Invertir en una vivienda para después especular con ella, ya no es un negocio atractivo para los jubilados. Desde el 2014 -año que comienza la recuperación económica en España-, los pensionistas inversores en ladrillo se han reducido a más de la mitad. Las pensiones más bajas y la profesionalización del sector, factores clave.
La ruptura del Pacto de Toledo ha vuelto a echar a la calle a los pensionistas. Una calle donde proliferan las viviendas con los que estos últimos han dejado de especular. Porque según el último informe de Tecnocasa, los pensionistas representan un 8,9% del total de las personas que compran inmuebles para después alquilarlo o venderlo. Esto es menos de la mitad que en 2013 cuando el porcentaje se situaba en un 21,5%.
Antes del nuevo ciclo alcista era muy común que los recién jubilados invirtieran sus ahorros en la compra de un piso para después arrendarlo. El dinero por alquilar esa vivienda era la mejor opción para completar las bajas -en muchos casos- pensiones que recibían. Una apuesta segura. Pero la tendencia ha cambiado y ahora cada vez son menos los pensionistas que deciden invertir en el ladrillo.
Ahora, el perfil del inversor en el mercado inmobiliario se ha trasladado a los autónomos. Este target sólo suponía el 18,9% en el año 2014 y en la actualidad representa un 44% de este sector, según datos facilitados en el último informe sobre el mercado de la vivienda de Tecnocasa. «Esto ha supuesto una profesionalización del sector», afirma el profesor José García Montalvo.
Cuando la inversión recaía sobre el pensionista el activo -la vivienda- se depreciaba. ¿Por qué? Sencillo, porque los jubilados no cuidaban el inmueble. Compraban, alquilaban y se olvidaban del mantenimiento del mismo. Ahora, hay personas que se dedican de manera profesional a la transacción de pisos, a su reforma y a su posterior arrendamiento.
Al observar los datos del inversor según sus edades, se comprueba como esta profesionalización del mercado ha alcanzado a la franja que más posibilidades tiene de contar con un contrato indefinido. Se trata de los individuos comprendidos entre los 25 y los 44 años (48,6%). Le siguen los inversores de entre 45 y 54 años (34,7%) y los de más de 55 años (16%). Este último tipo de inversor también ha bajado un 8%, desde el año 2014. Un descenso que viene enmarcado también en la retirada del mercado especulativo de los pensionistas.
En otro de los puntos en los que se denota o se atisba la huida de los jubilados es en la forma de pago del inversor. En el año 2013, el 86,1% pagaba al contado sus inversiones en el ladrillo. En la actualidad, ese porcentaje ha disminuido hasta el 67,1%, es decir, casi un 20% menos. La hipoteca ha ganado terreno, porque ahora los pensionistas no desembolsan todos sus ahorros en el inmueble, son los autónomos profesionales los que deciden hipotecarse para obtener una rentabilidad de la vivienda.
DESCIENDE EL APETITO DEL INVERSOR
De todos modos, lo cierto es que el apetito inversor se ha visto reducido en el último 2018. Durante el pasado curso, la inversión ha supuesto el 28,3% de la motivación de la compra, muy por detrás de la primera razón, la adquisición de la primera vivienda (64,9%). Sin embargo, en el año 2017, la inversión supuso el 29,7% de las motivaciones de compra -el máximo alcanzado del último lustro-. En este apartado, por encima de la media nacional se sitúan ciudades como Madrid con un 35%. La capital todavía atrae las miradas de los inversores gracias a sus precios competitivos y a sus rentabilidades. Una tendencia que no ocurre en Barcelona.
BARCELONA AVISA DEL AGOTAMIENTO
En la Ciudad Condal, se supera por muy poco la media nacional en este apartado (28,8%), pero lo que preocupa es la alarmante caída del apetito del inversor. En 2016, invertir en el ladrillo suponía el 35,3% de las motivaciones de compra de una vivienda, es decir, casi un 7% más que en la actualidad. El mercado en Barcelona se ha enfriado de manera repentina y los expertos advierten que puede ser el termómetro del futuro.
«Hay que tener en cuenta que lo que sucede en Barcelona es un aviso para el resto de España. En la Ciudad Condal fueron donde se visualizaron los primeros síntomas de la recuperación del sector y ahora es donde se comienzan a notar el agotamiento del mismo. Y contrariamente de lo que pudiera parecer, la inestabilidad política y el ‘procés‘ no han tenido nada que ver», afirman desde Tecnocasa.