El Caso Rober Bodegas prolonga el eterno debate sobre los límites del humor

Rober Bodegas se ha convertido en uno de los cómicos de moda gracias el éxito de las parodias de la sociedad actual (enterada, digital y con amor por el postureo). Sus sketches en ‘Pantomima Full’, dúo que componen este humorista gallego y Alberto Casado, les han convertido en colaboradores fijos de programas de Movistar + y la Cadena SER, triunfo con el que olvidan varios años de ostracismo tras el final del programa ‘Sé lo que hicisteis…’ de La Sexta. Pero los días de vino y rosas se han nublado después de que Rober haya denunciado haber recibido «400 amenazas de muerte» por un monólogo sobre la comunidad gitana emitido en Comedy Central. Esta presión ha provocado que el cómico pida disculpas «a todas las personas que hayan podido sentirse ofendidas» y ha exigido al citado canal temático que retire el monólogo viral.

Bodegas explica que entiende y asume «que la provocación forma parte de mi trabajo y que por ello las reacciones al mismo siempre suelen polarizarse. Con relación a otras temáticas tratadas en el show, que suponen el 95% del mismo y nada tienen que ver con este asunto, también ha habido reacciones encontradas, aunque por supuesto, no de este modo (…) En mi opinión, no hay que esperar pedagogía ni didáctica en la comedia cuando se dirige a personas adultas, pues confío en el criterio personal de cada persona para discernir entre un chiste y un discurso serio». Algunos compañeros de profesión como Ignatius Farray y Quequé se han solidarizado con él, pero esta polémica no hace más que agudizar un debate sobre los límites del humor que la sociedad debiera tener amortizado.

UNA TEMPORADA PLAGADA DE POLÉMICAS

Ignatius y Quequé saben mucho de este debate como miembros del programa irreverente ‘La vida moderna’. Hace tres meses en este espacio se ironizó sobre la fealdad de la ciudad de Huelva y se realizaron comentarios sobre el autismo que llevaron a la Cadena SER a pedir disculpas: «Pese a existir un debate permanente sobre los límites del humor, que podrían contextualizar este espisodio, el mero hecho de que una sola persona se sienta ofendida por comentarios realizados en este programa obliga a la Cadena SER a pedir disculpas por ello. La Cadena SER ejerce un activismo permanente en defensa de la inclusión social y la igualdad de todos los ciudadanos. Compromiso en el que se reitera».

Raquel Sastre, cómica y madre de una niña que sufre TEA (Trastorno del Espectro Autista), no aplaudió la nota de prensa censora: «Prohibir esos chistes o tener una disculpa no va a mejorar la vida de los niños con TEA». No era la primera vez que el programa hacía bromas sobre los discapacitados, ya que Ignatius Farray se marcó el siguiente monólogo sobre el Secretario de organización de Podemos: «Una cosa de la que me di cuenta es que toda la gente eran seres pluricelulares. Toda la gente menos Echenique eran pluricelulares. Echenique es una célula que ha salido mal, pero no hay peligro porque no se puede reproducir».

El número dos de Podemos aplaudió y compartió en sus redes sociales los chistes, actitud similar a la que ha tomado Irene Villa. Esta escritora y psicóloga perdió en su tierna juventud dos piernas y tres dedos de la mano izquierda a causa de un atentado de ETA. Pero cuando el concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata se vio obligado a dimitir por unos chistes sobre los judíos, Villa no celebró la medida: «Mucha gente dirá que es algo terrible, pero como a mí no me lo parece porque ha reproducido un chiste, me llevaría me llevaría una sorpresa. Si hubiera que imputar a toda la gente que cuenta chistes de este tipo habría una cola enorme». En febrero de este año Irene sorprendía a sus seguidores de Facebook con un mensaje que no agradó a los fans de lo políticamente correcto: «Conviértete en fan de ti mismo. Frena ya el sufrimiento inútil e infructífero. Acéptate. Quiérete. Irradia amor. Y la recompensa será LA BOMBA».

MATERIAL SENSIBLE PARA TODOS LOS GOBIERNOS

La amenaza del yihadismo facilitó un pacto entre PP y PSOE que agravaba algunas penas, pero convertía a simples chistes o canciones en causas judiciales. Es por ello que tuiteros, raperos y cómicos fueron condenados a cárcel en los últimos tiempos, y hasta una de las nietas de Luis Carrero Blanco tuvo que escribir una carta a El País para tildar de «desproporcionada» que la Audiencia Nacional pidiese a una estudiante de 21 años, Cassandra Vera, dos años y medio de cárcel y tres de libertad vigilada por una broma tuitera sobre el atentado de hace más de cuatro décadas que le costó la vida al almirante.