La Copa del Rey: Los envidiados ocho

Siro Lopez Endesa Merca2.es

La Copa del Rey de baloncesto quizás sea el acontecimiento deportivo mejor diseñado y ejecutado de nuestro país. Una suerte de “final eight” a la española que concita grandes audiencias en televisión y emoción en el parquet, seguramente gracias a la fórmula con la que dio en su día la ACB.

Jugarla prestigia y da sentido además a la primera mitad de la larga temporada regular de la ACB. El hecho de concentrar en una ciudad en un fin de semana de cinco días, la flor y nata del baloncesto español, lleva a la ciudad organizadora todos los polos sensibles de este deporte. Por eso para muchos especialistas de la prensa deportiva, la Copa del Rey de baloncesto es el espectáculo deportivo mejor diseñado de todo el calendario español.

Una vez acertado con el producto, se trata de que la bola bote por el parquet y los equipos den la medida de sus posibilidades. Como siempre, la definición de las últimas plazas ha sido apasionante y ha rozado el conflicto.

LA COPA DE LOS REENCUENTROS

Una de las más bonitas noticias para el baloncesto español –al menos para los veteranos romanticones– quizás sea el regreso a esta élite de la competición de dos históricos en horas bajas. Joventut de Badalona y Estudiantes. Mejor dicho, Divina Seguros Joventut y Movistar Estudiantes. A estos los acompañarán equipos más lógicos de la ACB de hoy día: Lassa Barcelona, Real Madrid, Kirolet Baskonia, Valencia Basket, Iberostar Tenerife y Unicaja.

Divina Seguros es en realidad el séptimo clasificado, el que ha puesto el “corte”, en una meritoria campaña después de haber estado al borde de la desaparición hace no mucho. La suya ha sido una clasificación sin mácula.

Aunque se trata de un equipo querido, un bastión del baloncesto romántico, algunos han levantado la ceja con la entrada de Estudiantes como clasificado –el último– para la Copa del Rey. La posición real de Estudiantes en la clasificación de la ACB es 11º. Para poder ver a Estudiantes jugándose la Copa ha tenido que haber por en medio uno de estos clásicos galimatías organizativos, pero cargado de lógica.

Estudiantes se clasifica como equipo sede, aunque no es el Club Estudiantes el anfitrión de la Copa. La ACB, previendo que el Real Madrid estaría sí o sí, decidió, al ceder la organización a la ciudad de Madrid, que debería haber otro equipo con el concepto de “sede”. Madrileño, de la ciudad de Madrid, solo estaba Estudiantes, aunque entraba en liza también Montakit Fuenlabrada, el otro equipo ACB de baloncesto de la Comunidad de Madrid. Así, parecía claro que la última plaza se la iban a jugar Movistar Estudiantes y Montakit Fuenlabrada. En ese duelo ha salido victorioso el equipo colegial, con un partido ganado más que los fuenlabreños (7 por 6 victorias). Quién se ha quedado octavo, compuesto y sin Copa, es el BAXI Manresa. Parece que ha acatado la jugada de los despachos sin demasiado dolor.

LOS EQUIPOS CANTERANOS

Pero, un momento, hemos colado un axioma con el que no todo el mundo tiene por qué estar de acuerdo ¿Por qué cae bien Estudiantes o Joventut? Como todos los equipos, ellos juegan a ganar y reparten palos y estopas cuando toca, no están en la pista contando chistes. Lo que pasa es que se trata de los dos equipos que simbolizan la apuesta a ultranza por la cantera. Canteras que gozan de buena salud, aunque quizás estén extrayendo menos talentos superlativos como antes. O bien que la cantera de todo el baloncesto español es de tal calidad que no se nota tanto la aportación de estos dos históricos.

Quizás sea solo una cuestión de identidades. En equipos con tal cantidad de extranjeros, alguno en un carrusel interminable de contratos y despidos, talentos de quita y pon, tantos trotamundos profesionales, la fuerte identidad de un equipo de la periferia de Barcelona, de barrios poco favorecidos económicamente, de chavales aguerridos y repletos de clase, como es históricamente el Joventut, es un refresco.

