“El reto no es sólo financiar lo que ya es verde, sino hacer verde el resto de la economía”, dice Ana Botín.
La presidenta del Santander, Ana Botín, ha revelado esta semana en un artículo publicado en su perfil personal de Linkedin que su banco rechazó en 2019 participar en tres grandes transacciones “relacionadas con el carbón” y que ha financiado ya más de 700 proyectos de energías renovables en todo el mundo.
El pasado miércoles, los canales televisivos de Mediaset (Telecinco y Cuatro son los dos principales) emitieron un capítulo del programa “Planeta Calleja” en el cual se relata el viaje de Botín a los glaciares de Groenlandia, donde pudo comprobar de primera mano la gravedad del deshielo ártico consecuencia del cambio climático, cuyo origen indiscutible es, a su vez, la actividad humana emisora de dióxido de carbono (CO) a la atmósfera. El banco anunció el año pasado sus grandes objetivos corporativos de banca responsable para la próxima década, uno de los cuales es la lucha frontal contra el cambio climático, incluyendo la movilización de 220.000 millones de euros en financiación para proyectos verdes en todo el mundo hasta 2030 (120.000 hasta 2025); la renuncia a cualquier nuevo negocio relacionado con combustibles fósiles; la conversión progresiva de sus propias instalaciones físicas en neutrales en emisión de carbono -objetivo que su filial española cumplirá este mismo año 2020-, y la desaparición en ellas de todos los plásticos de un solo uso.
Ana Botín ratificó todos estos compromisos con su presencia en Groenlandia y manifestó su perplejidad por aquellos que aún niegan que el cambio climático exista o que sea consecuencia de la actividad humana industrial. Tal volumen de financiación es el mayor de la banca internacional para este propósito, y contribuirá a ayudar a los clientes del Santander en su transición hacia una economía sostenible. Según datos del mercado televisivo, el programa “Planeta Calleja” con Ana Botín obtuvo una cuota de pantalla (“share”) del 19,3% y 2,7 millones de espectadores, con picos de 7 millones en algunos momentos de la emisión.
“El reto no es sólo financiar lo que ya es verde, sino hacer verde el resto de la economía”, escribe Botín. “Hace ya tiempo -añade- que Santander es uno de los mayores proveedores de financiación en energías renovables de Latinoamérica y del mundo. Hemos financiado más de 700 proyectos, desde parques eólicos en Portugal, España, Reino Unido, Países Bajos, México, Uruguay y Brasil, a plantas solares en Italia, España, Reino Unido y Estados Unidos”. Las plantas de energía renovable apoyadas en 2018 por el Santander generaron suficiente energía como para alimentar de electricidad a todos los hogares de Chile, o a todos los de Madrid y Londres juntos. En octubre, el banco español emitió un “bono verde” de 1.000 millones de euros para la financiación exclusiva de proyectos de energías limpias.
Según el último informe Banking on Climate Change, publicado en marzo de 2019 por la organización Banktrack y realizado con datos del período 2017-2018, el Santander ha bajado al puesto 31 entre los 33 bancos internacionales analizados que aún participan en proyectos industriales que implican combustibles fósiles, después de estar en el lugar 24 en el informe anterior. La presencia del Santander en este ranking se debería a que la franquicia polaca del banco español (Santander Bank Polska) compró en diciembre de 2017 la filial local del Deustche Bank, que ya había aprobado previamente su participación en proyectos de financiación de PGE, la mayor empresa energética del país.
La corporación PGE cotiza en bolsa y se ha comprometido a ir reduciendo y abandonando el uso de lignito y antracita como combustibles hasta 2030, así como a potenciar la energía eólica y otras fuentes de cero emisiones de CO. Durante una conferencia de la reciente “cumbre del clima” de Madrid, Ana Botín explicó: “Tenemos un gran banco en Polonia y Polonia es 80% carbón, no podemos simplemente parar su financiación”, haciendo alusión al gran riesgo económico y social que acarrearía para la economía polaca y el suministro energético de los hogares polacos. PGE abastece actualmente a unos cinco millones de familias. “Aunque hay que poner el foco en reducir las emisiones –apunta Botín en Linkedin– tenemos que hacerlo sin olvidar nuestra responsabilidad con las comunidades que todavía dependen de estas industrias. Algunos países están avanzando para disminuir su dependencia de los combustibles fósiles, pero el mundo no puede funcionar ahora mismo sin esta fuente de energía”.
