El glamour del hidrógeno verde: ¿un bluf oportuno para las cotizadas?

El almacenamiento energético representa el gran desafío para unas energías renovables intermitentes y dependientes del respaldo de las fuentes de origen fósil. Para funciones transitorias, las baterías han ofrecido una solución, pero para el almacenamiento estacional y la capacidad de equilibrar curvas de generación eléctrica con las de demanda y mitigar así intermitencias, el hidrógeno se erige, inflado por las compañías energéticas, en la panacea. El vector energético estrella acapara titulares junto a las cotizadas de la energía, más preocupadas del posicionamiento de marca que de los plazos reales de implantación de la tecnología. Pese a todas las estrategias y trastiendas, el hidrógeno tiene recorrido, eso sí, está por ver si a medio o largo plazo.

Cualquier eléctrica que se precie -grande y no tanto- cuenta en un plan estratégico que recoge iniciativas relacionadas con el desarrollo del hidrógeno verde. No el gris, de origen fósil y empleado durante décadas, o el hidrógeno azul, menos contaminante pero procedente del gas, sino el verde, aquel que se obtiene de energías limpias -solar y eólica-, a través de la electrolisis. Y si las compañías energéticas se afanan en subirse al carro del gran descubrimiento para el almacenamiento energético, el espaldarazo definitivo ha llegado con la ‘Hoja de Ruta del Hidrógeno’ presentada por el Gobierno.

La primera conclusión del texto del Ejecutivo que colisiona con el boom mediático de la tecnología verde es el reducido número de iniciativas en marcha. De momento, el hidrógeno verde solo cuenta con cinco proyectos en curso en España “cuya relevancia ha sido reconocida mediante la concesión de financiación pública”. El Gobierno los recoge en un Anexo de su Hoja, como también menciona otros 28 que ha recibido el Ejecutivo tras haber planteado una convocatoria de nuevas iniciativas.

El modesto número de proyectos y las incertidumbres que planean todavía sobre el desarrollo tecnológico para combatir la complejidad del proceso de obtención de hidrógeno verde y su baja competitividad en coste, contrasta con el eco mediático que insuflan las energéticas a sus planes de actuación y proyectos, por incipientes que sean. Estas compañías se presentan como las grandes patrocinadoras del mayor hallazgo relacionado con el almacenamiento energético.

El impulso a este gas renovable llega también de la mano de la estrategia de la Comisión Europea para descarbonizar la energía y alcanzar la neutralidad climática en 2050, para lo que se ha marcado el objetivo de producir diez millones de toneladas de hidrógeno verde de aquí a 2030. En este sentido, “Europa no quiere perder el tren, de esta solución energética por la que ya apuestan países como China, Japón o Corea del Sur”, explica a MERCA2 José María González Moya, director general de la patronal APPA Renovables.

Precisamente el hidrógeno plantea una interesante alternativa como vector estratégico en almacenamiento de los excedentes eléctricos verdes y su transformación para compensar los períodos sin producción -horas si sol o sin viento-. De hecho, “la UE basa su apuesta por el hidrógeno como solución a determinados huecos de suministro, sobre todo en el apartado electricidad”, comenta María González Moya.

También podría dar respuesta a los grandes retos del abastecimiento energético de algunos de los sectores más contaminantes como el transporte – responsable del 30% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI)- o la Industria -del 20% de las emisiones de GEI- y “en aquellos usos de la energía que no se pueden electrificar”, afirma el director de APPA.

En este contexto, la industria electrointensiva e intensiva en usos térmicos -petroquímicas, azulejeras, por no hablar del transporte marítimo- serían los principales demandantes de energía a partir de este gas renovable.

Tal es el poder de persuasión de este vector que permite hacer llegar la energía originaria en otro formato o almacenarla para poder transformarla de nuevo en electricidad que, tampoco el sector de la biomasa, mayoritariamente sólida y para usos térmicos en España, se resiste a coger el tren del hidrógeno verde.

Aunque, hasta ahora, la mayor parte de las acciones de la Asociación Española de la Biomasa (AVEBIOM) se han centrado en desarrollar el uso de la biomasa, “desde el cuerpo técnico de la asociación pensamos que el hidrógeno es el combustible del futuro; es inagotable y se puede producir de forma sostenible y limpia, entre otras tecnologías, a partir de la biomasa”, manifiesta la organización en declaraciones a MERCA2.

“Como prueba de nuestro interés en promover el despegue de esta opción energética en nuestro país, hemos llegado a un acuerdo con la Asociación Española del Biogás (AEBIG) para organizar en 2021 el que será el evento de referencia en el sector de los gases renovables en España, incluyendo, cómo no, el hidrógeno verde”, anuncian desde la patronal de la biomasa.

