Trinitario Casanova, un especulador de altos vuelos

Comprar barato y vender caro es un arte que siempre ha estado mal visto en España, a pesar de que la mayoría de las familias han intentado sacar jugosas sumas invirtiendo en ladrillo en la época en la que muchos pensaban que los precios inmobiliarios nunca bajaban. Pero si el que lo hace es un emprendedor hecho a sí mismo y que posee un ojo clínico para descubrir ineficiencias en el mercado, y además se forra con ello, entonces el deporte nacional es atacarlo sin cuartel. Y eso es lo que le ha ocurrido a Trinitario Casanova, empresario que saltó a la fama por comprar y vender el Edificio España el mismo día, una operación que, además, cerró vestido con traje de luces, de grana y oro, como buen torero.

“El Trino”, como le llaman en su Orihuela natal es un hombre que no se arruga ante la adversidad y que premia a sus leales con regalos y ágapes de toda clase, incluyendo relojes de lujo y viajes por Europa a bordo de su avión privado, un Bombardier que ha alquilado en ocasiones al Fútbol Club Barcelona a pesar de que es un fan acérrimo del Real Madrid. Casanova no desaprovecha ninguna ocasión para hacer negocios, aunque en ocasiones le salgan rana y acabe en los tribunales en el banquillo de los acusados. 

Estos días ha vuelto a la actualidad después de que el fondo de inversión francés Corum le acuse de descapitalizar una de las empresas de su grupo, desviando 10 millones de euros, traspasando las participaciones de la sociedad a su chofer y presentando luego concurso de acreedores. El bufete Cuatrecasas está poniendo toda la carne en el asador para que el empresario –dueño del Grupo Baraka– sea condenado. No sería la primera vez: fue sentenciado a un año de prisión por difundir falsos rumores de OPA en el Banco Popular y acumula varias multas, la última de 750.000 euros por un contencioso con dos empresas que intermediaron en la venta del Edificio España. 

Los problemas con la justicia nunca le han quitado el sueño a Casanova, que es de los que duermen a pierna suelta y con la conciencia tranquila. Las personas que proceden del campo no tienen problemas para descansar después de una dura jornada de trabajo y Trinitario no es ninguna excepción. Aunque ahora vive en una lujosa finca de La Moraleja, con jacuzzi, spa y varios coches de alta gama en el garaje, este emprendedor comenzó su andadura profesional en la huerta levantina, al lado de su padre, que fue su mentor y la persona que le enseñó el arte de la negociación. Lo debió hacer bien, porque ahora acumula una fortuna cercana a los 500 millones de euros que ha levantado de la nada, sin pasar por la universidad y descubriendo las oportunidades que brinda el mercado.

Su legendario olfato lo trabajó desde niño, en el pequeño almacén que tenía su padre para guardar los limones que compraba a los agricultores de la la Vega Baja de Orihuela. Comenzaba la transición en España tras el cambio de régimen y el joven Trinitario, con sólo 17 años, calculaba a ojo la cantidad de fruto que daba cada árbol, hacía una oferta ajustada a los dueños del campo y luego contrataba a gente para vender los limones en cualquier punto del territorio nacional. Al poco tiempo ya ejercía de intermediario para llevar camiones completos al norte de Europa, demostrando que valía para los negocios.

A los 22 años se casó con su primera esposa, que regentaba una joyería en Murcia de la que salieron muchos regalos para los clientes de Trinitario. Un hombre que siempre ha sabido cuidar a los suyos, a pesar de que más de uno ha intentado morder la mano que le dio de comer. 

Casanova es un tipo singular, de esos que amas u odias, pero que no deja a nadie indiferente. Es una persona que va de frente, que no rehuye las preguntas incómodas y que no pierde el tiempo en circunloquios innecesarios. En los espacios cortos es un tipo con un gran sentido del humor, que disfruta del tiempo libre como cualquier otro español, cenando o tomando cervezas con sus amigos, a los que lleva de vez en cuando a ver al Real Madrid en sus viajes por Europa. Remodeló su avión, un Bombardier de más de 40 plazas, para dejar una docena de asientos en los que poder estirar las piernas para viajar a gusto.

