En una isla desierta con… Josep Maria Bartomeu: cómo arruinar al Barcelona

El verano pasado desde MERCA2 recomendamos a los principales directivos de empresas que operan en España alguna lectura sugerente, serie de moda o cine para pasar el calor. Este mes de agosto, y para ser prudentes con las aglomeraciones, nos llevaremos a CEOs y presidentes a una isla desierta. ¿Qué pensarán en la intimidad? ¿Cuáles son sus preocupaciones? ¿Cómo ven el futuro?

Josep Maria Bartomeu hace su aparición en nuestra isla como naufrago de un sonado hundimiento. Un naufragio ya cantado un año antes por estas fechas. La soberbia del todavía presidente del Barcelona ha arrastrado al equipo hasta el fondo del océano. El verdugo en está ocasión ha sido un iceberg de origen alemán capaz de agujerear un casco que parecía de papel. Nada nuevo. Años antes, otros equipos (bastante inferiores, salvo el Liverpool, a este Bayern) ya le habían hecho añicos. Aunque, a Bartomeu todavía le queda su último truco.

La catástrofe sin paliativos en Lisboa ha forzado definitivamente la situación, como no podría ser de otra manera. Pero, no ha seguido la línea temporal más lógica. En el club catalán nada la sigue. En condiciones normales, una paliza como la que recibió el Barsa sería detonante suficiente para que entrenador, equipo directivo y presidente anunciaran su dimisión inmediata. Se podría entender, aunque costaría dadas las fechas, que el mandamás aguantase unas semanas para constituir unas elecciones que den un nuevo rumbo al equipo. Al fin y al cabo, deberían ser los nuevos gestores los que diseñasen en lo deportivo la nueva temporada.

Pero, nada en los muchos años de gestión de Bartomeu se ha hecho siguiendo una lógica que no sea sus deseos. Una posición egoísta que ha acabado con el club hundido en lo deportivo e incluso más en lo económico. Por ello mismo, las elecciones no se celebrarán en agosto o septiembre, sino que habrá que esperar hasta marzo para saber el nuevo rumbo que toma el equipo. Una decisión que solo se entiende bajos dos premisas: la primera (y más importante) es que nadie que no sea él mismo firme las cuentas pasadas. La segunda (más inquietante) demostrar a los socios que es capaz de armar un nuevo Barsa y que lo de Lisboa forma parte del pasado.

EN LO ECONÓMICO, EL BARCELONA ES UNA RUINA

Pese a la debacle deportiva, continuada en las últimas temporadas, el gran problema del Barsa actualmente es que está en la ruina económica. Una condición que ya tenía hace años, pero que la pandemia ha acrecentado hasta poner en riesgo la viabilidad del equipo. Y el único responsable de la lamentable situación es el propio presidente. De hecho, Bartomeu ha evocado la mítica escena que nos regalaron Los Hermanos Marx en el Oeste, al ser capaz de quemar su propio tren en una carrera absurda.

Y, es que, a medida que el Real Madrid levantaba una y otra vez la Champions, Bartomeu se afanaba por gastar más y más. Si en 2014 gastó cerca de 50 millones; un año después esa cifra ascendió hasta los 125 millones: en la siguiente temporada subió la apuesta hasta los 387 millones (170 más de los recibidos por Neymar); en la presente (la de 2019/2020) se invirtió más de 273 millones de euros. Por último, para la próxima el equipo tiene comprometidos a día de hoy 103 millones, aunque cobrará unos 93 millones. La vuelta a la realidad económica, tras años de derroche.

Porque la realidad es que Bartomeu ha gastado en formar su equipo, humillado desde Lisboa a Anfield o de Turín a Roma, más de 1.000 millones de euros. Una cifra que asusta incluso para colosos como Real Madrid o Barcelona. De hecho, el destrozo económico ha sido tan grande que el Barsa no puede fichar sin recurrir artilugios poco habituales entre grandes clubs como financiación externa de riesgo, fondos buitre, la emisión de pagarés o factoring bancarios o pedir fraccionamientos de pago.

EN LO DEPORTIVO, POCO MÁS QUE UN PÁRAMO

Tantos son los problemas económicos que casi le cuesta el fichaje de Antoine Griezmann hace un año. Además, en las últimas cuentas presentadas se puede apreciar la abultada deuda que todavía debe a muchos clubs. La más dolorosa, sin duda, es que los azulgranas todavía le deben al Liverpool (su penúltimo verdugo) cerca de 66 millones de euros por el fichaje de Philippe Coutinho, que ahora juega en el Bayern y que les endosó dos goles en la humillación de Lisboa. Aun así, solo es la punta del iceberg, dado que debe casi 200 millones por este concepto.

Así, como pequeña conclusión: las cuentas que Bartomeu no quiere que nadie que no sea él firme son una amalgama de ingresos inflados, con un Ebitda irreal y un volumen de deuda insostenible tapado artificialmente. Y con todo ello, quizás Bartomeu intente el último truco que no solo ya es limar las irregularidades, sino intentar formar un equipo campeón para las elecciones de marzo. Una proeza irreal porque un equipo campeón no se forma de un día para otro, sino con una base sólida que parece más bien que está destruida.

Porque, si bien es cierto que todavía hay nombres top como Messi o Piqué (aunque con un año más), Ter Stegen o Griezmann y otros con mucho futuro como Ansu Fati o De Jong, el resto del equipo da sus últimos coletazos. De hecho, el valor de jugadores como Luis Suárez es residual. Por ello, el equipo necesita una reconstrucción que con las elecciones en marzo es imposible que llegue hasta la temporada que viene. Lo anterior, no es más que el peaje a pagar por la desastrosa gestión ejecutada por Bartomeu y su equipo, cuyo último movimiento (obligado por las pésimas finanzas) ha sido cambiar a un joven y prometedor mediocentro de 23 años, Arthur, por otro de 30 años, Pjanic.

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2