miércoles, 11 diciembre 2024

El mito de los derivados cárnicos a 1€: ni pechuga, ni pavo

La famosa pechuga de pavo, un salvavidas para muchos padres, se trata de un alimento básico para la alimentación de los hijos. El problema es que su calidad y procedencia es cuestiobable. Demasiado.

Junto a la sección de derivados cárnicos, las posibilidades son inmensas: jamón de york, jamón de pavo, pechuga de pavo, pechuga de pollo, braseados… ¿Cómo saber si estamos comprando realmente el producto en cuestión y no una mezcla de sustancias adicionales para hacer más “bonito” el alimento? Fácil. En el envase y el etiquetado están todas las respuestas.

Aunque el envase incluya en tamaño grande la denominación “pechuga de pavo”, no hay que dejarse engañar. Puede ocurrir, y es frecuente, que encima de esto, con letra diferente y minúscula, aparezca escrito “fiambre de…”. La normativa así lo indica en el Real Decreto 474/2014, de 13 de junio, por el que se aprueba la norma de calidad de derivados cárnicos. Según esta regulación publicada en el BOE, “cuando a los productos elaborados con piezas cárnicas se adicionen féculas, la denominación irá precedida de la mención «fiambre de»”.

La diferencia entre la pechuga de pavo y el fiambre de pechuga de pavo parece ínfima, pero no lo es tanto si se pretende llevar una alimentación saludable. El producto mayoritario y que se compra es la pechuga de pavo en ambos casos, pero el fiambre contiene féculas, algo prohibido en la pechuga de pavo, y también un porcentaje menor de carne. La calidad es la principal diferencia entre un producto cárnico y el otro, pero bien es sabido que, el fiambre no está asociado a nada bueno en la cultura popular. 

Si dejamos atrás la problemática denominativa, ¿realmente somos conscientes del porcentaje de pechuga de pavo que contiene el producto? En la mayoría de los casos no alcanza el 80%. El resto de componentes no son sanos, y muchos de ellos tampoco son necesarios más allá de embellecer las lonchas para hacerlas más apetecibles.

La calidad se paga, y en este sentido se da una coincidencia bastante curiosa. Aquellos envases que incluyen una pegatina, bastante llamativa, que anuncia que el precio es de tan solo un euro o dos, es decir, una oferta, suelen contener un reducido porcentaje de pechuga de pavo. Aquí es donde el consumidor debe decidir: ganga o salud.

EL CASO DE ‘EL POZO’

El Pozo sufrió las consecuencias de la emisión de uno de los conocidos programas de Salvados (La Sexta). Las imágenes de una granja que trabajaba con la marca y tenía animales con malformaciones y tumores. Saltó la alerta y las cadenas de supermercados decidieron alejarse de de la conocida marca entre sus estanterías.

El Pozo es una de las marcas que comercializa este fiambre como si de pechuga de pavo se tratase, aunque la apariencia dista mucho de ser la misma. En el caso de estos envases, ni siquiera se denomina pechuga. Su forma cuadrada muy adaptada al formato sándwich, contiene ingredientes muy diversos, además del pavo y el pollo. Fácilmente puede se puede caer en el error de pensar que se compra un derivado cárnico «bueno». 

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Envases de pavo y pollo de EL POZO

Las marcas blancas de los supermercados también crean esta confusión con el consumidor y comercializan grandes formatos a un precio muy reducido. Es lo que se denomina «pack familiar» o «formato ahorro»; sin embargo, también se ahorra en calidad alimentaria. 

EL ‘FAKE’ DE MERCADONA

Las redes sociales son el caldo de cultivo perfecto para las fake news y las cadenas de supermercados lo saben bien. Uno de los más recientes ha involucrado a Mercadona y la pechuga de pavo. En concreto, el producto pertenece a la gama de derivados cárnicos de su marca blanca, Hacendado. Tras la gran alarma creada en unos pocos días, la cadena de supermercados desmentía la peligrosidad de su producto.

El bajo porcentaje de pechuga de pavo que contienen algunos derivados cárnicos eleva el porcentaje de sustancias desaconsejables para el organismo. Algunos conocidos aditivos como el E-407, también denominado como carragenina o el nitrito de sodio (E-250) forman parte de la lista de componentes que convierten los alimentos que los contienen en poco fiables para el consumidor. Y han sido los protagonistas del bulo que ha tenido a Mercadona en el centro del huracán. 

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