El sector bancario en España es muy local. Se puede decir que está configurado por enseñas made in Spain en su práctica mayoría. Y, los que hay de fuera, son pequeños. Lo curioso es que se trata de un sector que está regulado y supervisado por una institución europea, no local. “Esta situación no puede durar mucho tiempo. Espero que en un futuro no muy lejano tengamos bancos de otras naciones de Europa compitiendo con los bancos españoles tradicionales”, dijo María Dolores Dancausa, CEO de Bankinter, durante la última junta de accionistas. ¿Y por qué no acuerdos entre entidades de aquí y de fuera de nuestras fronteras? El Banco Central Europeo (BCE) aboga por ello. ¿Ventajas? Balances más diversificados, una oferta de financiación más estable para los clientes, aprovechamiento de economías de escala, y la dilución del vínculo entre riesgo bancario y riesgo soberano, entre otras. Santander con Unicredit, CaixaBank con Crédit Mutuel, BBVA con Rabobank…
Son solo algunas de las posibles combinaciones que, de momento, son imposibles de concretar. Las fusiones bancarias en el seno de la eurozona básicamente han sido domésticas, entre entidades del mismo país. Ni la llegada de la unión bancaria, hace tres años, ha servido como catapulta. Han preferido desembarcar en Latinoamérica o en la Europa del Este.
Una Unión Bancaria incompleta y una normativa que no está armonizada son dos poderosos frenos a futuros acuerdos
El último ejemplo ocurrió a finales de 2017, cuando Banco Santander compró el negocio minorista de Deustsche Bank en Polonia por algo más de 300 millones de euros. “En la zona euro, tres entidades (BNP Paribas, ING y Unicredit) consiguen situarse como entidades top en más de un país de entre los seis más importantes de la unión bancaria”, apuntan Gerard Arqué, Enric Fernández, Pau Labró y Estel Martín, de CaixaBank, en el Anuario del Euro 2017 elaborado por el Instituto Español de Analistas Financieros (IEAF) y la Fundación de Estudios Financieros (FEF).
BBVA, y el resto de bancos, tendrán que esperar
Dos tipos de piedras en el camino son las que impiden que BBVA, Deustsche Bank, Rabobank o Intesa Sanpaolo consigan acuerdos de fronteras afuera. Por un lado, están las trabas que podíamos denominar como ‘naturales’: países con diferentes lenguas, estilos de vida, usos y costumbres. Por otro, aquellas otras más propias de este tipo de entidades.
Una de ellas es la Unión Bancaria, que todavía está incompleta. Fruto de ello, es el vínculo que existe entre bancos y soberanos que hace que el valor de un banco dependa de la fortaleza de su soberano, no sólo de su gestión o de su modelo de negocio. “Ello encarece una hipotética adquisición de un banco débil en un país con un soberano fuerte por parte de un banco fuerte de un país con un soberano débil. En definitiva, no existe todavía un terreno de juego totalmente equilibrado”, destacan los autores antes citados.
¿Más zancadillas? Una normativa que todavía no está armonizada, el potente peso en los balances de los préstamos dudosos en determinadas entidades “e importantes diferencias en los marcos regulatorios de los distintos países, por ejemplo, en temas de protección del consumidor, que aminoran las potenciales economías de escala de las que se podría beneficiar una entidad transfronteriza”, especifican los representantes de Planificación Estratégica y Estudios de CaixaBank.
Otro punto reseñable es el Sistema Europeo de Garantía de Depósitos (SEGD). Su fin sería el de garantizar el nivel de protección de los depósitos de los usuarios, sea cual sea la entidad en los que estén, y del país de procedencia de la entidad. Tanto Ana Botín, presidenta de Banco Santander, como Luis María Linde, gobernador del Banco de España (BdE), han dejado claro que la falta de unidad regulatoria no ha hecho posible que haya un fondo de garantía de depósitos mixto.
La primera propuesta que se puso sobre la mesa, en 2015, se dio de bruces con las reticencias de Alemania y Holanda. Después hubo otra, en 2017, pero ya más light. “La propuesta actual elimina la posibilidad de mutualización plena, de modo que el SEGD no aseguraría completamente a todos los depositantes de la unión bancaria”, explican desde CaixaBank.
Y, desde CFA Institute, matizan: “Alemania se ha opuesto porque no veía bien la situación financiera en otras entidades de la eurozona. Estaría dando el visto bueno a los riesgos en otros países”.
También actúa como freno el hecho de que aquellas entidades financieras con el suficiente músculo para acometer este tipo de operaciones estén con la mosca detrás de la oreja sobre el valor real de los activos dañados de aquellas entidades sobre las que tendrían intereses.
Para desatascar la situación, la digitalización y la evolución del modelo de negocio en banca podría ser todo un trampolín. “Aquellas entidades capaces de desarrollar plataformas tecnológicas utilizables en varios países, apalancadas en el big data, la robótica y con una amplia gama de productos y servicios lo tendrán sin duda, más fácil para escalar su modelo de negocio a toda Europa y más allá”, recalcan Arqué, Fernández, Labró y Martín.
“Bruselas o Frankfurt tienen preferencia porque haya fusiones. Les va a suponer tener pocas entidades pero grandes”, apuntan desde CFA Institute. Se trata de un sector altamente intervenido y donde la política tiene mucho que decir. “El nuevo ministro de Economía, Román Escolano, no decide directamente, pero tiene un poder de influencia muy alto”, añaden desde CFA Institute.
Otro ejemplo es la altísima dependencia del regulador como facilitador de liquidez. “El Banco de España conoce cada entidad y se mete hasta la cocina. Y si no se ha metido más ha sido por temas políticos”, añaden desde CFA Institute. Temas políticos que hicieron que a Banco Popular se le aplicase el Mecanismo Único de Resolución (MUR), mientras que el Gobierno italiano inyectó 4.800 millones de euros a Intesa Sanpaolo para que adquiriese Banca Popolare di Vicenza y Banca Veneto. La operación final superó los 17.000 millones de euros.
Si se solventaran todos estos problemas, probabilidad a corto plazo harto difícil porque Bruselas es incapaz de darle el impulso necesario, más bien todo lo contrario, los acuerdos que se podrían poner sobre la mesa serían más numerosos. Y tanto BBVA, como Santander, Commerzbank o ABN Amor, por ejemplo, observarían el mapa europeo con otros ojos.