“’Let’s not fool ourselves’”. La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha elegido esta semana una de las biblias del periodismo económico para confesar todos los males que asolan al entramado energético español. Y su reflexión final, “no nos engañemos”, es el mejor resumen. Los datos son simples, el diagnóstico sencillo; pero la escalada de precios en el mercado mayorista de la luz nadie sabe cómo abordarlo. Al menos a corto plazo.
La ministra Ribera ha salido muy bien parada de la entrevista para Financial Times (FT). Principalmente, porque parece que todo lo relacionado con el recibo de la luz escapa a sus manos. Incluso, para no acusar a las compañías energéticas, también desliza la idea de que no es su responsabilidad. Cabe recordar que desde hace meses el precio de la electricidad en el mercado mayorista (pool), que posteriormente repercute en la factura doméstica, está marcando máximos históricos.
Bajo este escenario, la responsable para la Transición Ecológica muestra su preocupación ante la reducción de emisiones, debido a los bandazos que existen en el mercado eléctrico. De este modo, y por lo que pueda pasar, deja fijada su agenda: lo principal es reducir la huella de carbono. ¿Cueste lo que cueste?, ¿y a quien le cueste?
Aunque una de las grandes confesiones que realiza la ministra a los redactores de FT tiene que ver con la antigüedad del mercado marginalista de la luz. Ese que premia a la tecnología más cara del pool para beneficiar los costes de las más baratas, pero más costosas de desarrollar. Caso de las energías renovables.
El problema energético español parece que no es por culpa de nadie
De igual modo, en ese confesionario improvisado que ha sido el Financial Times, aunque muchas cosas llevan semanas asomando por los pasillos de su ministerio, es que este sistema favorece a mercados como el alemán y el polaco, muy dependientes del carbón y que, efectivamente -referido a los anterior-, les viene bien para ejecutar su transición energética. Una situación, y aquí puede sacar pecho por las empresas españolas, que ya se ha solventado en nuestro país con el cierre temprano de las centrales térmicas de carbón.
TODOS LOS PROBLEMAS VIENEN DE FUERA
¿Los problemas con el mercado de emisiones de CO2? De fuera. ¿El problema de las interconexiones? De fuera. En este sentido, la ministra Ribera lanza el balón al tejado europeo. Para la revisión del sistema marginalista; el mercado de emisiones; la mejora en las interconexiones… Todo se expone en clave exterior, pero el problema de los precios lo asumirán los consumidores en tragedia interior.
Bien es cierto que el Gobierno intenta poner parches. El IVA se ha rebajado al 10%, indexado a una reducción de los precios mayoristas -que no llegará-; y ya se trabaja en la supresión del impuesto a la generación de energía. Movimientos que impactan en el recibo de la luz, o al menos mitigan los zarpazos que están por venir, pero que no resuelven nada de cara a 2022 o 2023, donde las estimaciones de precios siguen en umbrales superiores a los 50 MWh en el mercado mayorista.
“Queremos mucha inversión, queremos rentabilidad para los inversores, pero hay que estar atentos para que esto no acabe yendo en contra del proceso de transformación, y que los consumidores paguen el precio”. Así se concluye la entrevista con Teresa Ribera. Es su pequeño recordatorio a las empresas. En este sentido no se puede reprochar demasiado a la ministra. En las últimas semanas ha sido muy tajante en este aspecto. Asume, o al menos desliza, que las compañías energéticas podrían hacer algo más. Tampoco explica cómo, pero sí recalca que los beneficios de unos no pueden salir del bolsillo exprimido de otros. Y no se trata solo de mercado residencial; la factura eléctrica duele en los bolsillos de empresas, industrias y actores del sector servicios que ven sus rentabilidades menguadas por el alza de los costes de producción que implican gasto eléctrico. No sabemos en qué habrá terminado la confesión.