Banco Santander afina sus inversiones en ladrillo: nada de pufos

Banco Santander refuerza su apuesta por el mercado inmobiliario y amplía su cartera de activos con la recompra de la mayor parte de sus oficinas bancarias. Sin embargo, solo está dispuesto a invertir en activos propios en los que hasta el momento actúa como inquilino.

En una estrategia para abaratar costes, la entidad que preside Ana Botín ha recuperado la propiedad de gran parte de las sucursales donde opera, tras cerrar un acuerdo con Ziloti Holding para adquirir un 84,66% adicional del capital de Uro Property, la socimi titular de 692 sucursales que el banco ocupa en régimen de alquiler.

Con esta adquisición, Santander pasa a controlar el 99,62% de Uro, ya que hasta el momento poseía el 14,96%. Sin embargo, la entidad quiere hacerse con la totalidad de la socimi y ha lanzado una oferta de compra por el resto de títulos de la sociedad, un 0,38%. Pero hasta el 15 de septiembre tendrá que esperar para conocer si los 17.251 accionistas minoritarios están dispuestos a cederle su parte del pastel.

Con esta operación, la valoración de la socimi asciende hasta los 180 millones de euros. Mientras que para la entidad la adquisición tiene un efecto neutro, tanto en el capital como en la cuenta de resultados.

RECUPERAR LA GESTIÓN DIRECTA

En noviembre de 2007, al inicio de la crisis del ‘ladrillo’, la socimi Uro se hizo con un total de 1.152 oficinas de la entidad liderada por Ana Botín, que posteriormente se las arrendaría mediante un contrato de ‘sale and lease back’.

Ahora, Banco Santander ha querido hacerse de nuevo con la titularidad de estos activos, coincidiendo con la reciente operación por la que también ha comprado la ciudad financiera en la localidad madrileña de Boadilla del Monte, donde tiene su sede.

Con estas operaciones, el banco quiere reforzar su cartera de activos inmobiliarios propios, con el fin de ahorrar costes, y pretende lograr una mayor flexibilidad operativa sobre las sucursales, que considera una pieza clave de su negocio.

Además, la entrada en vigor de la IFRS16, que cambió el tratamiento contable de los alquileres, convierte la recompra de este tipo de activos en un incentivo para el banco.

MAYOR PRESENCIA EN EL INMOBILIARIO ESPAÑOL

El apetito del Banco Santander va más allá de recuperar su sede y las sucursales, sino que también está interesado en tomar un mayor protagonismo en el mercado inmobiliario español. Eso sí, siempre que sean activos de calidad, no pufos al estilo de la anterior crisis económica.

De hecho, Ana Botín no ha querido desprenderse de su 15% de Altamira Asset Managenemt, tras la integración con el italiano doBank, que ahora se llama doValue, que cerró el año pasado la compra del 85% de Altamira por 360 millones de euros.

La operación estaba también condicionada a la decisión de Banco Santander de ejercer su derecho de venta en virtud de los acuerdos preexistentes, pero la entidad lo declinó y ambas entidades firmaron un nuevo acuerdo.

Por otro lado, la entidad encabezada por Ana Botín y el fondo estadounidense Blackstone son socios en Quasar, la sociedad que agrupa la antigua cartera dañada de Banco Popular.

Santander heredó de Popular la gestora inmobiliaria Aliseda, y es uno de los activos que traspasó a Quasar en el marco de la alianza que ambos socios pactaron en 2017, en la que Blackstone controla el 51% del capital y Santander, el 49%.

Además, ambas compañías acordaron que el banco podría recuperar a futuro la totalidad del capital de Aliseda. Santander podrá ejercer este derecho en tres periodos establecidos (2023, 2024 y 2025), siempre que Quasar haya logrado desinvertir el 80% de su cartera, con un valor bruto de 30.000 millones.

Pero, a partir de 2025, Santander podrá adquirir Aliseda sin necesidad de cumplir ya ninguna condición. De ejercitarse la opción, recuperaría el control de Aliseda, que es uno de los servicers con los que trabaja el banco, que también tiene pactos y participa en el capital de Altamira y Casaktua. 

En este sentido, Ana Botín no quiere perder su trozo del pastel del mercado inmobiliario, pero será selectiva y no quiere activos tóxicos. Será exigente y se alejará de los movimientos de suelo que apesten a riesgo y pérdidas.