A medida que el hachazo a la distribución del gas parece suavizarse, Enagás tiene que centrar la mirada en los problemas que le llegan desde Estados Unidos. La razón es que su última adquisición, un 10,9% de la gasística Tallgrass, no solo ha perdido una parte importante de su valor (pese a que ha pasado poco más de medio año), sino que las expectativas de beneficios futuros se «han reducido drásticamente«, alertan desde distintas firmas de inversión. Por último, los inversores se han visto incomodados por las prácticas utilizadas en la operación por su socio, Blackstone, y los ejecutivos que dirigen la firma.
Pese a que son varios los puntos, el más preocupante es el del empeoramiento en el negocio de la gasística estadounidense. Así, las estimaciones de los analistas que siguen el valor han impulsado con fuerza a la baja las expectativas futuras de beneficios, que deben pagar los dividendos que esperaba generar la española, en los últimos meses. «Nuestras estimaciones para Tallgras se basan en el consenso de Bloomberg, que se han reducido drásticamente en los últimos meses», alertan desde el Departamento de Análisis de Deutsche Bank.
Los analistas temen que Tallgrass tenga que rebajar los precios en las próximas negociaciones de contratos para dos de sus principales tuberías, tiene tres en propiedad, dada la fuerte competencia que hay en el sector. La gasística es propietaria un total de 11.000 kilómetros de tuberías de transporte, 2.400 en forma de extracción de gas y un oleoducto de 1.300 kilómetros. En concreto, la caída en las tarifas de su principal activo, Pony Express, podría provocar un recorte cercano al 25% en el dividendo que reparte la gasística, según los cálculos efectuados por Citi, lo que supondría un nuevo dolor de cabeza para Enagás. Más si cabe, los recortes en los ingresos que tendrá que asumir por la remuneración de sus activos de gas en España.
Un panorama de caída de ingresos, más en empresas relacionadas con infraestructuras, se traduce en un recorte de su valor bursátil. Un desplome que ha sido muy rápido. Así, en poco más de ocho meses la capitalización de Tallgras se ha hundido cerca de un 24%, desde los 5.900 millones que estaba valorada. Además, la reducción del valor de la inversión de Enagás se hizo patente, se podría decir que se oficializó, a finales agosto cuando su socio preferente presentó una oferta para adquirir la totalidad de la misma por 19,5 dólares por acción, frente a los 23,76 dólares que marcaban sus títulos en el momento de compra el pasado mes de marzo.
MALAS PRÁCTICAS EN LA OPERACIÓN DE ADQUISICIÓN
Pese a que el actual 24%, desde la entrada de la española, ya es una caída considerable, hubo momentos a lo largo del verano en el que el hundimiento alcanzó el 37%. La razón fue la filtración de algunas cláusulas extraordinarias (y muy ventajosas) firmadas entre el consorcio que agrupaba a Blackstone, GIC y Enagás y los directivos de la gasística estadounidense. En ellas, se garantizaba a varios altos ejecutivos recomprar las acciones que mantenían en su poder por un precio de 26,25 dólares, mientras el valor de los títulos de la compañía en el mercado caían hasta los 15 dólares.
El principal problema de lo anterior, era que se producía una desconexión entre los intereses de los accionistas y los del equipo directivo. La explicación es sencilla, puesto que al aceptar un precio mínimo, los ejecutivos se garantizaban una venta satisfactoria, con una importante rentabilidad, fuese cual fuese el precio final que decidiese ofertar Blackstone (junto a Enagás). En otras palabras, la directiva se aseguraba su botín, mientras que los accionistas comunes debían aceptar un posible precio a la baja sin defensa alguna. Incluso algunos accionistas de Tallgrass como Simon Lack, socio gerente de Advisors LLC, explicaba que el contrato paralelo motivaba «perversamente» a acordar un precio más bajo para la acción, informó Bloomberg.
La situación se complicó tanto que el propio consejero delegado, David Dehaemers, tuvo que dar explicaciones en la última conference call, que se hizo por los resultados del tercer trimestre. Así, Dehaemers señaló que los acuerdos se debían a pagos en forma de primas para los accionistas ordinarios negociados con Blackstone, pero que estaban perfectamente alineados con los accionistas. A pesar de ello, algunos inversores afearon la decisión tomada por el CEO y su equipo por ser «poco cosmético«, ya que se podría haber conseguido el mismo resultado de una manera más directa a través de un pago en efectivo de la prima que estuviera desvinculado del precio de las acciones.