La transición energética de clases: el peligro ‘verde’ de hacer ricos y pobres

La negación del cambio climático prácticamente ha dejado de formar parte del discurso de muchas personas. Es hora de la transición energética; no existen dudas. Países, empresas y ciudadanos marcan el paso. Pero se debe acelerar el proceso. El problema es que esta nueva velocidad amenaza con dejar una ‘transición verde’ con dos ritmo económicos.

En distintos ámbitos se ha constatado como una realidad que ser ‘verde’ cuesta más caro que no serlo. Un ejemplo claro tiene que ver con la movilidad, los precios de los vehículos eléctricos y su difícil acceso (pese a las ayudas).

Sobre estas cuestiones, la economista política de Aberdeen Standard Investments, Stephanie Kelly, tiene una visión muy clara. “Es innegable que abordar el cambio climático significa cambiar la dependencia de los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables. Las implicaciones para la economía mundial son enormes. Supone el fin de la producción de combustibles fósiles. Y habrá que introducir profundos cambios en las cadenas de suministro de muchos sectores, sobre todo en la fabricación y el transporte. El mundo también tendrá que crear nuevas redes de producción y distribución de energía verde”.

A nivel laboral, destaca la economista, “esta transición energética traerá consigo importantes oportunidades de empleo en la investigación, extracción y distribución de energías renovables y en la adaptación de las empresas. Pero el cambio global a los combustibles limpios también significará el cierre de plantas de extracción de energía en torno a las cuales se construyen comunidades y economías enteras. Las consecuencias de este cambio para las comunidades podrían ser profundamente perjudiciales si no se gestionan de forma adecuada”.

En sentido crítico, señala que “las políticas bien intencionadas y significativas para fomentar la transición verde corren el riesgo de golpear más duramente a los hogares más pobres. Por ejemplo, es probable que la retirada de las subvenciones a los combustibles fósiles por parte de los gobiernos haga subir los precios de la vivienda y el transporte. Los hogares más ricos pueden pasarse a la energía más verde y a los coches eléctricos, gracias a los planes de incentivos gubernamentales. Sin embargo, este cambio tendrá un coste que los hogares más pobres no podrán asumir”.

UN PROBLEMA TRANSVERSAL

Esta disparidad de ingresos se aplica también a nivel nacional. Así, según Stephanie Kelly, “los mercados desarrollados se han beneficiado hasta ahora del crecimiento impulsado por los combustibles fósiles. Sin embargo, se espera que los mercados emergentes emprendan el costoso cambio a las energías renovables para cumplir con las exigencias de los mercados desarrollados. En particular, para los mercados emergentes con recursos de combustibles fósiles, esto supone un importante sacrificio de energía potencialmente lucrativa y barata para poblaciones menos acomodadas que sus homólogas de los mercados desarrollados”.

Aunque no todo es negativo. Al menos si se toman medidas a tiempo.  La economista política de Aberdeen Standard Investments señala que “los responsables políticos tienen la oportunidad de actuar a todos los niveles para mitigar las dificultades económicas y sociales de la transición energética. Además, pueden aprovechar la transición para crear oportunidades para las comunidades que la globalización ha dejado atrás y que se han visto perjudicadas por la crisis del covid”.

Raúl Masa
Raúl Masa
Ex Coordinador de redacción y redactor de empresas y economía; especializado en telecomunicaciones, tecnología y energía.