¿Azul y sin tacones?

A Mariano Rajoy le gustaba recordar que España fue el primer Estado Nación europeo. Sin embargo, viajó el año pasado al Reino Unido y afirmó que el primer parlamento en nuestro continente fue el inglés. Esto provocó gran indignación en León porque el reino leonés lo tuvo antes, en 1188 (UNESCO confirma). Estar mal asesorado conlleva su pena.

En efecto, antes de cambiar la política por su Registro de Santa Pola, como cuando en la Edad Media se enclaustraban, a veces, los reyes en monasterios, Rajoy tuvo el jueves 31 de mayo por la tarde, víspera de la votación que entronizó a Pedro Sánchez, una larguísima sobremesa en el restaurante Arahy, ninguneando esa tarde al Parlamento. Poco antes supo que el PNV, que la semana anterior le votó sus presupuestos, iba a cambiar la gaviota por la rosa. Cosas de la política. Cosas de la vida, porque la política es la vida.

En esa sobremesa melancólica se quejó, dicen, de su más fiel escudera gubernamental, Soraya Sáenz de Santamaría. Cuando descabalgan al jinete es lógico que éste se revuelva contra quien piensa que no cubrió el flanco vulnerado. Sin embargo, Mariano y Soraya, tanto montaban como montaban tanto. Los éxitos de uno fueron éxitos del otro como lo fueron sus respectivos fracasos. Por ello cuesta vislumbrar cómo podrá renovarse políticamente el PP con Santamaría sin perjuicio de regenerarse éticamente.

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En Arahy salió mejor parada la escudera del partido, María Dolores de Cospedal. Mientras Santamaría, confinada en el Congreso, depositaba su bolso en el escaño del jefe ausente, el dedo mariano ungió levemente a Cospedal, enviada a la Carrera de San Jerónimo para proclamarque su Señor antes mordería el polvo que rendirse dimitiendo.

Ahora bien, Cospedal no fue un buen valladar contra la corrupción en el seno de su partido. Se llegaron a destrozar los discos duros de unos ordenadores utilizados por Luis Bárcenas, anotador de puros. Asimismo, en la primera sentencia judicial de Gürtel, que alentó el tsunami de la moción de censura, los jueces confirmaron la existencia de una caja “B” del PP, restando al respecto credibilidad al testimonio contrario del entonces presidente del Gobierno y del PP. Si con Santamaría se podría esperar una regeneración del PP, pero no su renovación programática, con Cospedal, de línea dura política, se podía dudarde su capacidad para conseguir ambas cosas.

La votación el 5 de julio de los (¿escasos?) militantes del PP ha deparado, sin embargo, una sorpresa al intercalarse Pablo Casado, un estudiante privilegiado y aznarista, afirman, entre las aparentemente dos favoritas para la segunda vuelta a cargo de los compromisarios en el Congreso del PP del 21 y 22 de julio. José Manuel García Margalloy otros desconocidos resultaron ser insignificantes.

Ahora llegará la hora de la verdad. Si funden las candidaturas de Santamaría y Casado, la cuestión se resolvería en “los despachos”, un pretendido anatema pepero. Si, como desearía Santamaría, los compromisarios deben respetar el voto preferente de los militantes, 37% Santamaría y 34% Casado (poca diferencia), se les hurtaría su autonomíaestatutaria.Con la ayuda de Cospedal, Casado puede, incluso, ganar. Con lista única, solo sería escudero. Dicho esto, haría falta un PP flexible y constructivo. Los avatares del nuevo Consejo de RTVE lo ponen de relieve. La mayoría de los observadores prefieren, para ello, a Santamaría. Mientras tanto, en Santa Pola, Rajoy registra.

Carlos Miranda es Embajador de España