Los accionistas de Intel frenan la mejora salarial de sus directivos y lanzan un mensaje

Intel ha lanzado un poderoso aviso a todos los directivos del mundo. Bueno, más bien sus accionistas. Así, los verdaderos propietarios de la compañía, esto es todos aquellos inversores con acciones de la firma en propiedad, votaron en contra de la remuneración propuesta para el equipo ejecutivo al entender que los altos pagos que se habían asignado no se correspondían con la (mala) evolución de la compañía. Un antecedente que podría ser más importante de lo que parece, en mitad de una vieja polémica que está más mediatizada que nunca.

La pandemia ha impulsado un viejo debate acerca de la alta retribución que perciben los directivos de la compañía. Así, el desplome del negocio de una parte muy importante de las empresas de todo el mundo no se ha traducido una caída significativa de las retribuciones de sus ejecutivos. Aunque sí ha tenido repercusión sobre cientos de miles de puestos de trabajo destruidos en esas mismas firmas. Un ejemplo cercano ha sido el de BBVA. La entidad vasca incrementó los salarios millonarios para sus ejecutivos al mismo tiempo, prácticamente, que anunciaba que tenía la intención de cercenar casi 4.000 empleos en España.

Una polémica que ha acrecentado el Gobierno de Pedro Sánchez, tras ver como Caixabank seguía los pasos de BBVA. El teatro de ejecutivo llevó a que muchos ministros repitiesen con insistencia esa extraña relación entre sueldos millonarios y despidos y cuyo final no se atisba a ver con claridad. De hecho, el propio Estado votó en contra de los nuevos sueldos en la entidad catalana y hasta donde se sabe estaría preparando una norma para frenar este tipo de salidas masivas en empresas rentables. Pero el problema real va mucho más allá.

INTEL ACABA CON EL ‘YO SIEMPRE GANÓ’ DE LOS DIRECTIVOS

Los ejemplos en España se están viendo estos días, pero hay otros bastante más escandalosos. Así, el jefe de General Electric, Larry Culp, triplicó su salario hasta los 73 millones. Christopher Nassetta, director ejecutivo de Hilton, recibió más de 55 millones, lo que supuso un aumento salarial del 161%. Frank del Rio, el mandamás de Norwegian Cruise, duplicó también su retribución hasta los 36,4 millones pese a que la empresa de cruceros apenas puede mantenerse en pie. Las tres compañías necesitaron de ayudas, algunas estatales, para seguir operando.

La acumulación de casos como los indicados han desbordado la causa mediáticamente. Más si cabe, en un entorno de profunda crisis sanitaria y económica y con un peso mayor en la preocupación por la desigualdad. Así, se ha pasado del «mi jefe gana mucho más que yo» al «mi jefe siempre gana». La primera puede ser tolerable por muchos motivos que van desde lo que cada uno genera, la responsabilidad o el riesgo que asume. La segunda es la que ha levantado la voz de alarma. Al fin y al cabo, se ha llegado a un punto en el que si las cosas van bien los directivos ganan, porque cumplen objetivos, pero si va mal el empleado pierde, se va a la calle, y el ejecutivo sigue ganando.

Los ejecutivos respaldan su actitud porque dicen que cuentan con el apoyo de los accionistas. De hecho, en el caso de BBVA los votos positivos fueron escandalosamente altos. No ha sido así en otras firmas como en ACS. Y mucho menos en el de Intel. De hecho, la firma americana, que registró 1.600 millones de acciones en contra frente a 1.000 millones a favor, puede ser un precedente de un movimiento que ha parece más profundo y justificado que nunca. La pregunta es: ¿Tomarán nota los directivos?