El paradigma de Airbnb o por qué la sociedad perjudica a los feos

La gente guapa, o atractiva si se prefiere, parece bendecida por la suerte. Los estudios a lo largo de los años han encontrado evidencias de que no solo tienen mejores empleos o cobran más, sino que también son considerados más agradables o confiables. Ahora, también sabemos que este tipo de personas han tenido, y tienen, más facilidades para alquilar sus pisos con éxito en plataformas colaborativas como Airbnb. Además, por un precio mayor. Una ventaja importante dado la difícil situación que ha vivido el sector turístico.

Lo bueno de la llamada nueva economía colaborativa es que no hace falta ser guapo o atractivo, simplemente sirve con parecerlo o hacérselo creer a la persona que está al otro lado del teléfono. Al fin y al cabo, lo único que vemos de esa persona es una foto o a lo sumo un par de ellas. Larga vida al Photoshop. Así, en un artículo publicado en el Journal of Economic Psychology, investigadores de la Universidad de Tilburg y de la Universidad de Twente, se llegó a la conclusión de que un aumento de un punto en la calificación de atractivo de un anfitrión, dentro de una escala, se asocia con un aumento del 2,8% en los precios de alquiler.

Un duro varapalo para aquello de que la belleza está en el interior. Quizás, las personas seamos en el fondo más superficiales de lo que queremos hacer ver. Pero no fue lo único que reveló la prueba. En ella, se pedía a las personas reclutadas en la plataforma de subcontratación, Mechanical Turk de Amazon, que calificaran más de 1.000 apartamentos en la ciudad de Nueva York (publicados en Airbnb) de acuerdo con el atractivo percibido de la foto de perfil del anfitrión. La escala iba del «nada» (se le calificaba con un 0) al «extremadamente» (con un 11) y la gran mayoría castigó con fuerza a los números inferiores.

‘QUE SE MUERAN LOS FEOS’, ¿SOLO EN AIRBNB?

Al igual que hacía ver la película dirigida por Nacho García Velilla, que algunos llamaban rancia, el estudio demostró que los feos eran más acomplejados a la hora de poner un precio. Así, los anfitriones poco atractivos sufrían una «penalización por fealdad», lo que les llevaba a ganar un 6,8% menos por sus anuncios. Una de las razones que subyace es que como dichos rostros generan menos confianza, lo intentan compensar con un precio inferior confirme su presunta honestidad.

En definitiva, la historia va más allá de premiar a los guapos, sino que se penaliza a los feos. Una verdad incómoda que socialmente está muy mal vista reconocerla, pero que es una realidad que nos incumbe a todos. Para la que además no hay soluciones fáciles, más allá de los filtros y aplicaciones que retocan las fotos para parecer menos feo. Aunque no es la única evidencia incómoda que arroja el estudio publicado en el Journal of Economic Psychology, sino que hay otro también inquietante: somos más racistas de lo que pensamos o de lo que expresamos.

¿SOMOS MÁS RACISTAS DE LO QUE RECONOCEMOS?

El aspecto racial ha ganado mucha vigencia en los últimos meses a raíz de la muerte de George Floyd a manos de la policía estadounidense. La brutalidad de las imágenes provoco una ola de reacciones que sacudieron el mundo que muy pocas otras lo habían hecho. El problema es que gran parte de esa gente que acudió a las manifestaciones probablemente sean más racistas de lo que aseguran.

En el estudio, los autores decidieron añadir un filtro más a las imágenes de los anfitriones en función de la raza. Los datos fueron reveladores. Los anfitriones negros ganaban un 10,1% menos por sus apartamentos que los blancos pese a que la localización era prácticamente la misma y las características de la vivienda muy similares. No es el único estudio que demuestra este tipo de evidencias, ya que en 2014 otro similar encontró que los anfitriones de color en Nueva York ganaban mucho menos, lo que se calificó como una forma de discriminación digital.

El artículo tuvo tanta repercusión que el propio Brian Chesky, cofundador de Airbnb, señaló que dichos prejuicios eran «el mayor desafío al que nos enfrentamos como empresa». Por último, los investigadores también descubrieron una verdad más extendida: que los inquilinos de la plataforma prefieren pagar más por quedarse con un anfitrión sonriente, hasta un 3,6% más. En definitiva, que las declaraciones de las personas y sus acciones no suelen ir de la mano. La hipocresía sigue reinando en el mundo.

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2