Pablo Iglesias cerraba hace unos días ‘Otra vuelta de Tuerka’ por imperativo gubernamental y se despedía con una entrevista a Jaume Roures, al que le regaló un masaje que incluyó una pregunta aliñada por sonrisa: «¿Woody Allen?».
El productor afirmó que el genio neoyorquino que puso en pie ‘Un final made in Hollywood’, ‘Manhattan’ y ‘Midnight in Paris’ era un «personaje entrañable», un «gran director» y un «gran descriptor de las miserias de nuestra sociedad». No de las suyas.
Es evidente que Allen, respaldado profesionalmente por Roures tras ser marginado en su país y a punto de publicar memorias, no ha sido condenado por las acusaciones de pedofilia con las que le apunta su hija Dylan Farrow. Y por lo tanto no debe ser linchado por la turba. También es muy recomendable separar la obra de artista y persona.
Pero todo el mundo sabe que si Woody Allen, en vez de tener la reputación por los tobillos por su vida privada simplemente hubiese pedido el voto por Trump, solo eso y también es su vida privada, ni Roures estaría encantado de decir que es su amiguete ni hubiesen existido las risitas de Iglesias, que está semana defendía al feminismo con un comportamiento con tintes de masculinidad tóxica: la defensa a gritos de su mujer ante el titular de Justicia.
ROURES, GENIO Y FIGURA
Tampoco está condenado por abusos Plácido Domingo y el diario Público, medio de Jaume Roures, se está despachando en verter metralla contra el tenor favorito del Real Madrid. «Entiendo ahora que alguna de esas mujeres pudieran tener miedo para expresarse honestamente porque les preocupaba que sus carreras se vieran afectadas», asegura el tenor.
Iñaki Gabilondo le ha mostrado la puerta de salida social: «Plácido debe entender que si es consecuente con lo que el mismo está reconociendo, no solo debería cancelar sus actuaciones, debería de dar por finalizada su carrera profesional».
Domingo ya ofreció argumentos dubitativos cuando el escándalo saltó hace unos meses y Europa, con Salzburgo a la cabeza, le aplaudió mientras le retiraban el saludo en Estados Unidos, que, cierto es, tiene un toque puritano con toques inquisidores.
El tenor soltó tras ser denunciado por nueve mujeres en noviembre que ahora se malinterpretan los hechos, pero Gabilondo le puntualizó: «Las cosas no eran como son hoy, pero si tú te colocas detrás de una mujer y le tocas los pechos, te puedo asegurar que tampoco entonces se consideraba normal».
FRANCIA
Otro genio, Roman Polanski, es un prófugo de la Justicia estadounidense que está acusado de violar a Samantha Geimer cuando tenía 13 años. A pesar de ello fue ovacionado en Venecia, otra vez Europa, por su gran obra ‘El oficial y el espía’ (proyecto que encierra que él quiere venderse como una víctima del Sistema, estilo Dreyfus).
Hace unos días una veintena de artistas se largaron del teatro cuando le entregaron un premio César por el citado film. Este desagravio social está condicionado por la gran investigación del Me Too que ha llevado el premiado periodista Ronan Farrow, paradojas de la vida, hijo de Woody Allen.
Ronan, que quiere vengarse de los presuntos abusos del cineasta hacia su hermana Dylan, se llevó un merecido Pulitzer por destapar esta lacra que puso en el epicentro a Harvey Weinstein, que apenas tuvo réplicas en España contra el músico Mikel Izal y el humorista Antonio Castelo.
¿Y el célebre director de periódicos monárquicos? ¿Y el famoso ventrílocuo que trincaba de los canales públicos? ¿Y el genio de origen latino que creaba formatos millonarios? En España nadie dice nada.
LA CAVERNA, ENEMIGA DE ROURES Y AMIGA DE PLÁCIDO
Ya hemos visto la falta de sensibilidad de Roures e Iglesias, representantes célebres de la izquierda empresarial y política. Pero lo de la derecha española da auténtica vergüenza. Rubén Amón, ultra de Ciudadanos, director de un espacio taurino de Onda Cero y tertuliano del mesurado Alsina, ha mostrado que confunde periodismo con amistad.
«He defendido a Plácido Domingo. Lo hice porque creí en la palabra de amigo. Y porque me convencieron todos los argumentos que expuse en privado. No puedo arrepentirme de creer en un amigo. Ni de haberlo defendido. La decepción es proporcional», aseguró. Antonio Maestre le puso en su sitio: «Reconocer que usa su tribuna basándose en la fe para defender a amigos. Luego que si crisis del periodismo».
Bertín Osborne demostró a qué nivel está: «Sigo asombrado, me parece insólito que haya emitido un comunicado así. Es que… No ya porque para mí haya sido un señor siempre y que se ha portado como tal siempre, sino porque ¿a qué viene eso ahora? No lo entiendo».
MÁS PORQUERÍA
Volvemos a los patinazos de Amón, que todavía parece seguir queriendo defender a un acosador confeso: «Tampoco se ha dirimido en un juicio ni es probable que se dirima nunca, pero impresiona la desproporción entre su comportamiento y el castigo. Es un apestado. Ha sido desalojado por la sociedad en la que representaba un tótem. Y se ha organizado una pira más grande que la del Trovatore, confundiéndose muchas veces el justicierismo y el moralismo».
Albert Boadella ya había convertido para entonces al verdugo en víctima. «Angela Turner cuenta que hace 20 años Placido Domingo entró en su camerino e hizo resbalar sus manos desde los hombros hasta los pechos. O sea, que no le propinó un guantazo como cualquier mujer sensata que no desea ligar. Acoso denuncia. Y ahora ella se suma al acoso del tenor». Y el amigo Losantos en vez de poner de vuelta y media al confesor se dedica a deslizar que es la Cienciología, secta destructiva en Francia y religión respetable en España, la que está detrás de las acusaciones.
Salvador Sostres aprovechó las poco pías ondas de COPE para preocuparse por el futuro laboral del artista: «Yo quiero mostrar mi afecto y mi admiración de siempre a Plácido Domingo. Se ha disculpado porque considera que igual no estuvo acertado en algunas cosas y no me parece bien que le retiren de los espectáculos que tenía concertados (…) Me parece que es uno de nuestros mejores artistas y que una vez ha pedido disculpas no hay nada más que decir».
No es la primera vez que causan bochorno las palabras de Sostres, que lleva dos décadas haciendo carrera periodística en el ejercicio de ‘abogado del Diablo’. El periodista llevaría una década en chirona si en vez de plumilla neocon fuese tuitero y rapero y hubiese dicho lo que dijo en 2010 tras el terremoto que causó 316.000 muertes en Haití. Entonces dijo, que «a veces el mundo menstrúa». Lo malo es que muchas veces lo hace contra las personas equivocadas…