Vuelve el máximo reproductor analógico de música, y no es el vinilo

No es ningún secreto que las ventas de discos de vinilo son las mayores en décadas. Hasta los casetes recobran popularidad conforme algunos millennials abrazan la música analógica en lugar de las bajadas digitales y los servicios de streaming.

Pero por primera vez en más de dos décadas, una compañía alemana resucita lo que podría ser el máximo formato: el magnetófono de bobina abierta.

Roland Schneider Precision Engineering, que tiene sede en Düsseldorf, presentará esta semana cuatro magnetófonos de bobina abierta Ballfinger y recuperará así una tecnología que dominó la grabación profesional de música durante la mayor parte del siglo XX y que ahora retorna para solaz de los audiófilos y de artistas como Lady Gaga.

Los aparatos, algunos de las cuales se pueden personalizar, se venderán desde alrededor de 9.500 euros en su versión básica hasta a unos 24.000 euros en el caso del modelo más sofisticado, que tiene tres motores de accionamiento directo, un sistema de edición y paneles laterales de nogal.

“Los medios digitales son excelentes, pero la experiencia de la música es más que escuchar un archivo de audio; es algo sensual, son carretes que giran y que se pueden tocar”, dice Roland Schneider, el diseñador de la máquina. “En lo que respecta a calidad de audio, nada en el mundo analógico nos acerca más a la experiencia de estar en medio del estudio de grabación que los dos carretes de cinta”.

Los aparatos de Schneider causaron sensación cuando éste presentó prototipos en una feria de la industria en Hamburgo el año pasado. Schneider, un diseñador que ha creado un sofisticado tocadiscos, relojes y una lámpara de mesa inspirada en la Bauhaus, dedicó unos seis años al desarrollo de las máquinas. Dice que desde entonces ha recibido solicitudes para su distribución por parte de más de 80 compañías, entre ellas de firmas de los Estados Unidos, Hong Kong y Dubái.

El magnetófono de bobina abierta dominó la grabación profesional de audio desde fines de la década de 1940, cuando Bing Crosby contribuyó a introducir la tecnología en EE.UU., hasta principios de los años 90, cuando se impusieron las tecnologías digitales porque hacían que la edición y la reproducción fueran más simples y baratas. En la actualidad, es probable que sean más quienes han visto a Uma Thurman escuchar a Urge Overkill en “Pulp Fiction” en un magnetófono de bobina abierta que los que han visto personalmente la máquina en cuestión.

Sin embargo, ante la creciente demanda de música que suene diferente de las grabaciones digitales pulidas en exceso que han dominado en los últimos 20 años, los estudios desempolvan su equipo analógico y los músicos redescubren la vieja forma de producción. Lady Gaga, Ryan Adams y los Black Keys son algunos de los artistas que han grabado temas en cinta en los últimos años. La prensa del sector ha especulado que otros fabricantes como ReVox podrían seguir ese camino y revivir los días de gloria del formato.

Stefan Nicola para Bloomberg