Tiene aspecto de profesor de matemáticas jubilado, pero el Rolex de oro que lleva en su muñeca, con camisa y traje a medida, le delata. A este peliculero de flequillo congelado y colchonero de pro (de razón y corazón) no le ha ido nada mal en la vida, a pesar de lo cual es una de esas personas que dedican 15 horas todos los días al trabajo, con opíparas comidas incluidas. En su caso lo hace en un doble frente: la presidencia del Atlético de Madrid y la gestión de su corporación cinematográfica.
Pasa los días entre el Wanda Metropolitano y su despacho en Pozuelo de Alarcón, madrugando para no perder su cita diaria con el gimnasio y descansando los fines de semana que el fútbol se lo permite en la inmensa finca que posee en San Martín de Valdeiglesias, “La Granjilla”, que dispone de una sala de cine que hace las delicias de sus invitados. En la caja fuerte guarda los papeles que confirman su fortuna, con un patrimonio de 230 millones de euros que le serviría para retirarse, así como a toda su familia actual y futura, pero a Enrique Cerezo no les gusta pasar los lunes al sol, aunque sea en un sofá de 3.000 euros la pieza.
Todos le conocen por el fútbol, pero este madrileño que pasó su juventud en tierras segovianas gestiona el 80% de los derechos del cine español y multitud de títulos fuera de nuestras fronteras. Cada vez que reponen King Kong o Ciudadano Kane su cuenta corriente recibe un nuevo ingreso que le sirve para seguir engordando su imperio.
Es un negociador nato, con un espíritu comercial casi enfermizo que le hizo pasar de proyectar películas en el colegio de Los Misioneros de Segovia bajo la mirada atenta del cura a lograr varios premios Goya. Por el camino ha hecho de todo, desde poner focos para que se luciera Paco Martínez Soria a regentar un cine porno en la madrileña calle de San Bernardo. Sus amigos saben que aun añora la figura de Claudia Cardinale, actriz que embelesaba al joven Enrique mucho más que sus competidoras Sofía Loren o Gina Lollobrigida.
MADRILEÑO CASTIZO HIJO DE FERROVIARIO
Cerezo es un madrileño castizo, como sus amigos Esperanza Aguirre e Ignacio González, políticos marca y seña de la corrupción del PP que se llevó por delante –sólo políticamente– al ex presidente Mariano Rajoy. Nació en la calle de la Paloma, en los últimos estertores de la parte baja del Rastro, pero el trabajo de su padre (ferroviario en la Renfe franquista) le llevó pronto a Segovia. Quizás por eso todos los veranos el Atlético de Madrid deja por un día la concentración deportiva para pegarse un homenaje en el famoso restaurante José María, a las puertas del cual los aficionados se agolpan para ver a sus ídolos antes de que “el Cholo” y Cerezo corten cochinillos con el plato, como manda la tradición local.
Gran coleccionista de carteles y fotografías de películas –como no– sus nietos le dan muchas alegrías en una etapa vital en la que cada vez cuesta más los anhelos del pasado. Aquellos años de escapadas adolescentes a los cines de Madrid –viaje en tren mediante–, donde el aire acondicionado era pura ciencia ficción y en las salas se colocaban barras de hielo delante de ventiladores para refrescar al personal mientras se proyectaban títulos de la talla de Los cañones de Navarone o Ben–Hur. El olor del ambientador industrial se mezclaba con el de los cuerpos de aquellos muchachos que se veían obligados a hacer largas colas para adquirir sus localidades porque no había muchas alternativas de ocio. Hoy aquel joven se ha convertido en el amo y señor del cine español, siendo el ciudadano particular con más derechos de películas de todo el planeta.
Cerezo es un hombre presumido y corre la leyenda de que todos los días un peluquero acude a su domicilio para córtale el pelo a navaja, e incluso se dice que duerme con una rejilla para proteger su característico flequillo. El niega ambas afirmaciones y también desmiente siempre que le preguntan por ello que su fortuna se haya labrado mediante trapicheos varios y prácticas empresariales dudosas.
Y es que en el mundo del celuloide se le acusa de haber conseguido su inmenso catálogo buscando a propietarios desesperados ahogados por las deudas, a los que pagaba precios irrisorios por sus derechos. Sea como fuere, en los años ochenta del pasado siglo ya gestionaba 1.500 títulos (hoy suman más de 7.000) y, tras lograr un notable éxito en el incipiente sector del video doméstico, en los noventa ya producía bajo su propia marca y era el presidente de la EGEDA, una especie de SGAE del cine.
