A mediados del año pasado desde el Gobierno de Pedro Sánchez fueron muy claros: antes de finalizar 2018 habría proyecto de Ley de Cambio Climático y Plan Nacional de Energía y Clima. Finalmente, ni una cosa ni la otra. Así, deben ser las empresas las que tiren de la transición energética, aunque en algunas ocasiones con más expectativas que realidad.
Para ejemplificar esta sobreponderación de la realidad, basta tomar algunos buenos deseos y voluntades desde el ámbito privado. La comercializadora Lucera ha expuesto públicamente lo que considera, a su juicio, que serán las tendencias para este año. Y tendencias son, pero tienen demasiadas dobles vueltas.
En primer lugar habla, lógicamente, de las energías renovables. Recuerda que entre 2019 y 2028, las centrales de carbón y nucleares, construidas en su mayoría durante el desarrollo de los años 60, cumplirán su vida útil. Esta fecha límite, que en las nucleares es de 40 años y en las de carbón de 65, argumentan desde Lucera que tiene en vilo al sector y a la economía. Además, añaden que supone un importante desafío para el sector en la próxima década. ¿Y ya está?
El gran problema renovable, y que nadie se atreve a resolver, viene de las tecnologías necesarias de respaldo y que, debido a ellas, el coste de la electricidad seguirá siendo caro durante los próximos años. Además, obviar el debate sobre la necesidad nuclear es algo que todos aparcan y que nadie quiere asumir. Aunque el Gobierno parece más dispuesto a negociar con las empresas privadas que al final pagan el pastel nuclear.
Aunque no todo son buenas intenciones. Por lo que respecta a las emisiones, aquí no hay doble lectura: la situación no es buena. Pese a ello, desde Lucera estiman que los objetivos climáticos asumidos por la Unión Europea para un crecimiento inteligente y sostenible en 2020 implican la reducción del 20% en las emisiones de gases contaminantes, el 20% de uso de energías renovables y el 20% de mejora de la eficiencia energética. Este objetivo está lejos de alcanzarse y no será posible sin un cambio real y a gran escala en la forma de producir y consumir energía.
ENERGÍA DE CIENCIA-FICCIÓN
En esas prospecciones sobre lo que podemos esperar del futuro próximo, sí hay algunos bombazos a la piscina. Por ejemplo, asumen que las casas eficientes en las que puedes controlar tu consumo de forma minuciosa ya no están solo en las películas de ciencia-ficción y el sector eléctrico deberá aprovechar las oportunidades que genera.
Aquí existen oportunidades, pero todavía con un ingente parque inmobiliario que ni siquiera tiene acondicionamientos para mejorar la eficiencia energética de los edificios, parece poco probable que todavía la gente pueda controlar sus viviendas.
Pero donde realmente existe un terreno abonado para la ciencia-ficción es el motor. Según Lucera, la ambiciosa y vertiginosa implantación del coche eléctrico supone una revolución en el sector energético, que será decisivo en la gestión de miles de puntos de recarga de batería para los miles de vehículos que inundarán las carreteras en los próximos años. La realidad es muy distinta.
La venta de vehículos eléctricos aunque parezca despegar, realmente lo hace de manera muy discreta y, sobre todo, en el ámbito empresarial. Así, son las compañías de coches compartidos y las empresas privadas las que tiran del carro. La realidad en el contexto de particulares es diferente.