Pánico por Washington

Un alto cargo en Washington publicó recientemente en el New York Times, anónimamente, un texto en el que señalaba que el Presidente Donald Trump es amoral, carece de principios, toma decisiones sin considerar previamente las opciones ni las consecuencias, no escucha y cambia de opinión constantemente. El prestigioso diario neoyorkino, que conoce su identidad, hace una excepción al callarla porque da credibilidad e importancia a la denuncia.

Desde su toma de posesión en enero de 2017, algunos psiquiatras señalaron públicamente diversas características inquietantes del comportamiento del Zeus trumpiano que aconsejaban tratamiento profesional. Asimismo, acaba de publicarse un libro del prestigioso periodista Bob Woodward, quien destapó en los años 70 con su colega Carl Bernstein el escándalo del Watergate que acabó costándole la Presidencia a Richard Nixon.

En “Fear” (miedo), título de este libro, narra muchas vicisitudes de la presidencia de Trump que provocan perplejidad y miedo, incluso pánico. La mayor potencia del mundo, la que era la jefa de las filas occidentales, está gobernada por alguien errático que no infunde confianza. Esto ocurre ahora, cuando Rusia realiza sus mayores maniobras militares de todos los tiempos, incluida su etapa comunista de la URSS, junto a China.

Tanto el libro de Woodward como la carta anónima cuentan la reacción de muchos altos cargos para impedir que Trump pueda hacer daño. Siguiendo la vieja táctica de asentir y no cumplir, estos colaboradores del Presidente se encargarían de enmendar sus decisiones más tremendas.

El anónimo llama a este grupo los “adultos”, tratando, pues, al magnate como a un niño. Le dicen constantemente todo lo que quiere y no debe hacer, habrían incumplido órdenes suyas (incluso, según Woodward, una de asesinar al Presidente sirio El Asad) y diluyen los peores instintos de quien no está preparado para dirigir la primera potencia mundial.

El denunciante anónimo justifica la actuación de los “adultos” señalando que es la actitud más pragmática. Lógicamente, este anónimo debiera dimitir y alentar una campaña para destituir a Trump. Sin embargo, las dos formas para hacerlo son complicadas.

Si en la Cámara baja se inicia un procedimiento para la destitución de un Presidente, ésta actúa como un “Grand Jury”, un Instructor colectivo, debiendo aprobar por mayoría la remisión del asunto al Senado que sentencia por mayoría de dos tercios. Solo dos Presidentes fueron procesados con este procedimiento del “Impeachment”. Ambos absueltos (Andrew Jackson y Bill Clinton). Otro dimitió antes de iniciarse el proceso (Richard Nixon).

Otra posibilidad (empleada solo en la ficción televisiva de la serie “House of Cards”) es que una mayoría del Gobierno convenza por una mayoría de dos tercios a las dos Cámaras del Congreso estadounidense que el Presidente no está en condiciones de gobernar (Enmienda XXV, adoptada en 1967, de la Constitución). En ambos casos el juicio es muy político y paraliza la acción gubernamental.

Los “adultos” pensarán que es mejor poner una camisa de fuerza al Presidente, dejándole chillar, pero controlando firmemente sus brazos y manos. El referido anónimo acusa asimismo a Trump de renegar de los valores políticos del partido Republicano y de ningunear a los aliados de los EEUU, prefiriendo la compañía de autócratas. Estos mismos días el anterior Presidente, Barack Obama, salió de su silencioso retiro para criticar a Trump por su presidencia tan negativa (dedicada esencialmente a borrar la era de Obama).

Todo este jaleo es preocupante por su problemática, sus remedios y los sudores fríos que producen, no siendo su denuncia anónima y el grupo de los “adultos” una solución como también dice el propio Obama. Una esperanza: que en noviembre pierda Trump su mayoría en las dos cámaras legislativas norteamericanas. Veremos …

 Carlos Miranda es Embajador de España