El pasado 20 de mayo, el Sr. Sánchez presentó el plan España 2050 para, según sus propias palabras, «decidir qué país queremos ser dentro de 30 años».
El presidente del país que peor ha gestionado la pandemia, tanto a nivel sanitario como económico, comenzó su intervención retrotrayéndose a las primeras elecciones democráticas y refiriéndose a la visión y sueños compartidos por los españoles en la Transición, en un vano intento de trazar un inexistente paralelismo entre su figura y liderazgo y el de Adolfo Suárez.
También afirmó el presidente, sin ninguna señal de vergüenza o sonrojo en su rostro, que «precisamente porque nos preocupa nuestro tiempo (…), precisamente por ello nos preocupa y nos ocupa la España de 2050» y que «a nosotros nos ocupa actuar en el presente» y no se cansó de repetir que el plan España 2050 es un proyecto de Estado, que no de Gobierno, y la herramienta para alcanzar la «visión compartida de una nueva España».
Mientras, la España de 2021, observaba como el reino de Marruecos azuzaba a 8.000 personas a entrar ilegalmente en nuestro país mientras nuestro Gobierno negaba la realidad hablando de crisis migratoria y conocía que la deuda pública española superaba el 125% del PIB, el porcentaje más alto en 140 años; que el Gobierno incrementaba en 1.500 millones de euros el sablazo fiscal a los españoles con nuevos impuestos; que millones de empresas y autónomos seguían sin recibir las ayudas prometidas por Sánchez y que el ya presidente de la Generalitat fijaba como objetivos de su mandato la amnistía de los presos y la independencia.
Mientras, en la España de 2021, 6 millones de personas quieren trabajar y no pueden; 2 millones acuden cada día a las colas del hambre y los ayuntamientos tienen que atender las crecientes necesidades de los vecinos sin ninguna ayuda del gobierno.
Por todo ello, Sr. Presidente, con todo el respeto que me merece su cargo que no su palabra, permítame decirle que la comparación entre usted y Adolfo Suárez es obscena porque el presidente Suárez nunca hubiese formado parte de una mesa de diálogo con aquellos que ponen en cuestión la unidad española y nuestra Carta Magna.
Sr. Presidente, con todo el respeto que me merece su cargo que no su palabra, permítame decirle que no puede hablar de proyecto de estado cuando ha tratado de controlar nuestra justicia, pilar fundamental del estado de derecho, y está dispuesto a indultar a aquellos que violentaron nuestra ley de leyes.
Y respecto al plan España 2050, Sr. Presidente, simplemente decirle, emulando al ingenioso hidalgo manchego que inmortalizó Cervantes, qué largo nos lo fiais.
Este tópico literario, que hace referencia a que las promesas y proyectos a largo plazo suelen olvidarse con facilidad, le encaja a usted, Sr. Sánchez, y a su plan como anillo al dedo ya que si ni siquiera es capaz de solucionar y dar respuesta a los problemas actuales que tiene nuestro país ¿cómo podemos creer que será capaz de dar respuesta a los retos y desafíos que nuestro país deberás afrontar en los próximos años y décadas? Ya le respondo yo, no podemos creerle.
No podemos creerle porque su plan es la nada con sifón, un texto «buenista» y resiliente cuyas únicas propuestas concretas se reducen a subir impuestos, ampliar la edad de jubilación y promover los planes de pensiones privados.
Y sobre todo, no podemos creerle Sr. Sánchez porque desde que accedió al cargo de presidente no ha hecho más que romper todas y cada una de las promesas que realizó a los españoles.
(*) Antonio González Terol, vicesecretario general del PP