viernes, 13 diciembre 2024

Netflix y HBO: malos para el corazón sin buena conexión

Era de esperar. Siempre ha causado bastante frustración ver algo por internet y que se colgara. Pero eso era antes de la aparición de Netflix y HBO y, sobre todo, la mayoría de las cosas eran piratas. Tampoco nos podíamos enfadar mucho. Aunque ahora, con fibra óptica, velocidad de 100 Mb/s y televisiones muy potentes, si se cuelga una serie provoca cabreo. O, incluso, algo más. De hecho, afecta a la salud.

En concreto, cuando el streaming falla, el usuario sufre. Las pausas o retrasos durante una reproducción de un vídeo en un dispositivo móvil aumentan la frecuencia cardíaca de media un 38%, así lo revela el informe Ericsson Mobility Report MWC. “Estamos acostumbrados a obtener la información en el momento y a que nuestra interacción, sobre todo en sistemas digitales, sea sin retraso; tenemos muy poca tolerancia a la demora”, afirma Diego Redolar, neurocientífico y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC.

Y es que Netflix y HBO han venido a revolucionar todo, incluyendo nuestros estados de salud. Por eso, en una sociedad cada vez más ansiosa y con todo a golpe de clic, sucede que nadie quiere esperar.

En este escenario, el estudio en cuestión medía la actividad cerebral, los movimientos oculares y el pulso de los usuarios mientras completaban diferentes tareas viendo vídeos en streaming. “Esta es una respuesta normal ante una situación que incrementa la resistencia del sistema nervioso, el usuario está esperando y esa espera lo angustia, el vídeo va lento y esto hace que se active el sistema nervioso simpático y se desencadene ese tipo de cambios fisiológicos”, afirma Redolar. Según el estudio, los niveles de estrés provocados por las pausas en la reproducción se asimilan a la situación de estrés que supone ver una película de miedo.

NETFLIX, HBO, EL PRECIO Y LA VELOCIDAD

Lógicamente en este escenario, la velocidad es esencial. Así, pese a que ahora mismo Netflix y HBO cuentan con grandes despliegues de redes para que todo vaya más rápido, no siempre fue así. “Cuando comenzó internet, los módems de 56 kB tardaban 2, 3 o 4 minutos en cargar una página web. Esto ahora es impensable para quienes no son nativos digitales y para quienes sí lo son. Estas generaciones más jóvenes están aún más acostumbradas a la inmediatez y no solo en la tecnología, se han construido en base al right here, right now desde pequeños y por tanto tienen menores niveles de tolerancia a la tardanza”, advierte Redolar.

Todo esto justifica esa sensación de angustia cuando algo no funciona. De hecho, en la última temporada de ‘Juego de Tronos’, tras el estreno del primer capítulo hubo problemas en la aplicación de HBO. Esto produjo que el lunes de esa mañana, tras el estreno, no se pudiera ver bien. Las quejas en redes sociales no se hicieron esperar. La ansiedad era enorme porque, directamente ni se podía ver.

Aunque todo esto viene de atrás. En concreto, fue cuando aterrizó primero Netflix y poco después lo hicieron HBO y Amazon y ofrecieron una combinación ganadora: un modelo de suscripción mensual a un precio ajustado, Netflix y HBO por 7,99 € y Amazon Prime Video (integrado dentro de su tarifa plana de envíos, por 4,99 € al mes o 36 € anuales). Amazon Video por 4,99 € al mes.

Les siguieron plataformas de otros sectores como el musical, como Spotify con una cuota mensual de 9,99 €. “Esto ha supuesto decir adiós al pago por único contenido o al peaje de la publicidad, una estrategia centrada en una óptima experiencia de usuarios y la apuesta por el contenido original de calidad”, afirma Elena Neira, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.

La multiplicidad de plataformas ofrece más posibilidades pero también contribuye a que cada vez sea más difícil para el espectador saber de la existencia de una serie”, explica Neira. Según la revista Fortune, si los estadounidenses decidieran suscribirse a todas las plataformas de reproducción en línea disponibles gastarían 115 dólares al mes, diez veces más de lo que supone un único servicio.

En Estados Unidos, país líder en este tipo de plataformas, el 47% de los usuarios americanos están frustrados por el número creciente de suscripciones y servicios requeridos para ver lo que quieren, según afirma un estudio de Deloitte. “En la base de esta frustración se encuentran dos hechos directamente vinculados al camino que está siguiendo el streaming: la saturación de plataformas, la vertiginosa rotación de estrenos que imponen, que hace cada vez más larga la lista de programas por ver, y el hecho de que la mayoría esté apostando por contenido original y exclusivo, lo que hace muy costoso (inviable incluso) el poder acceder legalmente a todas ellas”, detalla Neira.


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