La crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha tenido un tremendo impacto en el ámbito social y económico. Así, aunque muchos sectores sienten la falta de actividad, la hostelería en concreto sufre un impacto que puede transformar su negocio durante el próximo lustro. Bares, restaurantes y hoteles deberán superar cuatro barreras para terminar en una casilla final que abraza la esperanza y la incertidumbre.
Las cifras del impacto económico son terribles. Según un informe de EY y Bain & Company, la facturación del sector se podría ver reducida en un 40% durante el 2020. Esa cantidad estaría por encima de los 50.000 millones de euros. Además, se prevé una pérdida estructural definitiva de más de 200.000 empleos y se estima que 680.000 puestos de trabajo se verán afectados en los peores momentos de la crisis.
Pero lo importante en estos momentos es enfrentar los desafíos que tendrá la hostería. Por eso, el informe evalúa cuatro escenarios temporal que van desde la actual crisis a la salida de la misma en los próximos meses. Una carrera que estará llena de obstáculos pero que, los analistas, asumen como algo inevitable.
En primer lugar, lo más duro: el confinamiento. Con excepción de las entregas a domicilio, que fueron declaradas por el Gobierno como una actividad esencial, desde que se decretó el primer estado de alarma los bares y restaurantes tuvieron que cerrar y, posteriormente, fue el turno para los hoteles.
Se calcula que la actividad hostelera ahora mismo está al 5% de su capacidad. Así pues, y asumiendo una media de confinamiento de 56 días, lo que haría prolongar la cuarentena más dura hasta el 9 de mayo, la pérdida estaría ya cercana a esos 50.000 millones de euros; o superior si el periodo de restricción y libre circulación se va a finales de mayo. Lo cual sería el peor escenario que pronostica el informe y, cuyo impacto en bares, restaurantes y hoteles sería letal. Y solo en el periodo de confinamiento.
LA SALIDA DEL COVID-19
Una vez superado el impacto directo del confinamiento. Llegará la «apertura restringida». Aquí será el punto en que la cuestión sanitaria se haya podido controlar y se levantará el confinamiento. Parece poco probable que, sobre todo en grandes cadenas hoteleras o restaurantes de gran afluencia se pueda abrir sin ningún tipo de restricción.
Por lo tanto, esta fase encara el reto de recuperar la normalidad a medio gas, con la reincorporación de los empleados afectados por ERTEs, pero sin la capacidad real de poder atraer la clientela necesaria para reavivar los negocios.
Así, inmediatamente después llega lo que el informe denomina «demanda en transición». Este escenario es completamente desconocido, pero se sabe que llegará. En un determinado momento los hoteles, bares y restaurantes deberán volver a la normalidad. Al menos en cuanto a la capacidad de libre mercado de conseguir los clientes que estimen oportuno sin restricción de personas que puedan entrar en sus locales, etc.
El problema para la hostelería es que, por su tipología de negocio, son servicios que tienden a la acumulación de personas en lugares concretos. Esto provocará por parte de muchos clientes un cierto recelo a la hora de asistir a lugares públicos que estén concurridos.
Por último, como destacan en el informe, estaría la fase de «cambio estructural». Aquí vaticinan cambios en las dinámicas de consumo de los clientes. Lo cual no supone nada bueno malo por sí mismo. Lo único que indican es que los servicios de hostelería deberán reconfigurar parte de su cadena de valor porque los usuarios pueden tener demandas distintas previas a la crisis.