Desajustes Este-Oeste

Donald Trump quiere denunciar el acuerdo que eliminó todos los misiles (nucleares y convencionales) de corto y medio alcance en Europa (de 500 a 5.500 km). Los EEUU afirman que Rusia lo viola con el desarrollo y despliegue de un nuevo misil de crucero. Moscú niega su ventajismo, pero hay indicios de su desacato. Sería mejor negociary evitar una nueva carrera de armamentos. Rusia mezcla, sin embargo, peras con manzanas al responsabilizar del incumplimiento a cuestiones ajenas a este acuerdo INF firmado por Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en 1987 y que afecta directamente a la seguridad europea pesea su carácter bilateral entre Washington y Moscú.

La guerra fría (1945-1989) alimentó las tensiones Este-Oeste. Tras el “golpe de Praga” (1948), los occidentales temieron que la Unión Soviética invadiera la Europa democrática. Nacieron así la Alianza Atlántica, con una doctrina de contención, y el Pacto de Varsovia, como respuesta. Se desarrolló, asimismo, una confrontación ideológica que acabaron perdiendo los soviéticos con el derrumbe del sistema político-económico comunista.

La guerra fría evitó la caliente y acabó derivando hacia una coexistencia pacífica, aunque se durmiera con un ojo abierto. La Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa permitió administrar diplomáticamente las tensiones, no singraves crisis. La CSCE facilitó medidas de confianza, de control de armamentos y de desarme, tanto convencionales como nucleares. Sin embargo, muchos acuerdos convencionales quedaron desfasados al extraerse del Pacto de Varsovia, asimismo disuelto, los países del Este europeo e ingresar, lógicamente, tras la caída del Muro de Berlín, en la UE y en la OTAN (su defensa).

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Rusia se considera una gran potencia cuyo equivalente occidental solo seríanlos EEUU. La UE es para ella únicamente una entidad económica y poder blando. Los europeos, unos enanos enfeudados a los americanos y porseparar de Washington. Rusia desea que los EEUU abandonen Europa,facilitando su preeminenciacontinental y, asimismo, entendimientos con Washington por encima de nuestras cabezas. Cuando Washington y Moscú se pelean, los europeos pueden terciar. No tanto cuando los dos gigantes están de acuerdo.

Debe la UE “autodeterminarse”, pero es un proyecto a largo plazo, entre otros motivos porque la UE tardaráen ser militarmente suficiente frente a Rusia (o EEUU) y carece de disuasión nuclear, que solo tiene Francia (tras el Brexit) cuyo arsenal no tiene comparación con los de Washington y Moscú. Esa disuasiónnuclear la aportan los EEUU,además de importantes fuerzas convencionales, a través de la Alianza Atlántica.

La UE debe montar su propia OTAN para actuar independientemente o en el marco aliado según la gravedad o naturaleza del reto. No debe prescindir de la relación transatlántica. Ciertamente Donald Trump no ayuda. Menos aún si prescinde, como se rumorea, del Secretario de Defensa, James Mattis, y crece la influencia desu Consejero Nacional de Seguridad, John Bolton, un “halcón”, pero no hay que facilitar su sinrazón. Conviene llevarnos bien con Rusia, pero sin condonar violaciones internacionales como su ocupación de Crimea. Puede que conserve esta península, pero será necesario el asentimiento ucraniano, respetar la integridad de Ucrania, compensaciones y renunciar aotras anexiones ilegales.

La superación de la actual mini-guerra fría requiere un nuevo diálogo Este-Oeste en marcado en la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), heredera de la CSCE, para recuperar en el ámbito de la seguridad medidas de confianza, de control de armamentos y de desarme. Nuevas si preciso. Es un programa que puede también entroncarse en el del desarme apadrinado por el Secretario General de la ONU, António Guterres. Los europeos deben presionar para que americanos y rusos negocien los diferendos nucleares que nos afectan, y reduzcan más, verificadamente,sus arsenales, esos que pueden destruir varias veces el planeta. Finalmente, hemos de ser conscientes que el ascenso a gran potencia de China, potencia nuclear, complica indudablemente el panorama fuera de Europa, pero con repercusiones en el Viejo Continente.

Carlos Miranda es Embajador de España