Ideas como puños

Ya sé que el dicho no es así; que es: verdades como puños. Pero no quiero que nadie piense que presumo de ser dueño de la verdad. Sin embargo, como cada quisque, tengo mis ideas sobre todo lo que nos aqueja, y quiero volcarlas, no a puñetazos, sino con la prudencia de la mera convicción personal.

No supimos tomar referencia de Italia cuando ellos sucumbían al virus y les imitamos un par o tres de semanas más tarde. Ahora, el primer ministro italiano acaba de reconocer que no se puede seguir así, con todo parado; que hay que lanzarse “al barro de la vida” con todas las consecuencias. Ello equivale -se quiera decir a las claras o no- a que hay que asumir los rebrotes, las recaídas y, por tanto, el incremento de la pérdida de vidas: en pocas palabras y sin ambajes, la muerte. Pero también llegaremos nosotros a esta estación término más tarde que los italianos, porque Pedro Sánchez nos quiere un mes y pico más prisioneros de su manera de entender esto (bueno: D. Pedro y D. Pablo, que tanto monta…).

Convenzámonos o, convénzanse los que aún no lo están, los que, acríticamente, obedecen porque sí, porque lo dicen los que mandan: este bicho ha venido para quedarse una larga temporada; y, o bien nos acostumbramos a medirnos con él en las mejores condiciones sanitarias posibles, pero también sin dejar de hacer la vida viable, o bien tendremos que asumir que el hambre, la pobreza, el desaliento, la desmoralización colectiva y muchas cosas más, matarán muchísimo más que el virus.

No sé bien si estamos todavía a tiempo de paliar la mayor parte de los efectos terribles de todo esto: me refiero a relanzar enseguida la vida económica y social; revertir el galopante desempleo; impedir el -parece que- inexorable aumento de la delincuencia; la inestabilidad del sistema democrático; la desestructuración y desvertebración de la sociedad… y muchas otras cosas que imaginar se puede. No lo sé a ciencia cierta. Pero, si se fijan, todo esto que acabo de mencionar es lo que la estrategia comunista de Pablo Iglesias y los suyos no sólo no querría evitar, sino que estaría por potenciar. Hay muchos que no lo saben o no lo quieren ver, empezando por Pedro Sánchez, quien, de no poder dormir tranquilo al pensar que Pablo Iglesias pudiera estar en su Gobierno (claro, antes de las elecciones de noviembre), ha pasado a encamarse con él en singular y oscena coyunda política; pero la realidad, más allá de detalles ornamentales y/o de turbios intereses políticos, es que va a haber que echar mano de herramientas muy potentes para salir de ésta.

De entrada, habría que exigir que los partidos políticos más representativos en las Cortes quisieran hacer un Gobierno de Concentración Nacional esencialmente técnico (absténganse de decirme que estoy loco y, mucho menos, que soy un visionario; no se olviden que soy ciego). Sé que lo que planteo está en la estratosfera para quienes tendrían que ponerse de acuerdo. Pero no me negarán que un Gobierno así, transitorio, compuesto de personas que sepan mucho, cada uno en su área respectiva, que no vengan a lucirse, sino a hacer que España vuelva a lucir con luz propia, nos daría a todos muchísima más esperanza.

Pero como soy plenamente consciente de que eso es física, metafísica y políticamente imposible, por lo menos, me conformaría con alguna de las siguientes alternativas: 1) que Sánchez se comprometa a convocar elecciones generales para mediados de otoño; 2) que haya un real y verdadero pacto de Gobierno de transición, con fecha de caducidad para antes del 31 de diciembre de 2021, entre PP y PSOE; bueno, tampoco me importaría mucho que se “arrime” la señora Arrimadas, que preferible sería que lo hiciera así, antes de que se repartan entre PSOE y PP los despojos de Ciudadanos.

Y sí, queda una última alternativa: que Sánchez siga en sus trece y que su partido se lo permita; que siga dando alas a Iglesias para que éste termine de derrotar al estado del bienestar y logre “volivarizarnos”; que siga esperando que funcione la máquina de imprimir billetes hasta que detrás del papel moneda no haya cosas que se correspondan con el dinero cada vez más teórico; que crezcan las colas en los comedores públicos de la caridad; que se nos siga señalando con el dedo a la luna pero diciéndonos que miremos sólo el dedo; que se nos siga metiendo en el recorte de libertades y derechos; que la excepcionalidad política se convierta en lo habitual para que ellos gobiernen sin trabas; y un abundante etcétera que cada uno de Ustedes puede rellenar como quiera.

Hace ya bastantes días que tengo totalmente puesta en cuarentena la información gubernamental. Hace ya tiempo que no me los creo; y tiempo hace también que espero que la oposición nos guíe hacia una salida valiente y decidida. Pero estoy día por día más metido en el viejo dicho de que “el que espera desespera”, porque día a día, hora a hora, me asfixia más la perspectiva de miseria que nos espera. Y me sucede que cuanto más oigo que hay vecinos empuñando cacerolas, más me parecen “partisanos urbanitas” a los que me quiero unir en pacífica pero arrasadora rebeldía que derribe las puertas del infecto “encierro de nuestras libertades”. Quizá, nos está ocurriendo lo que al elefante, que atado a un palo endeble, pensaba que no se podía escapar; pero, ¡que tengan todos mucho cuidado!: puede que el elefante, no tardando mucho, compruebe que el palo no sujeta ni la fuerza del músculo más pequeño de su corpachón; y, entonces…

Miguel Durán Campos (abogado)