Lo mismo se puede decir de Estudiantes, que sigue naciendo literalmente en la chavalería del Instituto Ramiro de Maeztu, en los números altos de la calle Serrano de Madrid, una joya de la arquitectura racionalista y de las estructuras de hormigón diseñadas por arquitectos españoles futuristas. De “la Nevera” y el “Magariños”, las dos entrañables pistas fundacionales de Estudiantes.

MADRID Y BARÇA, FAVORITOS A TODO

Claramente ni Divina Seguros Joventut ni Movistar Estudiantes están entre los candidatos a la victoria final. Sin embargo, la Copa es el escenario de las sorpresas y los estallidos rutilantes. Casi cada súper estrella española ha tenido una Copa en la que hizo presentación de sus credenciales. De entrada aquella que ganó casi solito un entonces imberbe Pau Gasol, con un histórico “costa a costa” con cambio de dirección y mano por detrás incluido.

Pero parece difícil que ni Real Madrid ni Fassa Barça –que es el líder de la clasificación– vayan a dejarse escapar este jugoso pastelito que es la Copa, con sus poderosas estructuras ávidas de títulos. Eso dice la lógica deportiva. Luego están otras cosas, como la atmósfera o la “teoría de los calzoncillos”.

La atmósfera es la que se va cargando, electrizando, partido tras partido. La Copa se juega en un único escenario. En esta ocasión será el magnífico Wi Zink Center –antiguo Palacio de los Deportes– de la calle Goya de Madrid. El aire de acontecimiento excepcional, el hecho de que se juegue a un solo partido, la confianza de unos, la motivación de otros, las ganas de sorpresas gamberras del ambiente, hacen que sea terreno propicio para las emboscadas. Y que los equipos, presas de enajenaciones o estados mentales próximos a la euforia, o al pánico, se vayan creciendo, o hundiendo, hasta sitios donde nadie los esperaba.

Es de lo que va la “teoría de los calzoncillos”. Esta teoría la desarrolló un entonces joven estudiante de Físicas, a la sazón base de Estudiantes: Nacho Azofra. El hombre, hace una pila de años, tenía que hacer el petate para un azaroso torneo de Copa. Estudiantes había llegado, pero sin holguras, siempre en inferioridad económica con casi todos. Unos chavales del Ramiro, espigados, capitaneados por un espídico y muy físico Azofra, acompañado por Herreros y el mayor de los Reyes.

El calendario de enfrentamiento decía que Estudiantes caía a la primera y se iba a casa. Pues Azofra vio la maleta en su dormitorio y se dijo: yo me llevo calzoncillos hasta el domingo. Y ganaron la Copa. La fortaleza mental, el espíritu de resistencia de los llamados “guerrilleros”, venía de esa determinación. Yo no me voy antes que los demás, no me doy por vencido desde que hice la maleta y hasta que pite la bocina.

Aquella fue una de esas Copas del rey especiales, las de las atmósferas de acontecimiento extraordinario, que se cuece en el cada vez más viciado aire de un campo cerrado en el que se juega partido tras partido. Y las cosas, pasan.

TODOS LOS OJOS PUESTOS EN LA COPA

Por eso no es raro ver unos especímenes especialmente raros en la Copa. Desgarbados, con aspecto foráneo, deambulan vestidos con vaqueros, americanas y deportivas, por las zonas VIP en los descansos buscando las preciadas minihamburguesas del cátering. Son los ojeadores de la NBA. Está claro que la Copa del Rey es el escenario ideal para proezas y descubrimientos. El escaparate en el que un jugador –o un entrenador– ambicioso, puede vencer la aplastante lógica económica de las largas temporadas regulares, en las que la profundidad de banquillo y la solidez dan la ventaja. A un partido, ¿quién no se atreve?

En cartel en esta Copa es inmejorable. A los potentes y enrachados se unen dos históricos con necesidad de colocarse un día en el mejor escaparate posible. La Copa del Rey, por eso los que la juegan, son los envidiados ocho.