El infiltrado

La mera mención de un debate interno en la Administración Trump acerca de una posible retirada de los EEUU de la OTAN, como informaba el New York Times el pasado 16 de enero, debilita la Alianza Atlántica. En política internacional ocurre como en el póker o en el mus: no deben los adversarios ni sospechar las cartas que uno realmente tiene. Si se confiesan las debilidades militares o políticas, se es vulnerable a un ataque enemigo o a aceptar condiciones draconianas para evitar sucumbir militarmente.

Donald Trump se dedica sin descanso a poner en tela de juicio el compromiso estadounidense de defender a sus aliados europeos. Sin duda, la gran mayoría de estos últimos no realizan el esfuerzo necesario en materia de defensa. Ni el que corresponde a la obligación adquirida en la Alianza (gastarse al menos un 2% del PIB) ni el que realmente sería necesario, que podría hasta ser más de esa cifra.

Washington ya se quejaba de ello antes de que llegara Trump, pero el magnate juega con el fuego. Algunos países como Alemania o España arrastran los pies dedicando solo un 1% de su PIB, aproximadamente, aunque España participa en muchas operaciones de Mantenimiento de la Paz (de NNUU, OTAN y UE).

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El gasto tampoco es un indicador absoluto. Hay que efectuar el mantenimiento de las capacidades que se tienen y comprobar, asimismo, mediante entrenamientos y maniobras, entre otros, su correcto funcionamiento, la satisfactoria preparación de sus dotaciones humanas, así como la de las estructuras militares, su coordinación, sus tácticas y estrategias.

Mientras el Almirante Villeneuve dudaba si salir, para combatir la flota del Almirante Nelson, de la ratonera de Cádiz donde la armada franco-española se pudría inactiva, pero existente, y dondelos comandantes españoles pintaban sus buquescon su propio dinero, según Benito Pérez Galdós, Nelson daba bordos frente a la capital gaditana afilando sus uñas felinas con maniobras para mantenerla capacidadcombativa de sus buques.

Es improbable que Rusia fuese a atacar ahora a algún aliado de la OTAN. Sin embargo, ha anexionado por la fuerza a Crimea, pero Ucrania no es miembro de la OTAN. No ha agredido a ningún miembro de la Alianza, aunque lleva varios años provocando en las cercanías de los países aliados con buques y aviones militares, despliegues de tropas, de misiles, realizando asimismo maniobras que son, todo ello, avisos para tener en cuenta y que obligan a contramedidas, fomentando escaladas peligrosas.

Si los EEUU revelan reiteradamente una falta de voluntad de respaldar a sus aliados europeos, como lo hace Trump con sus dudas en público y su voluntad de abandonar la OTAN, Rusia podría arriesgarse un día a cruzar ciertas líneas rojas apostando por una inacción aliada, un tipo deenvite peligroso como ya se comprobó numerosas veces en el pasado.

Trump está bajo la sospecha de colusión con Moscú que le ayudó a ganar la elección presidencial frente a Hillary Clinton. Veremos si conseguirán destapar algo los investigadores y si ello podría provocar su destitución, pero, en todo caso, en una novela de espías, y sabemos que la realidad supera la ficción, Trump sería un perfecto “infiltrado” de Putin.

Mientras, Nancy Pelosi torpedéa el discurso anual deDonald Trump sobre el Estado de la Unión que se celebra normalmente en enero en la Cámara de Representantes que ella preside y el inquilino de la Casa Blancale niega un avión militar para trasladarse a la OTAN y Afganistán. Todo ello pretextando el cierre parcial de la Administración. Otro tipo de escalada.

Carlos Miranda es Embajador de España