La guerra política por la cura del covid-19 margina a España

La ciencia sigue su curso. Esta misma semana, una compañía farmacéutica estadounidense, Regeneron, anunció que tenía un nuevo medicamento para el covid-19 en su fase final. El fármaco consiste en dar a los pacientes «anticuerpos neutralizantes» que imitan la propia respuesta del cuerpo al virus. De tal manera que con el tiempo cada persona es capaz de crear anticuerpos cuando se encuentran con el SARS-CoV-2. Pero la terapia tiene una parte buena y otra no tan buena. La primera es que es tan prometedora como rápida, la segunda es que tardará mucho en llegar a España.

Las terapias como las que propone Regeneron, a través de los llamados anticuerpos neutralizantes, son tan prometedoras que las siguen de cerca otros gigantes como GSK, Eli Lilly, Astrazeneca y Amgen. Además, todas ellas avanzan a ritmos vertiginosos. Así, la propia Regeneron ha explicado que podría tener datos para finales de verano y que los reguladores ya podrían considerar su uso. Por otro lado, Eli Lilly ha señalado que si las pruebas concluyen bien con cualquiera de sus dos anticuerpos, podrían autorizarse para iniciar los tratamientos en septiembre.

Pero, los avances que llegan desde Estados Unidos parece que no van a salir de allí. Unas semanas atrás, el gobierno estadounidense pudo comprar la mayor parte del suministro para los próximos tres meses del primer medicamento contra el covid-19, el redemsivir. Asimismo, el pasado 7 de julio también firmó como Regeneron para acaparar cientos de miles de dosis de su terapia. «El potencial es enorme», señalan los medios especializados, pero en España tardaremos mucho en verlo.

EL COLAPSO DEL LIDERAZGO INTERNACIONAL DEJA TODO EN EL AIRE

La posición de Estados Unidos no es diferente a la de China. Al final, la política al más alto nivel puede ser un mayor escollo para enfrentar la pandemia que el propio virus. De hecho, mientras la ciencia avanza a ritmos vertiginosos nunca vistos para suministrar una cura, sea con fármacos o vacunas, la cooperación entre países y la relaciones bilaterales (más allá de los frentes comunes económicos e ideológicos) lleva mucho tiempo parados. Y, las posiciones ante el covid-19 amenazan más con romper ese hielo que con deshacerlo y hacer que fluyan de nuevo.

La razón de tales males hay que encontrarlo en una deficiencia política de primer orden en nuestro tiempo: no existe un liderazgo mundial claro. De hecho, hace 40 años en mitad de la guerra fría entre Estados Unidos y la URSS se consiguió acabar con las viruela. Incluso, durante la Segunda Guerra Mundial los estadistas ya trabajaban por la paz y la reconstrucción durante la contienda. En 1944, se crearon en Bretton Woods tanto el FMI como el Banco Mundial.

También, pocos días después de Pearl Harbor el que fuera primer ministro de Reino Unido, Winston Churchill, trabajaba mano a mano con el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, para crear la Organización de las Naciones Unidas. De hecho, el acta fundamental se trabajó en conjunto con el mandamás de la URSS, Iósif Stalin, en Yalta (Crimea). Pero, los tiempos han cambiado. La ONU no ha sido más que un mero espectador, mientras que ni el G7 o el G20 se han podido reunir para dar soluciones.

¿A QUIÉN? Y ¿CUÁNDO? SE LE PODRÁ VACUNAR

El procedimiento de Estados Unidos, de adquirir todo el abastecimiento posible de fármacos, se ha convertido en una advertencia para el resto. Quizás, el grito más socorrido sea un ¡sálvese quien pueda! Una política que deja de facto fuera a los países más pobres. Y eso solo con productos paliativos, pero cuando haya vacuna. ¿Seguirá el mismo patrón? Acaso la decisión de que se abastezca quien más pueda ¿es la correcta? ¿Quién debería recibirla primero?

Los grandes lideres de cada país se han visto obligados a tratar con sus respectivos problemas internos, pero no se puede dar más la espalda a este otro problema. Al fin y al cabo, la inacción de unos y son las posibilidades de otros. En España, por ejemplo, todavía suspiramos los vientos por medicamentos que no han pasado de los resultados in vitro, mientras que otros como el redemsivir ya está en el mercado u en camino, en el caso de Eli Lilly o Regeneron.

Pero ese apocalipsis internacional que puede venir no es más que un anuncio frente a otro más grave: el reparto interno. Hasta ahora, lo único seguro es que quien primero debería recibirlo es el personal sanitario. El resto, difícilmente se podrá llegar a un acuerdo. Quizás la mejor opción serían los mayores, pero son los que menos responden ante las vacunas imposibilitando la llamada inmunidad de rebaño. Pero, ¿deberían ir antes que las mujeres embarazadas? ¿Acaso deberían ser los primeros los trabajadores esenciales? Y ¿Quién es esencial y quién no? Los pobres, por sus condiciones, son más proclives, por lo que ¿deberían ir antes que los ricos?

En definitiva, los frentes están demasiado abiertos. Las únicas respuestas nacionalistas de «mi país primero» como están actuando EEUU o China solo puede acabar en tragedia o conflicto internacional. El mundo necesita de mayor liderazgo, pero también los países. ¿Puede el covid-19 enterrar la política internacional y nacional como hasta ahora la conocíamos?

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2