sábado, 14 diciembre 2024

Vodafone, el fútbol y el misterio del cable desaparecido

Resoplan en la sede de Vodafone España. Los últimos resultados financieros (tercer trimestre fiscal) de la compañía son esperanzadores. Al menos así lo han valorado en el operador rojo. Todo ello mientras en sus oficinas preparan el hatillo más de 1.000 empleados. La cuestión ahora consiste en ver el vaso medio lleno, con posibilidad de llenarse o con un gran agujero.

Y es que la compañía dirigida en España por Antonio Coimbra está inmersa en un extraño punto muerto. Su actividad comercial no se puede detener. Se juega mucho en ello. Así, los pequeños respiros en la pérdida de clientes, o incluso la captación, tienen que venderse como un logro. A su vez, deben tener precaución en mandar mensajes demasiados eufóricos mientras firman las cartas de despido planteadas en su ERE.

Por si fuera poco, hay que sumar la comprometida situación con respecto a los derechos del fútbol. En este contexto, Vodafone ha trasmitido la última semana que están en un periodo de mejora. En concreto, desde el operador señalan que “se observa un cambio de tendencia, que llevó a alcanzar en el último mes un saldo neto positivo de portabilidad de clientes de contrato de telefonía móvil de 8.000″. Desde Vodafone insisten que, tras un verano intenso en promociones por la guerra del fútbol, la oleada de descuentos ha desaparecido.

En cuanto a las altas y bajas, en banda ancha fija perdió en total 6.000 clientes (frente a 69.000 trimestre anterior) en estos tres meses, pero despunta la ganancia de 49.000 nuevos en fibra (hasta superar por primera vez los 2,8 millones). Todo ello con un alza de más de 13.000 nuevos usuarios de televisión.

Pero estos brochazos gordos sobre los datos los pueden descuidar una doble realidad para Vodafone: la crisis del fútbol no se puede dar por concluida; y los datos de nuevas altas hay que situarlas en el contexto de los clientes propios que cambien de tecnología.

VODAFONE TIRA DE SUS CLIENTES

En el comunicado oficial del operador rojo, estos presumen de haber metido casi 50.000 nuevas líneas de fibra en el último trimestre. En principio nadie lo puede discutir. Pero rascando un poco con los datos de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC), desde el mes de septiembre, hasta noviembre, hubo una pérdida de 27.000 líneas de HFC, tecnología de cable que usaba Ono.

A falta de conocer los datos de diciembre, según fuentes del sector, explican que esto sería un trasvase de los propios clientes de Vodafone que tienen cable a la fibra. Se trata de algo que llevan haciendo todos los operadores con el cobre de ADSL que migran sus clientes a la fibra.

Desde el mes de septiembre, hasta noviembre, hubo una pérdida de 27.000 líneas de HFC, tecnología de cable que usaba Ono

De esta forma, la mejoría que ha mostrado Vodafone en los últimos resultados habría que sujetarla. Básicamente porque todavía quedan muchos clientes con HFC, y que en su mayoría son usuarios del operador rojo.

SIN FÚTBOL DE VERDAD

El fútbol ha supuesto para Vodafone un verdadero trauma. Pero al menos tenía algo. Desde la compañía llevan meses argumentando que lo peor ya ha pasado. Es decir, que el problema son los meses posteriores al verano. Cuando empieza LaLiga y la Champions League. Una vez superado eso, el impacto de reduce.

Lo cierto es que el operador rojo, al menos este año, todavía tenía algunas migajas futboleras. Eso le ha valido para que muchos clientes, sobre todo los aficionados que les interesa el equipo de su región, no tuvieran la necesidad de marcharse. Pero el verano que viene no habrá nada de nada.

La compañía esgrime que esa tipología de usuario es pequeña. Pero en un mercado con cuatro operadores metiendo presión y ofertas al 50%, todo usuario cuenta. Sobre todo esos que tenían televisión en sus paquetes convergentes, lo que indica que tendría una factura alta.

En este contexto, Vodafone vive con su doble alma: debe seguir mostrando al mundo que se trata de una compañía solvente y en plena recuperación; pero tampoco puede darse demasiados golpes en el pecho, sobre todo cuando sus oficinas son un remanso de nervios ante 1.000 despidos.


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