LAS LIMITACIONES DEL HIDRÓGENO VERDE

A 2030, los objetivos de la descarbonización se cumplirán por la penetración masiva de la electricidad verde. Por eso, la tecnología del hidrógeno tiene recorrido, pero se la ha recubierto de tal brillo que apenas deja reparar en sus limitaciones, que las tiene. Por lo pronto, en la actualidad no es competitiva: su precio dependerá del precio de la electricidad verde que representa el 50% de su producción. Hablamos de los costes de generación principalmente de la fotovoltaica y la eólica, de un gas renovable que exige un elevado volumen de energía en su proceso productivo.

Según recoge la Hoja de Ruta del Gobierno, este gas (H2) necesita una década para el desarrollo de la tecnología (2020-2030); durante la siguiente década (2030-2040) el Ejecutivo espera que el Hidrógeno se haya convertido ya en una fuente de energía “plenamente competitiva”; y, a partir de ahí (2040-2050), la idea es convertir a España en “un país exportador de hidrógeno renovable”.

En cuanto a la relevancia que ha tomado como remedio al problema del almacenamiento, lo cierto es que sus primeros usos se encaminarán a sustituir el actual consumo de hidrógeno gris -la industria emplea la práctica totalidad de las 500.000 toneladas de hidrógeno que consume España anualmente-. Por otro lado, el H2 plantea un negocio de escala que va a requerir volumen para alcanzar precios competitivos, tal y como ocurre con las baterías.

Otro de sus hándicaps, hasta que represente un sistema neutro en carbono realista a largo plazo, será su dependencia del gas fósil -conocido como gas natural-. De hecho, la economía de escala solo se conseguirá mediante el blending, o inyección a las infraestructuras gasistas de hidrógeno verde mezclado con gas natural, en concentraciones admisibles de hasta el 20% de hidrógeno. Por otro lado, todavía queda mucho trabajo por delante para perfeccionar los dispositivos de salida de la red, en función de los usos: no es lo mismo el uso para ciclos combinados que la inyección para movilidad.

BIOGÁS Y BIOMETANO, SIN GLAMOUR

Puesto que cada cual cumple su función, los diferentes gases renovables están condenados a compartir mix energético, si bien no todos gozan, a priori, de la misma reputación. Esa suerte de glamour que envuelve al hidrógeno verde no acompaña al biogás o al biometano, por poner un par de ejemplos.

Las grandes compañías energéticas están empujando porque el pastel parece -y probablemente será grande- y porque tienen mucha potencia renovable y necesidad de proyectar su cara más limpia. De hecho, mientras que renovables como la biomasa sólida o el biogás tienen una presencia más real y cercana, no consiguen desprenderse de esa etiqueta de residuo: restos madereros, desechos forestales, ramas tiradas por el suelo, paja, residuos ganaderos y agroindustriales o lodos de aguas residuales, que no se ajustan a la imagen de fuentes de energía limpia que domina el imaginario colectivo.

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Además, estas fuentes de energía, al estar vinculadas a la actividad local y a la industria agroganadera permiten involucrar a pequeños y medianos inversores, sobre todo para usos térmicos de la energía.

El biogás, generado a partir de la descomposición anaerobia de residuos orgánicos biodegradables industriales, agrícolas y ganaderos, se somete a un proceso -denominado upgrading– para la obtención de biometano, que tiene diferentes usos energéticos y, además, da respuesta al destino final de residuos sólidos urbanos y agroganaderos, derivados por la propia actividad y que es necesario gestionar para evitar emisiones contaminantes.

El biometano es una fuente de suministro energético renovable, local y almacenable, que permite reducir las emisiones a la atmósfera. Este gas renovable cumple un papel fundamental para el impulso de una economía circular, ya que su origen está en el aprovechamiento y valorización energética de los residuos. Tras un proceso de limpieza y separación del CO2, el biogás se convierte en biometano, un gas totalmente renovable y apto para ser transportado por los gasoductos.

En el caso del hidrógeno verde, las grandes corporaciones dedicadas a la generación y distribución de energía buscan, con sus estrategias, adelantarse, apostar por el carácter innovador y posicionamiento de marca, liderar y estar a la vanguardia de una tecnología emergente, movidas, en gran medida, por cuestiones reputacionales. Una energía de futuro cuyo desarrollo pasa por delante de las grandes energéticas en el momento adecuado para sacar tajada en materia de prestigio e imagen.

María Castañeda
María Castañeda
Redactora de MERCA2 de empresas y economía; especializada en energía, sostenibilidad y turismo.