En estos momentos la Dirección General de Tráfico (DGT) controla 13.000 kilómetros de carreteras, del total de 165.00 que hay en España, mediante cámaras y sensores. En esas zonas nada se escapa a su mirada. Pero quiere más. Por eso ha terminado de perfilar su plataforma DGT 3.0, para que haya más control, más “ojos” y, lógicamente, también una pérdida de control al contar con terceros para gestionar ese desarrollo.
Este mes se ha otorgado la adjudicación definitiva para los servicios y suministros de la nueva plataforma. El precio final del contrato asciende a los 3,4 millones de euros, y recae en una UTE formada por KPMG, Pons Seguridad Vial e Inspide; estos dos últimos muy especializados en el negocio de la movilidad y la gestión de tráfico. Por lo tanto, parece que este proyecto queda en buenas manos. ¿Pero qué significa DGT 3.0? ¿Cuál es el objetivo real? ¿Puede haber problemas en la gestión de datos?
“La DGT aspira a convertirse en el receptor y proveedor de datos del tráfico”. El objetivo es alcanzar la cifra de 0 fallecidos, 0 lesionados, 0 congestión y 0 emisiones. Así, la misión que tendrá esta plataforma es mantener conectados en tiempo real a los distintos usuarios de la vía ofreciéndoles, en todo momento, información de tráfico en tiempo real. De forma visual esto es lo que busca la DGT:
Se trata, como cuenta el propio organismo, de un sistema totalmente novedoso que apenas se aproxima al actual sistema de gestión de incidencias que tienen en Tráfico. En el informe de funcionamiento que la DGT tiene colgado en su web, visualizan cuál es la verdadera potencia de esta plataforma: los algoritmos y la nube.
Aclaran que todo el proyecto se desarrollará íntegramente en la nube. Este espacio virtual será proporcionado por los ganadores de la adjudicación; y, por lo tanto, los datos se almacenarán en los servicios de almacenamiento de dicha nube.
LA CARA Y LA CRUZ DE DGT 3.0
Bajo este precepto, DGT 3.0 se bifurca entre un buen proyecto que puede mejorar aspectos esenciales en la movilidad en carretera; pero también se adentra en terrenos pantanosos en lo que respecta a la gestión de datos, sobre todo porque al final los conductores pueden ser identificados mediante sus vehículos o los futuros coches conectados.
En el aspecto positivo, serán los algoritmos de la plataforma los que detecten las incidencias en base a su capacidad de detección, alerta, sincronización de sensores, cámaras conectadas; así como la progresiva inclusión de vehículos conectados mediante SIM telefónica, y que por lo tanto también serán emisores netos de datos, incidencias de tráfico… y todo eso valdrá para detectar los denominados “sucesos de tráfico”.
Estos “sucesos” son los que la DGT contabiliza como accidentes, problemas del tráfico derivado de grandes eventos deportivos, desprendimientos de tierra, obras, retenciones… Y ahora habrá una información en tiempo real sobre todo eso.
Pero también tiene un reverso algo espinoso. La DGT tiene, por ejemplo, un acuerdo de compartición de datos de tráfico con la aplicación móvil Waze. También tiene proyectos cruzados con Tom Tom, Inrix, Telefónica… todo ello para permitir un mejor estudio de las condiciones del tráfico y las variables que arroja la carretera en cada momento.
El problema, como nos ha enseñado el ‘caso Facebook’ estas semanas, es que ya no hay datos a salvo. Por mucho que la DGT diga que todo serán datos desagregados y anonimizados, la realidad es que estarán ahí, de nube en nube; compartido por diversos servidores de distintas empresas. El funcionamiento, transparente, será más o menos así:
No se puede dudar del objetivo y la necesidad de DGT 3.0. Quizá valga la pena arriesgar lo que ofrece en detrimento de un posible fallo en la gestión de datos. Se trata de salvar vidas, pero cuando la conectividad entra en juego, además, hay que tener cuidado con hackeos, pérdida masiva de información, etc.