EL VIDEOCLUB QUE LE LLEVÓ A LA PRESIDENCIA DEL ATLETI
Pocos saben que Cerezo fue el propietario del primer videoclub de la capital de España, en la calle Jorge Juan, local que contra todo pronóstico le catapultó al mundo del fútbol sin comerlo ni beberlo. Allí acudían futbolistas, sobre todo del Atleti, con los hizo amistad debido a su afición por el club rojiblanco.
Una cosa llevó a la otra y pudo conocer a Vicente Calderón, presidente con el que mantuvo una frugal relación, todo lo contrario que con Jesús Gil, con quien forjó una estrecha amistad y a quien sustituyó años después en una oscura maniobra de ingeniería financiera que acabó en los tribunales. Se libró por la prescripción del delito, como tantos otros ilustres empresarios ibéricos desde que se produjo nuestra querida Transición.
Suele ser un hombre afable y tranquilo, con un carácter socarrón que le ha hecho pronunciar frases que han servido como munición periodística para los ávidos reporteros deportivos. Ha aguantado carros y carretas en el palco, aunque a veces su hartazgo le ha llevado a hacer alguna que otra peineta a los aficionados que le insultan.
De vez en cuando le recuerdan su relación con Don Jesús y tal y tal, cuyos escándalos le salpicaron de forma tangencial y algunos ni eso, como el de Marbella. Hasta sus adversarios admiten que ha avalado 120 millones de euros para mantener al equipo de sus amores a flote, aunque le cueste soltar la pasta en casa porque en su familia dicen que, de puertas hacia dentro, es de la cofradía del puño cerrado.
«LA GRANJILLA», LA CASA DE IBIZA Y EL POZO ILEGAL
Y eso que dinero y propiedades no le faltan. Además de “La Granjilla” y el piso de veraneo que tiene en la isla de Ibiza, donde veranea con frecuencia, tiene numerosos inmuebles, entre los cuales destacan los seis chalets en la urbanización de lujo que comparte con varios jugadores del club y con el directivo del Canal de Isabel II, Rafael Prieto. Cada casa cuesta dos millones de euros y el complejo dispone de spa y un club social cuyo suministro de agua ha sido realizado de forma ilegal durante casi cuatro años porque la constructora abrió un pozo pirata.
Tiene la piel de hierro, aunque los escándalos le acompañan en esta ultima etapa de su vida y con 71 años tiene que aguantar el bochorno de aparecer en los telediarios por su implicación en la Operación Lezo, en cuyo sumario existen grabaciones de audios con conversaciones mantenidas en el despacho de su amigo Ignacio González que ponen de manifiesto que la relación entre ambos era (y es) muy estrecha. En esas cintas de confesiones y compadreo con tufo a cloaca Cerezo se refiere a Juan Miguel Villar Mir como “el gilipollas de OHL que está pringado en todas las concesiones” y el ex vicepresidente de la Comunidad de Madrid bromea con “pegarle dos tiros al juez”.
SU AMIGO IGNACIO GONZÁLEZ Y EL ÁTICO DE MARBELLA
Los trabajadores de Telemadrid despedidos en el ERE, personados como acusación popular en la causa del famoso ático de González, aseguran que Cerezo entregó el dúplex marbellí a su amigo como pago por los servicios prestados en su etapa de fiel escudero de la lideresa. Un caso que languidece en los juzgados de Estepona por supuesta falta de cooperación de Panamá y otros países a los que se les ha solicitado información sobre esta supuesta mordida. Pueden esperar sentados.
Cerezo está casado con María Jesús de Frutos, una segoviana que estudió magisterio, luego se pasó a la decoración y ahora dedicada a la pintura, tiene tres hijas que –como todos los miembros de la familia, nietos incluidos– son socios del Atleti. El empresario ahora está inmerso en un nuevo proyecto en el que ha puesto toda su ilusión: la creación de una plataforma similar a Netflix pero a la española, a la cual le ha puesto un nombre muy hispánico: FlixOlé. No se cansa Don Enrique de seguir buscando nuevas vías y oportunidades de negocio, capacidades no le faltan.