A medida que los rebrotes cobran fuerza en España, el miedo altera el día a día de los españoles. Especialmente, el de volver a un nuevo confinamiento a nivel nacional. Un escenario que implica un doble fracaso inevitable: el sanitario, en forma de un colapso de los hospitales que conlleva un aumento de la mortalidad. El económico, dado que volver a parar la actividad supone aumentar el agujero entre 40.000 y 70.000 millones de euros. Aun así, los llamados costes ocultos (no monetarios) incrementarán todavía más la factura final.
El escenario actual, de rebrotes y confinamientos específicos, no es nuevo. De hecho, se trata del peor escenario proyectado por el Banco de España en su informe de mayo sobre la evolución de la economía española. En el estudio, el organismo bancario español alertaba de que «la situación de enorme incertidumbre actual no permite descartar escenarios de riesgo más desfavorable». Además, los analistas señalaban que sus estimaciones venían caracterizadas «escenarios intensos de nuevas infecciones que requieren de confinamientos estrictos adicionales». En definitiva, una descripción que cada vez se parece más a la realidad.
Todo lo anterior, previsto por la entidad, desembocaba en un colapso macroeconómico adicional que elevaba la caída del PIB de España del 9% hasta al 15,1%. En otras palabras, el agujero extra sería de un 6% del producto interior bruto español, que traducido a euros supone algo más de 72.000 millones de euros. Aunque, la caída adicional podría limarse dado, que las últimas estimaciones de la caída inicial de la economía (sin contar los rebrotes) se han rehecho al alza. En concreto, a principios de julio la Comisión Europea situó su previsión de caída hasta el 10,9% frente al 9,4% de hace unos meses.
UN LEVE CONFINAMIENTO YA SUPONDRÍA UN AGUJERO DIRECTO DE 22.000M
Con ello, la diferencia entre el 15,1% (como peor dato actual en todas las previsiones) del BdE y las nuevas actualizaciones se sitúa en un rango de entre 45.000 y 50.000 millones extras. Aun así, que la cifra sea todavía más alta o no depende de la evolución de los contagios en España y de si es necesario aplicar un nuevo confinamiento estricto. Una situación que está actualmente, por dos motivos, muy lejos de volver a ser realidad. Por un lado, el volumen de infectados es muy pequeño frente a los datos reales de marzo y abril (donde la media diaria real superaba los 60.000).
Por otro lado, porque el coste económico sería excesivamente alto en estos momentos. En este punto se llega a la misma disyuntiva que había hace meses: salvar la economía o la salud. En realidad, esa misma nunca existió, ya que la medida no es lo que vale salvar una vida, sino más bien cuánto estamos dispuesto a pagar por ella. Ante un valor fijo, (un estudio lo sitúa en 4,9 millones de dólares) cuando las probabilidades de muertes se disparan (más si cabe con los hospitales colapsados) la solución óptima y más económica es para la actividad y confinarnos. Por lo que al final, no es un juego de elección, sino de equilibrio.
A pesar de todo, lo más importante en materia económica no es el confinamiento en sí, sino la duración del mismo. En este caso, uno de dos semanas (que es el tiempo que se está aplicando actualmente) tendría un coste asociado de unos 22.000 millones de euros sobre el PIB español. La cifra viene de una caída interanual del mismo de entre un 5% y un 8%, que es el descalabró que sufrió el primer trimestre del año (concretamente, fue de un 5,2%) tras dos semanas de confinamiento. Aunque, el rango se eleva (probablemente más allá de ese optimista 8%) dado que la actividad el resto de semanas no sería igual al de hace un año.
LOS COSTES OCULTOS, CASI TAN IMPORTANTES
En la actualidad, el Gobierno ha decidido abusar de los costes ocultos para equilibrar la balanza de economía frente a salud. El cierre de los colegios o universidades, y su no apertura, o la decisión de hacer recaer todo el peso de la contracción económica, los ERTEs solo pagan el 70% del salario, sobre los trabajadores privados, suponen una importante carga que no se cuantifican en cifras. Pero, cuyas ineficiencias sociales son evidentes y se empezarán a ver en los próximos años.
El confinamiento trajo consigo un coste añadido, no en forma económica directa, para la población menor de 18 años que supone el 18% del total. Los datos más recientes cifran en que la pérdida que experimentarán los alumnos españoles se sitúa en un 6%, dentro de la desviación estándar (medida estadística que muestra la dispersión de los datos). En otras palabras, que la diferencia entre España y la OCDE (si se mantiene estable) se doblará. Lo anterior, significa que a nivel de conjunto un menor crecimiento, dado que una quinta parte de la población activa tendrá habilidades y productividades más bajas. En el plano individual, menos cualificación y menos salarios para las clases más desfavorecidas.
Por último, las medidas restrictivas aplicadas sobre la economía dañan a la sociedad por dos vías. Una de clase, dado que son las capas más desfavorecidas quienes cargan con un peso importante. Una parte importante de los empleos perdidos (que muchos no se recuperarán) provienen de trabajadores poco cualificados y con bajas rentas. Por ello, el ingreso vital mínimo fue un parche necesario. Por otro, se ataca a la llamada solidaridad intergeneracional. Los jóvenes han sido los más castigados, en empleo y sueldo, mientras que pensiones (también salarios públicos) se han mantenido intactos. Una decisión, totalmente política, que ha degenerado en más deuda que, a su vez, tendrán que pagar los jóvenes con mayores impuestos próximamente. Todo ello, es la pólvora perfecta para un futuro estallido social.