Quizás sí, pero por lo general no hay que cursar una larga carrera durante al menos cuatro años, junto con una especialización (llamémosle Master) para descubrir que algo falla (por ser muy bondadosos con el término), también que es un paso atrás, cuando: una persona al mando de un negocio, llamémosle directivo, intercambia una pieza de mucho valor para su negocio, vendiendo la que posee a un precio inferior a la que realmente posee, mientras que al mismo tiempo adquiere otra, por un 71,4% más de su valor. Bienvenidos, a las (nuevas y flamantes) oficinas del Atlético de Madrid.
Probablemente la mayoría, que sigue la prensa deportiva, habrá reconocido ambas piezas que el (o los) directivo (o directivos) piensan mover en el club colchonero. Por un lado, Antoine Griezmann, que presumiblemente se irá del club rojiblanco por 120 millones, el valor de su cláusula, y cuyo precio real de mercado es de 130 millones de euros, según transfermarkt, porque entre otras cosas fue el tercer mejor jugador del mundo según la clasificación del Balón de Oro en 2018.
Por otro lado, el jovencísimo jugador del Benfica Joao Félix cuya cláusula está en 120 millones, que son los que se están negociando, pero que en realidad su valor de mercado se sitúa en 70 millones de euros, según Transfermarkt. Una cifra que recoge el potencial del jugador, dado que deportivamente todavía no está entre los mejores y obviamente muy lejos de lo que puede ofrecer Griezmann.
En definitiva, al margen de más movimientos, la cúpula del Atlético de Madrid va a vender al tercer mejor jugador del mundo por el mismo precio por el que va a comprar a un chaval de 20 años, eso sí con un gran potencial. Aunque se debe matizar en este aspecto que como inversión, el luso, tampoco es tan satisfactoria, puesto que si se sobrepaga un activo pierde rentabilidad de cara al futuro. Son cosas de las cláusulas dirá alguno, como si fueran imposiciones caídas del cielo y no las mismas que negocian (y pueden revisarse) los mismos que luego se agarran a su inamovilidad. «Cosas Veredes, amigo Sancho», que escribiría el genial Cervantes, que ocurren en la ahora denominada Avenida de Luis Aragonés.
UN DESAFÍO PARA LAS CUENTAS DEL CLUB
Pese a lo desafortunado del movimiento en lo más palpable, el fichaje de la joven estrella del Benfica también supone un desafío para las finanzas del Atlético de Madrid. Los 120 millones que debería asumir el club no solo es el más caro en la historia, sino que la cantidad es mayor que el gasto total en fichajes que ha desembolsado la entidad rojiblanca en cualquier temporada en su historia salvo en dos, la anterior (2018/19) con 160 millones y la 2015/16 con algo más de 143 millones.
La insólita política de cláusulas de la cúpula del club también supone un quebranto de cerca de 60 millones, 50 más que se pagan y 10 menos que se cobran, para su equilibrio financiero, por lo que el margen de operaciones es menor. Una situación que en el Atlético de Madrid es ciertamente peligrosa dado a que su fondo de maniobra -que mide la capacidad que tiene una empresa para poder hacer frente a sus pagos a corto plazo y seguir realizando sus inversiones necesarias- es muy negativa. En este punto, se debe recalcar qué si bien en los clubes de fútbol por definición siempre es negativo, los -187 millones de 2018 (o los -259 millones en 2017) es una cantidad importante, por ejemplo, el Real Madrid cerró 2018 con -106 millones y su cifra más negativa en el último lustro han sido 135 millones negativos, mientras que en el desastre del Barcelona es mejor ni entrar.
Al final, todos estos detalles financieros llevan a que la deuda en las entidades como el Atlético de Madrid siga siendo un contrapeso muy importante es sus operaciones. Además, no solo se le añade malvender jugadores, recuerden culpar a las cláusulas que en las oficinas del club son inocentes, sino el desembolso importante en el nuevo estadio. Con todo, cerró 2018 por encima de los 500 millones de euros, y parece que la venta de su superestrella no la va a reducir, ¿lo hará la de Joao en unos años (si sucede)? O se culpará, de nuevo, a la imposición divina de las cláusulas, mientras tanto el deterioro sigue ahí.