La mayoría de las personas nunca habrán oído hablar de los siguientes nombres: OC43, 229E, NL63 o HKU1. Pero son la prueba viviente de que la posibilidad de que el covid-19 siga presente en nuestras vidas, durante muchos años, sea muy elevada. Al menos, eso es lo que piensa una parte importante de la comunidad científica. Una idea que ha puesto de relieve una encuesta reciente realizada por The Nature en la que un 90% de los inmunólogos, virólogos e investigadores encuestados respondieron que el covid-19 se volverá endémico. Una afirmación que tiene pocos visos de no cumplirse. Pero para la que, sin embargo, nadie parece preparado todavía.
Aunque no son todo malas noticias. La lista de nombres anteriores corresponde a los cuatro coronavirus que conviven con los humanos en la actualidad. Su anonimato es una señal inequívoca de que no suponen un grave problema. Y no lo son pese a que un número muy elevado de personas se infectan de los mismos cuando todavía no han cumplido ni siete años. Simplemente, tras años de inmunidad adquirida somos capaces de crear anticuerpos que rápidamente los eliminan del cuerpo.
Ese es el futuro más probable también para el actual covid-19. «Creo que el SARS-CoV-2 se convertirá en un problema menos grave y algo parecido a la gripe», explica Nature Jesse Bloom, biólogo evolutivo del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle. El problema es que no se puede determinar con exactitud en qué momento ocurrirá ese escenario. Aunque lo que parece más probable es que no será pronto.
La principal razón es que no existe en la actualidad una forma realmente efectiva para inmunizar a la población global. Las vacunas han sido un avance sin precedentes, casi milagroso, que ha acercado notablemente ese futuro esperanzador, pero inocular de la noche a la mañana a 7.800 millones de personas, con doble dosis, es una quimera.
LAS PRIMERAS ZONAS COVID FREE
Las vacunas tendrán un primer efecto importante muy pronto: crear zonas covid free. Hasta ahora, lo más parecido a ese escenario en el que existe una cierta normalidad es el que han desarrollado algunas islas como Australia o Nueva Zelanda. De hecho, a muchos en occidente les sorprendió con fuerza las imágenes de estadios repletos de personas en el Open de Australia, uno de los grandes torneos de tenis del mundo.
Pero la generación de esa inmunidad en ciertos territorios debería ir más allá. En Australia pese a no existir grandes restricciones sí hay un porcentaje de incertidumbre muy elevado. Hasta el punto, de que las gradas que un día estaban repletas al siguiente ya no solo estaban, ya que el Gobierno del país había detectado una cepa que obligó a un confinamiento estricto durante una semana. Las vacunas deberían ayudar a limitar esos episodios, aunque no los borrarán por completo. El primer gran campo de pruebas de estas nuevas áreas será Israel.
Sin embargo, otros territorios seguirán necesitando de restricciones para contener el virus, mientras consiguen alcanzar una tasa de vacunación alta. Y, lo más normal, es que ese proceso se alargue durante bastante tiempo. Al fin y al cabo, fuera del mundo rico el 85% de los países todavía no han recibido ni una sola dosis. Un hecho que supone un problema adicional para aquellos países que sí están vacunados. La razón es que con el virus todavía a su libre albedrío, además en zonas con poca higiene y en muchos casos nula distancia social, las mutaciones de éste seguirán siendo una gran amenaza.
LOS DESAFÍOS QUE PROVOCAN LAS NUEVAS CEPAS
De hecho, el mayor temor que tienen ahora los países más desarrollados es como controlar estas nuevas cepas. Aunque no solo se trata del número de contagios, sino de la resistencia de algunas de las mutaciones más problemáticas, como la brasileña o la sudafricana, a las vacunas actuales. Un punto más conflictivo de lo que parece, dado que las vacunas actuales y las que deben llegar, como la de Novavax o J&J, apenas alcanzan un 60% de eficacia contra la variante del sur de África, conocida como 501Y.V2. Que, por si fuera poco, ya acumula a su vez otras 16 variantes distintas.
Lo anterior supondrá dos desafíos próximamente. El primero es que será necesario seguir actualizando las vacunas para que su eficacia frente a las nuevas cepas sea elevada. Un hecho que no parece tan difícil de hacer, dado que las vacunas de ARN se pueden modificar rápidamente, aunque sí de implementar al necesitarse muchas dosis. En especial, para hacerlas llegar de nuevo a los países más pobres. El segundo es que la incertidumbre acerca de ello provocará parones súbitos, como los de Australia, cuando surjan focos extraños.
En definitiva, los científicos empiezan a tener unas pocas certezas entre los millones de dudas que todavía existen. Ahora es el turno de los políticos para aplicarlas a sabiendas que, hoy en día, y pese a los milagros que se han producido ya, la pandemia no estará totalmente bajo control hasta dentro de bastante tiempo. Pero lo aplicado ahora, confinamientos estrictos y cierre de cualquier tipo de actividad con una cierta aglomeración, tampoco servirá. Entonces, será el momento de aplicar nuevas fórmulas que volverán a dejar ganadores y perdedores y para lo que ya no servirá eso de que no se podía prever.