeón de escalada español, Alberto Ginés, es una prueba de que las oportunidades no son iguales para todos. El escalador, de 18 años, tuvo que irse de su casa familiar en Extremadura a los 15 años debido a que le era imposible dedicarse profesionalmente a este deporte ya que no tenía ninguna infraestructura cercana. Así, recaló en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de San Cugat, donde ha conseguido enfocarse y entrenar hasta llegar a ser olímpico.
En el lado contrario, tenemos deportes como la hípica, que implican un desembolso mayor. Dentro de esta, la doma clásica y el salto de obstáculos son los dos más populares, y su trascendencia va más allá de los Juegos Olímpicos. Igualmente, se trata de una industria que genera más de 300 mil millones de euros.
Algunos deportes requieren de un alto nivel económico para hacer frente a los gastos
Además, para este tipo de deportes es necesario un equipamiento. Para la vela hace falta un barco, así como un lugar apropiado, preferiblemente el mar, ya que si no es difícil entrenar y practicar para llegar a las olimpiadas. Para la hípica se necesita un caballo, incluso a veces dos, que necesitan un mantenimiento y unas instalaciones adecuadas, lo que conlleva un alto nivel económico que haga frente a estos cargos. Es decir, son deportes que están restringidos a niveles adquisitivos bajos.
Como prueba de ello, los principales nombres que sobrevuelan el mundo de la hípica siempre han estado ligados a las clases altas. Uno de ellos es Beatriz Ferrer-Salat, hija de Carlos Ferrer Salat, que fue presidente del Comité Olímpico Español (COE) y fundador de la CEOE. Beatriz Ferrer-Salat acaba de competir en Tokio, en la que es su quinta cita olímpica, donde acabó decimoséptima.
EFECTO DECATHLON
La llegada del gigante en la venta de material deportivo supuso un antes y un después en la práctica de ciertos deportes. O, como ellos lo llaman, la “democratización del deporte”. Sus bajos precios permitieron que mucha gente se aficionara a deportes que antes no habían practicado, o no habían tenido posibilidad de practicar.
Pero no ha afectado a todos los deportes, ya que algunos siguen siendo difícilmente accesibles. Además, la popularidad que han ganado algunos deportes en los Juegos Olímpicos provocarán un efecto llamada. Uno de estos puede ser la escalada, que gracias al hecho de conseguir el oro contará con algunos adeptos.
El hecho es que algunos deportes tendrán su entrada limitada en el plano económico, ya que además es difícil entrenar y vivir del deporte sin patrocinadores que aporten esta vía económica. Pero la mayoría de deportes seguirán siendo accesibles a la mayoría de personas y, aunque no puedan dedicarse profesionalmente a ellos, sí que tendrán un ‘hobbie’ para practicar en sus ratos libres.