Pero aunque vive rodeado de lujos siempre ha tenido claro que el éxito es efímero y que no hay que confiarse. Quizás por eso huye de la deuda financiera –prefiere los recursos propios para garantizar la supervivencia de sus empresas– y siempre ha defendido que el último euro se lo lleve otro, una actitud que le ha permitido proteger sus inversiones.

Casanova siempre tiene la mirada puesta en Estados Unidos, porque sabe que al otro lado del charco se producen acontecimientos que a los dos o tres años tienen impacto en la economía española. Viaja al país frecuentemente y su coche favorito lo compró en Miami, un Rolls Royce que allí pasaba desapercibido pero que en la piel de toro destacaba a la legua. Cuando lo trajo a España tuvo que pagar una fortuna en la aduana pero le mereció la pena porque fue en ese vehículo donde vio a su padre por última vez y, además, fue el que llevó a su boda.

Ahora está casado en segundas nupcias con una jurista colombiana criada en España y con la que ha recorrido medio mundo. Con ella comparte sus dos mayores vicios: la moda y los viajes. Comparten un vestidor gigante que parece un expositor de Louis Vuitton, como relataba la pareja a Vanity Fair en un reportaje que plasmaba el dolor que sufrieron con la muerte de su hijo Max por un problema pulmonar. La Fe no fue suficiente para salvar al pequeño.

Casanova también bebe los vientos por sus dos hijos mayores, Fuensanta y Trinitario, fruto de su primer matrimonio. Ella vive en Londres donde trabaja en una inmobiliaria y el dirige varias sociedades del imperio familiar, entre ellas la fundación que lleva el nombre de las tres generaciones de Trinitarios (padre, hijo y abuelo) y con  la que ayuda a los niños y a los más necesitados. En Madrid colabora con el Padre Ángel y la institución es el orgullo del empresario, con la que devuelve a su tierra una parte del patrimonio amasado con esfuerzo y trabajo durante toda una vida. 

Sus detractores todavía le echan en cara su implicación en el caso Zerrichera –conocido como la Malaya murciana– un episodio oscuro de su biografía –con recalificación ilegal de terrenos incluida– que el prefiere olvidar. Nunca le ha gustado que le llamen “el rey del pelotazo” ni que le acusen de ser un tiburón de los negocios. Cuando se lo dicen contesta con una sonrisa que prefiere los delfines, porque son más bonitos, cariñosos e inteligentes que los escualos.

Tiene como norma no fiarse ni de la prensa ni de los bancos y, a pesar de su exposición pública, es celoso de su intimidad. Su intento de dirigir un medio de comunicación regional –El Faro de Murcia– no llegó a buen puerto porque sus competidores le atacaron la yugular en cuanto vieron peligrar su cortijo. 

Pocos saben que Trinitario pudo seguir los pasos del clan Roig y presidir un equipo de fútbol histórico como el Real Murcia, pero rechazó la propuesta en varias ocasiones. En sus inicios como empresario gestionó una pequeña sociedad anónima deportiva –el Aguilas– con la que consiguió jugar las eliminatorias de ascenso a segunda división. Comenzó ayudando financieramente a la remodelación de los vestuarios y al final le liaron para que se convirtiera en el presidente. Allí descubrió que en ese mundo uno no es dueño de nada pero sí culpable de todo. Aún así recuerda aquella etapa con cariño porque el gusanillo del balompié siempre lo ha llevado en las venas. 

El empresario proclama que no hay nada malo en defender los pilares en los que se sustenta la economía española: el turismo, la agricultura y la construcción. Lamenta que se haya demonizado todo lo que tiene que ver con el ladrillo tras la exposición de la burbuja que se produjo a partir de 2008. Casanova descarta que exista riesgo de que se repitan episodios similares, aunque critica la lentitud de las Administraciones para sacar adelante nuevas promociones inmobiliarias que permitan ajustar la oferta a la demanda que surge por los nuevos hogares. Lo que está claro es que si se vuelve a producir una crisis en el mercado este emprendedor alicantino–murciano será de los primeros en enterarse, así que estén atentos a sus movimientos porque, a lo mejor, salvan ustedes su dinero.