Pagar, pagar y pagar. Así ha sido, y sigue siendo, la vida de los titulares de preferentes, en general (algo más de 800.000), y de Bankia, en particular (unos 170.000). Un susto tras otro que parece no tener fin, y que sigue sangrando el bolsillo de aquellos que cayeron en una de las mayores estafas por parte de la banca en nuestro país.
Antonio (nombre ficticio) fue una de las personas que contrató preferentes en 2009, en aquel momento de Caja Madrid (posteriormente se fusionó con otras siete cajas de ahorros dando lugar a Bankia), asesorado por la empleada con la que había tratado toda la vida.
“Ella tenía todos los papeles preparados, tanto el resguardo de la operación como la propuesta de inversión. Me dijo que era como un depósito a plazo fijo que se podía recuperar al quinto año y que no se cobraban los intereses sólo si la entidad no tenía beneficios, algo que nunca sucedería”, relata. Pero ocurrió. Es más, Bankia tuvo que ser rescatada.
Hacienda cambió la ley en 2016 para que el poseedor de preferentes declarase como ganancia patrimonial la indemnización
Por eso, los 30.000 euros que tenía ahorrados se diluyeron como un terror de azúcar en un vaso de agua. Nueve años después, Antonio sigue ‘peleado’ con las preferentes. Ha hecho, y dado, todos los pasos habidos y por haber. Y, todavía hoy, sigue teniendo que pagar por las preferentes. ¿La última cantidad? Casi 2.300 euros a Hacienda. “Es como el cuento de nunca acabar. Cuando crees que ya está todo resuelto, te viene un nuevo palo”, comenta.
BANKIA Y HACIENDA
La propuesta de inversión que a Antonio le presentó la empleada de Caja Madrid, hoy Bankia, decía: “Se ha elaborado de acuerdo con el perfil inversor asignado como resultado del test de idoneidad llevado a cabo”. Algo que nuestro protagonista desmiente: “Yo nunca hice ese test”.
Ahí comenzó un calvario que todavía continúa. Antonio hizo la solicitud de admisión al proceso de arbitraje de consumo propuesto por Bankia en mayo de 2013, cuyo resultado final fue negativo para sus intereses. Posteriormente acudió a los tribunales (noviembre 2015). “Tuve que pagar 450 euros a Arriaga Asociados como provisión de fondos y 35 euros más por un poder para pleitos”, recuerda Antonio. Al final, acabó ganando el juicio. Pero comenzó un nuevo tormento.
Porque en las declaraciones a Hacienda de los años 2013, 2014, 2015 y 2016, y al haber sido canjeadas las preferentes por acciones, Antonio tuvo que incluir las pérdidas ocasionadas (más de 7.600 euros) como saldo neto negativo de los rendimientos del capital mobiliario a integrar en la base imponible del ahorro en las citadas declaraciones. De ahí que repartiera dicha pérdida en esos cuatro años.
¿Qué sucede? Que por la sentencia favorable que declaraba la nulidad del contrato, Antonio ha tenido que efectuar declaraciones complementarias para deshacer todo lo efectuado desde 2013 hasta 2016. Es decir, como esas pérdidas ya no existen, al haberle devuelto vía judicial el dinero que le correspondía, debía devolver las compensaciones que recibió en su momento. Eso se ha traducido en cuatro declaraciones complementarias que suman los casi 2.300 euros anteriormente citados. “Eso no lo veo mal, porque es algo de que lo salí beneficiado en su momento”, reconoce Antonio.
Fue en noviembre de 2015 cuando Antonio contrató con Arriaga. En diciembre de 2016 (concretamente el día 12) obtuvo una sentencia que declaraba nula la suscripción de preferentes. Como ante la misma cabía recurso de apelación ante la Audiencia Provincial en un plazo de 20 días desde la fecha de notificación (20 de diciembre de 2016), nos vamos al ejercicio 2017.
Fue concretamente el 31 de marzo de 2017 cuando se efectúa el mandamiento de pago por parte del juzgado. Antonio recuperaba así sus 30.000 euros. Arriaga se quedaba con casi 2.225 euros como estaba explicitado en la hoja de encargo profesional: “Si el procedimiento judicial se gana con condena en costas, Arriaga Asociados percibirá las costas procesales y el saldo positivo que arroje la diferencia entre el interés legal reconocido y los cupones percibidos por el cliente”.
Lo que no se esperaba Antonio era que esos casi 2.225 euros, que se ha quedado Arriaga, los tuviera que incluir él en su declaración de la renta como ganancia patrimonial en la base imponible. “El año que viene, con las costas, que asimismo se las quedará Arriaga, también tendré que tributar. Y no he podido deducirme por los gastos de abogado y procurador”, se lamenta Antonio. Por tanto, este año, y el que viene, tendrá que pagar más a Hacienda. “Eso de que recuperas todo tu dinero es mentira, porque al final Hacienda te pide más de lo que en su momento te compensó”, añade.
Pero sus temores no se quedan ahí. Asesorado por otro abogado (al que también ha tenido que pagar y sin cuya ayuda no habría sabido qué hacer), ha presentado una solicitud ante la Agencia Tributaria con lo pagado en las declaraciones complementarias con el fin de evitar liquidaciones e intereses de demora. “Incluso he hecho la complementaria de 2013 que estaba a punto de prescribir para que vean mi buena fe”, dice algo resignado. “Hasta 2017 no percibí mi dinero, por lo que espero que no consideren que debería haber hecho antes las complementarias”.
Antonio se siente cansado y hastiado. Con Bankia, con Hacienda, y con Arriaga. Con estos últimos algo menos ya que le han llamado para decirle que le van a devolver los 450 euros que en su momento pagó como provisión de fondos (15 meses después de haber cobrado sus 30.000 euros). Eso sí, les echa en cara que no le enviaran la documentación motu proprio, sino que fue el propio Antonio quien se la pidió asesorado por su abogado para hacer la declaración.
Cuando le llegó la documentación, Arriaga (ahora sí) le advirtió que quedaba la aprobación de las costas, que entrarán para el próximo ejercicio fiscal (cantidad que, a día de hoy, Antonio desconoce). Por tanto, en la declaración que haga en 2019, sobre el ejercicio 2018, tendrá que incluir dicha cantidad que le hará pagar más. Por tanto, una década después, Antonio seguirá pagando por las preferentes de Bankia. Eso sí, únicamente espera que Hacienda no se cebe ahora con él. Sólo desea poner punto y final a tanto sufrimiento y a tanto desembolso.