Las escasas precipitaciones que han caído en España en lo que va de año, apenas ha llovido un puñado de días, ha situado las reservas hídricas mantenidas en los pantanos por debajo de los valores de 2017, que fue uno de los años más secos (y más caros en cuanto a electricidad) que se recuerdan. El bajo volumen de agua almacenado actualmente presionará al alza el precio de la luz en los próximos meses, como ya ocurrió hace dos años y que disparó la factura respecto al año anterior.
Las características del sistema eléctrico español, sin una base nuclear sólida y dependiente de energías intermitentes como la eólica, provoca que la hidroeléctrica tenga un peso preponderante a la hora de fijar un precio. Así, por norma general, en los años más secos el pool (como se conoce al mercado mayorista de subasta) pagado se dispara, ya que generar energía a través de carbón y gas, que son sistemas de respaldo para cubrir la demanda, es más caro por lo que eleva la factura, al ser un sistema marginalista.
En lo que va de 2019, el total de agua embalsada está (último dato fue a 25 de marzo) en los 32.627 hectómetros cúbicos, una cifra que se sitúa por debajo de las del año pasado en un 6,7% y supone una reducción del 16,3% respecto a la media en los últimos cinco años. Aunque eso sí, en cuanto a reservas de energía hidroeléctrica (agua embalsada para generar electricidad) la cifra sí es mejor que respecto a 2017, en concreto un 9,7% más, pero es la segunda peor a estas alturas del año desde hace casi una década.
En lo que va de 2019, el total de agua embalsada se sitúa un 6,7% por debajo de 2017 y hasta un 16,3% menos respecto a la media en los últimos cinco años
Lo anterior, la reserva de energía hidroeléctrica disponible, está muy unido al precio al que se mueve el pool, de hecho, entre 2016 y 2017 ésta se redujo en un 30% y llevó a que la factura se disparase un 31,7%. Si ponemos el contador a principio de año, la producción hidroeléctrica acumulada (la que va desde el 1 de enero hasta, en este caso, el 25 de marzo) se situó en los 6.867 GWh lo que supone una caída cercana al 21,5% respecto a 2018. Una situación que de continuar, si no llegan las precipitaciones, presionará al alza los precios una vez aumente la demanda al margen de lo que haga el resto de componentes.
Pese a la importancia evidente de las reservas de agua para abaratar el precio de la electricidad está lejos de ser el único componente, ya que influyen otros muchos. Así, el pasado 2018 se convirtió en uno de los años más caros, el segundo que más en las últimas dos décadas, aunque las reservas de energía hidroeléctrica fueron bastante superiores a las de 2017. La razón está en la evolución al alza del precio de los derechos de emisión de CO2, ya que las centrales térmicas de carbón y gas natural (que están de respaldo) deben comprar derechos (bonos) para poder emitir dióxido de carbono. Al final, dicho mercado que evoluciona como si fuera cualquier activo bursátil es una penalización para las centrales térmicas.
Por el momento, el precio de dichos derechos no ha alcanzado las cotas máximas de finales de 2018, pero han empezado a crecer en los últimos días. De hecho, cerró la semana anterior con el precio más alto de las últimas semanas tras encadenar cuatro días de subidas, todo ello ha provocado que el precio del pool pagado este pasado lunes se disparase un 10,2% hasta los 58,43 euros, según datos de la Omip. A pesar de ello, todavía se sitúa lejos de los altísimos precios con los que cerró el año pasado y que en alguno de los meses batieron récords históricos.
LA ELECTRICIDAD EN PLENA CAMPAÑA ELECTORAL
El agua, el viento y los bonos de emisión no son los únicos factores que influyen en la configuración del precio de la luz, también entran los políticos. Así, este mismo mes de abril la factura que paguen los españoles será más cara debido a que el Gobierno de Pedro Sánchez ha puesto fin a la moratoria en el impuesto del 7% a la generación eléctrica y ha vuelto a aplicarse desde este lunes pasado, lo que supone un incremento de entre el 2 y el 3%, lo que supone una subida (al margen del resto de componentes) cercana al euro.
Otro de los factores que afecta, y afectará mucho, al precio de la electricidad en los próximos años es la política que se adopte respecto a la energía nuclear. En principio, las centrales españolas sirven como sustento del mix a un precio muy bajo (en Francia el precio de la luz es cerca de un 30% más barata que en España gracias a su capacidad nuclear) que permite que no se dispare la factura. Una situación que cambiará radicalmente si se prosigue con el plan de cerrarlas, y que ha llevado a algunos partidos (como el Partido Popular) a proponer ampliar la vida de las mismas y seguir beneficiándose de dicha fuente de energía.
El objetivo último del cierre nuclear es que en España se alcance que un 74% de la energía eléctrica consumida provenga de energías renovables, lo que supone un reto muy importante (y probablemente costoso). Por un lado, porque el objetivo es demasiado optimista respecto de la situación actual, ya que la diferencia entre una y otra es de las mayores en toda Europa. Por otro, porque las características de las renovables, su generación es alterna, hacen que se necesite de otras de respaldo y, en especial, de nuevas redes de distribución más eficientes. Y claro, todo eso hay que pagarlo y no es nada barato.