Bilbao. Gran Vía, número 1. Allí, desde 1969, se erige uno de los edificios más emblemáticos de la capital vizcaína. De 21 plantas, y 86 metros de alto, fue el ‘gigante’ hasta la llegada de la Torre Iberdrola. Sede en su momento del Banco de Vizcaya, la entidad hoy conocida como BBVA lo ha puesto en venta. ¿Precio? Unos cien millones de euros.
Se trata de una nueva muesca en el proceso de desinversiones inmobiliarias de edificios emblemáticos llevado a cabo por la entidad presidida por Francisco González y que desde hace unos cuantos años le está suponiendo unas jugosas plusvalías. Dinero para las arcas que viene como agua de mayo para el balance.
Por la Torre Puig, vendida el pasado en Barcelona, obtuvo 30 millones de euros de plusvalía
Otro ejemplo, el último de una larga lista, fue el traspasó de la Torre Puig en 2017 al grupo catalán de perfumería del mismo nombre. Este edificio, que llegó a BBVA tras la adquisición de Catalunya Caixa, se vendió por 60 millones de euros con una plusvalía de 30 millones.
También con anterioridad a esta operación en marcha en la Gran Vía bilbaína, que está previsto se cierre antes del verano, BBVA vendió en 2015 a Gmp (propiedad de la familia Montoro Alemán y el fondo soberano de Singapur GIC) la conocida como Torre Ederra, en el número 77 del madrileño Paseo de la Castellana. Con 21.000 metros cuadrados repartidos en 18 plantas, BBVA la había adquirido en 2003 por 87,5 millones de euros al grupo francés Saint Gobain. El precio de venta superó de largo los 90 millones de euros.
BBVA Y LOS 300 MILLONES
Varios son los motivos que están llevando a BBVA a deshacerse de una serie de edificios, algunos de los ellos de gran valor no sólo económico, también histórico, y belleza arquitectónica.
Uno de ellos es hacer frente a los gastos que ha conllevado la puesta en marcha de la Ciudad BBVA. La nueva sede, conocida popularmente como La Vela por su torre más emblemática, también costa de otros siete edificios horizontales. Su coste fue de unos 700 millones de euros y, entre otras ventajas, se levantó para reducir en un tercio el gasto operativo que conllevaba tener unos 6.500 empleados repartidos por una decena de inmuebles.
Un camino en el que se quedaron, por ejemplo, el edificio obra del arquitecto Francisco Javier Saénz de Oiza. Levantado en el número 81 del Paseo de la Castellana, con cien metros de altura, y más de 49.000 metros cuadrados repartidos en 30 plantas, se vendió en 2007 al grupo inmobiliario Gmp.
Ese mismo año menguó su cartera con la puesta en el mercado de otros edificios madrileños como los asentados en la calle Goya 14, Alcalá 16 y en la Gran Vía de Hortaleza. En total, más de 108.000 metros cuadrados, que hicieron que estos cuatro últimos edificios reportaran a la entidad presidida por González unas plusvalías de 300 millones de euros.
¿Otras operaciones? Allá por 2009, BBVA vendió al fondo RREEF Alternative Investments (de Deustche Bank) 948 oficinas por 1.154 millones de euros. Conocida la operación como Proyecto Árbol, la venta fue mediante lo que se conoce como ‘sale and leaseback’, vender y alquilar. Un arrendamiento a largo plazo que supuso una plusvalía de unos 830 millones de euros. Ese mismo año se deshizo de su sede en Barcelona por unos 82 millones de euros. En este caso, quien la adquirió fue el fondo alemán Deja.
Si nos centramos en 2010, y utilizando el mismo modus operandi anterior, vendió 161 inmuebles (153 sucursales, cinco edificios y tres anexos) por 364 millones de euros. El incremento del valor en esta ocasión rondó los 240 millones de euros. ¿Qué ventajas lleva consigo el ‘sale and leaseback’? Asegura la rentabilidad, los gastos corren a cuenta del inquilino, y los contratos son de larga duración.
Otra operación diferente fue la venta, a finales de 2017, de su área inmobiliaria al fondo Cerberus Capital por unos 4.000 millones de euros. La misma se llevó a cabo con un descuento del 61%: el valor bruto contable de los 78.000 activos inmobiliarios encuadrados dentro de ella es de 13.000 millones de euros.
En este último caso se trata de deshacerse de su exposición al ladrillo, en parte ‘impuesta’, o ‘recomendada’ por el Mecanismo Único de Supervisión (MUS) del Banco Central Europeo. El BCE aprieta de esta manera las tuercas a BBVA, y al resto de bancos, para efectuar este tipo de operaciones ya que, deshacerse del ladrillo, no sólo lleva consigo mayor rentabilidad, sino también incrementar sus recursos que pueden destinar a dar más créditos.
¿Quién se está salvando de la quema? La antigua sede de Argentaria, localizada en el Paseo de Recoletos madrileño, y que en la actualidad es la sede de la Fundación BBVA. De momento no tiene puesto el cartel de ‘Se vende’. ¿Hasta cuándo?