De la risa a la tragedia en Europa: un gran acuerdo hasta que haya que cumplir

Las sonrisas ganaron a las vastas ojeras. Los saludos de codos, ahora la moda, a las caras desafiantes. Y, posteriormente, los aplausos han copado las críticas. La Unión Europea parece haber salvado una situación crítica con nota, gracias al acuerdo del pasado lunes. Tanto por las cifras, con un volumen de inversión del 4,7% del PIB europeo, como porque cada país se llevó una parte del pastel al que aspiraban. Nadie perdió. Pero, todo esto bien podría no ser más que el principio del fin. La alegría puede volverse desconfianza y los acuerdos rupturas cuando uno y otros intenten desbloquear los fondos.

De hecho, muchos parecen haber olvidado que los verdaderos problemas antaño no vinieron cuando se repartían los millones, sino cuando los que se lo llevaban tuvieron que cumplir con las condiciones exigidas. Grecia no presentó batalla a Alemania, y el resto de Europa, hasta que no se le exigió un plan de recortes que hiciera viable el país. Y, aquella historia que aupó al poder a la extrema izquierda, no ocurrió en 2009 ni en 2012, sino que se hizo evidente en 2014 y 2015. Incluso, el propio pueblo heleno voto en contra de recibir las ayudas ya comprometidas cuando conoció en profundidad lo que significaban.

Uno de los problemas del acuerdo, que tan felizmente se ha vendido por unos y otros, es que no se conoce realmente en detalle la letra pequeña. Un hecho perturbador para cualquier país, pero en especial para aquellos del sur con graves desequilibrios. Y, no lo es porque suponga una amenaza a las economías de dichas regiones, ni mucho menos, sino porque al igual que ocurrió hace un lustro, la población no parece preparada para ello. Sin ir más lejos, en España no han parado de movilizarse los jubilados no ya porque se les haya recortado las pensiones, ni siquiera congeladas, sino porque no se revalorizaban lo que creían convenientes.

UN FRENO DE EMERGENCIA QUE PUEDE AFIANZAR LA DESCONFIANZA

Y, claro, las reformas son una parte incondicional del acuerdo. Además, la propia presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, ya ha prometido, para regocijo de algunos, que se aplicarán con «más fuerza». Además, cualquier plan de gasto o de inversión deberá pasar primero por el escrutinio de la Comisión para recibir luz verde. Pero, el acuerdo tiene otro punto todavía más oscuro, ya que no será la propia institución europea o la presidenta con nombre de institutriz malvada de película la que tenga la última palabra para aprobar los desembolsos, sino los propios países.

Un hecho que no termina de sorprender a nadie por dos aspectos. El primero, es que nadie se fía ya de los tecnócratas de Bruselas. En su momento, Alemania ya los puso en duda. Ahora, ha sido el denominado grupo de los frugales compuestos por los Países Bajos, Austria, Suecia y Dinamarca. Y, la realidad, es que nadie les debería culpar. Al fin y al cabo, cuantos años ha estado España, por ejemplo, incumpliendo sus promesas de déficit excesivo. Alguien se acuerda de la última reforma para contener el gasto en el país. Pues eso, que la Comisión revisa, pero no decide.

Eso mismo, nos lleva al segundo punto, y es que los líderes de cada país quieren asumir más poder. Mark Rutte, el primer ministro de los Países Bajos, llamó a este sistema «freno de emergencia» y lo ha utilizado inteligentemente en su país para explicar a sus votantes que los planes firmados no son ningún cheque en blanco. Aquí, por el momento, se le resta importancia. Pero, no debería ser así porque si ya es difícil contentar a Bruselas en materia de recortes, uno ni se imagina hacerlo con tantos países y tan estrictos en dicha materia como los nórdicos. El problema vendrá cuando haya votos discordantes, la desconfianza que puede levantar puede ser la tumba del acuerdo y de Europa.

PENSIONES, IVA, REFORMA LABORAL… LO QUE SE VIENE EN LOS PRÓXIMOS AÑOS

Por suerte, o por desgracia, no hace falta un nuevo documento para conocer de primera mano las exigencias que se le impondrán a España. La razón es que está vienen determinadas «específicamente por cada país», en otras palabras, son las mismas que durante años ha exigido Bruselas. Así, la Comisión Europea emitió en mayo de este año el ‘Programa Nacional de Reformas’ donde ya avisaba de que el país “está experimentando desequilibrios macroeconómicos”. Además, ponía el acento en «el elevado nivel de deuda externa e interna, tanto pública como privada».

El primer punto, será el de retocar las pensiones. La Comisión advirtió que la marcha atrás en la reforma del sistema, sin tomar medidas para compensar el déficit, supone «elevados riesgos» para la «sostenibilidad financiera» a medio y largo de la Seguridad Social. El segundo, el de ajustar cuentas en materia fiscal. Una recomendación que incluye no solo reducir gastos, sino también aumentar impuestos, más en concreto el IVA. «La proporción de impuestos sobre el consumo sigue siendo relativamente baja (…) sigue habiendo margen para aumentar los ingresos procedentes de otros, como los impuestos sobre el consumo».

Por último, profundizar en la reforma laboral. Pese a que una parte del Gobierno haya pretendido eliminarla, a la actual reforma laboral no solo le queda una larga vida, sino que se va a profundizar en ella. La Comisión alerta sobre la dualidad del mercado laboral español, lo que solo se arreglará retocando la dualidad existente. ¿En cristiano? Reducir todavía más los derechos de los indefinidos para igualarse entre todos, quizás la intención final sea acabar con un contrato único. Aunque, es impensable en estos momentos.

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2