Todavía no se ha cumplido un año del inicio de la crisis del coronavirus, pero en poco tiempo han cambiado muchas cosas. Nadie puede decir que haya salido indemne de todo lo que ha ocurrido, pero está claro que los autónomos se encuentran entre los más damnificados. La situación que están viviendo no la habían experimentado ni en los peores momentos de la crisis económica de 2012.
En España los autónomos y las pymes son los grandes generadores de empleo, pero no atraviesan su mejor momento. Los últimos datos oficiales confirman que un 45% de ellos han perdido de media un 50% de sus ingresos con respecto a lo que era habitual. Y esto es un dato que resulta negativo para el conjunto de la sociedad.
Si los autónomos no están obteniendo rentabilidad al final no les va a quedar otro remedio que tomar medidas drásticas, y en los próximos meses muchos de ellos quizá tengan que despedir a sus empleados, lo que llevará a un aumento del paro.
El aumento del desempleo llevará a su vez a un gasto mucho más moderado por parte de los consumidores. Estos gastarán menos en grandes empresas como Amazon o Mercadona, pero también en esos pequeños comercios que están en manos de autónomos, lo que llevará a todavía a más profesionales a tener que despedir e incluso a cesar ellos mismos en su actividad.
Un auténtico círculo vicioso al que de momento no se le ve el fin. Porque, aunque el proceso de vacunación ha comenzado ya, todavía tendrán que pasar unos meses para que los efectos de la inmunización de la población se empiecen a notar.
La crisis del coronavirus baja los ingresos a niveles mínimos
En el caso de los autónomos las pérdidas en ingresos han sido muy importantes a lo largo de 2020. Muchos de ellos han perdido la mitad o más de la mitad de la facturación en comparación con los datos de 2019.
Mientras tanto, los gastos han seguido creciendo. No es solo que haya subido la cuota de cotización al RETA, es que muchos profesionales han tenido que invertir en su negocio para adaptarlo a las medidas de nueva normalidad: compra de mascarillas, instalación de dispensadores de gel hidroalcohólico, mamparas de separación, etc.
Para hacernos una idea mejor de cómo ha disminuido la rentabilidad, baste con señalar que en 2020 más del 80% de los profesionales tuvieron una facturación por debajo de los 20.000 euros. Y la situación es más o menos similar en el caso de las pymes. Una de cada 20 empresas de este tipo cerró a lo largo del año pasado, la mayoría en los sectores del turismo y la hostelería.
Aumenta la morosidad y esto pone en problemas a los autónomos
Otra de las consecuencias de la crisis del coronavirus es que los niveles de morosidad están en aumento y ya se están dando cifras como las que se veían en la anterior crisis económica.
No es solo que haya caído la facturación, es que además muchos autónomos tiene que hacerle frente al hecho de que algunos de sus clientes no están abonando los pagos pendientes, lo que provoca la ruptura de la cadena de pago. Porque si un profesional no cobra y no tiene liquidez tampoco puede hacer frente a sus gastos.
Esto lleva a muchos autónomos a buscar nuevas formas de reducir el gasto y aumentar la liquidez: buscando proveedores más baratos, cobrando parte del precio de sus productos o servicios por adelantado, vendiendo bienes de su negocio o explorando nuevas vías de actividad.
La llegada de la tercera ola complica todavía más las cosas
Aunque los autónomos siempre buscan alternativas para mantener la esperanza, 2021 no ha empezado de la mejor forma para ellos y la crisis del coronavirus podría estar a punto de agudizarse todavía más.
Desde hace algunas semanas los contagios se están multiplicando. Quizá por las reuniones navideñas, por la llegada de la cepa británica que es más contagiosa, o por ambas cosas. La situación está llegando a un punto crítico y son ya muchos los profesionales sanitarios que demandan un nuevo confinamiento domiciliario, aunque sea de poca duración.
Por el momento confinar a la población no parece estar en los planes del Ejecutivo, pero las Comunidades Autónomas sí están endureciendo las medidas. Los aforos en comercios, bares y restaurantes se restringen cada vez más, los horarios de apertura se limitan e incluso se adelanta el toque de queda. Con capacidad para atender a menos clientes a la vez y la obligación de tener que cerrar antes en muchos casos, la facturación de los profesionales que están al frente de un negocio volverá a experimentar un duro golpe.
Los autónomos no se quedan de brazos cruzados frente a la crisis del coronavirus
Rendirse no está en el ADN del autónomo. Por muy mal que vayan las cosas, la gran mayoría de los trabajadores por cuenta propia intentan mantener su actividad aunque sea a medio gas.
De hecho, la mayoría de ellos se han centrado en dos vías para poder seguir ejerciendo su profesión pase lo que pase. La primera de ellas es la formación, un tema que hasta ahora muchos autónomos habían dejado en un segundo plano y que desde que comenzó la crisis del coronavirus se ha convertido en una auténtica necesidad.
La otra vía para seguir al pie del cañón es la transformación digital. Incluso los negocios de corte más tradicional se han lanzado de lleno a invertir en digitalización: creando nuevos canales de venta, reforzando el marketing online, invirtiendo en software para conseguir una gestión más sencilla y poder dedicar así más tiempo a otras cuestiones importantes, etc.
Ser autónomo no fue nada fácil durante 2020 y seguirá sin serlo a lo largo de este 2021. Una buena prueba de ello es que se aprecia un déficit de cotizantes en el RETA, al haberse producido más bajas que altas. A pesar de ello, la gran mayoría de los profesionales no se plantean cerrar su negocio y prefieren seguir explorando alternativas y apretándose el cinturón antes que bajar la persiana de forma definitiva.