“Sin duda -reconoce- nuestra financiación a clientes que todavía trabajan con combustibles fósiles será cuestionada por algunos e incluso pueden pretender que dejemos de hacerlo inmediatamente. Pero hay que tener en cuenta que Santander ya es uno de los bancos con menor exposición relativa en financiación a fuentes de energía tradicionales entre los comparables”.
“Y nos hemos comprometido -finaliza- a no financiar nuevos proyectos de centrales térmicas de carbón ni de minas de carbón en todo el mundo y a no aceptar ningún nuevo cliente relacionado con la actividad del carbón en todo el mundo. El año pasado rechazamos participar en tres transacciones relacionadas con carbón. Tenemos que hacer una transición de forma ordenada, acompañando a nuestros clientes y trabajando conjuntamente con los gobiernos y todas las partes implicadas”.
Santander es firmante del llamado “Compromiso Colectivo de Acción por el Clima de Naciones Unidas” para contribuir a la consecución de los objetivos del Acuerdo de París. Este compromiso establece medidas concretas y plazos, incluyendo la adaptación de la inversión para reflejar y financiar la economía baja en carbono necesaria para que el calentamiento global se mantenga por debajo de los 2 grados, procurando que sea inferior a 1,5 grados Celsius; la puesta a disposición de los clientes de productos y servicios que faciliten la transición económica que permita alcanzar la neutralidad climática y asumiendo el compromiso de reportar el impacto y progreso de estos compromisos.
De acuerdo con Botín, “este último punto es crítico”. “Estamos trabajando en la implantación de las recomendaciones del “Task Force for Climate-Related Financial Disclosures (TCFD)” para medir y reportar cómo impactan nuestras decisiones de financiación en las emisiones y qué acciones proponemos para limitar ese impacto”. Según la presidenta del Santander, “estamos ante una emergencia”, pero eso no significa que tengamos que elegir entre «más prosperidad o ser más ecológicos». “Necesitamos que el crecimiento sea sostenible e inclusivo. Un crecimiento que impulse y financie la inversión en tecnologías verdes. Un crecimiento que llegue a todos, para que a medida que nuestras economías y sociedades reduzcan las emisiones, las comunidades y los países no se queden atrás. En banca se habla de stranded assets, como los de las compañías petroleras cuyos modelos de negocio deberán cambiar significativamente para continuar operando en un futuro verde. Por supuesto hay que tenerlos en cuenta, pero el activo más importante que tenemos son las personas. Necesitamos ayudar a formar y volver a capacitar a las personas para que puedan conseguir un empleo en las nuevas industrias “verdes” que surjan y en la nueva economía digital”.
“Según avanzamos en la transición -concluye Botín- no podemos ni debemos olvidar la “S” de Social de los criterios ASG (Ambientales, Sociales y de Gobierno corporativo). Para llevar a cabo esta transición necesitamos el apoyo de la sociedad. La gran mayoría de las compañías del sector de energía tradicional lo reconoce y están invirtiendo considerablemente no solo en nuevas tecnologías, sino en la transición y la formación para la economía verde. Para aquellos que proponen soluciones más radicales, habría que pedir claridad y que se analicen cuáles serían las consecuencias si el sistema financiero mundial dejara de financiar hoy a las compañías de energía tradicionales. Para movilizar los miles de millones de euros necesarios para combatir el cambio climático es necesario asegurar que el precio del riesgo se fije correctamente, ya que eso ayudará a dar seguridad a los inversores. Para ello es necesario contar con una taxonomía sólida -términos y metodología comunes- que no sólo evite lo que se conoce como greenwashing, sino que identifique qué activos y sectores debemos impulsar y en cuáles debemos ayudar en la transición”.