sábado, 14 diciembre 2024

Los tentáculos del machismo en las startups

Vamos a hablar claro. El mundo de la tecnología y las startups es machista, muy machista. Igual que ocurre con otros sectores o negocios, pero con un lastre que le cuesta perder con el paso de los años. Silicon Valley está hecho y financiado por hombres blancos. Ha sido así durante años. Ese modelo se ha exportado a otros países en los que ya de por sí el machismo llevaba instalado en otras muchas capas de la sociedad, como España. Los medios de EE.UU se han hecho eco en los últimos años de casos acoso sexual en compañías tecnológicas, escándalos y todo tipo de sucesos ocurridos contra las mujeres en el valle.

Fue precisamente el caso de Ellen Pao contra KPCB lo que inspiró que a principios de 2016 un grupo de mujeres vinculadas a las TIC intentara visibilizar lo que les ocurría a muchas en sus lugares de trabajo y crearan Elefant in the Valley. Hicieron una encuesta entre más de doscientas profesionales con más de 10 años de experiencia. El 77% de las participantes tenía más de 40 años y el 75% eran madres y alrededor de un 25% tenían puestos de gran responsabilidad, tipo CEO, CIO, CFO, etc. Los resultados fueron aplastantes.

Según el estudio, al 47% de las mujeres había recibido órdenes para hacer tareas ‘inferiores’ que no les correspondían o competían por su puesto de trabajo, como tomar notas, ordenar comida, etc. Además, un 66% de las participantes se habían sentido excluidas de oportunidades sociales o de hacer networking por su género. Tres de cada cuatro habían soportado como en una entrevista de trabajo les preguntaban sobre su estado civil y si tenían hijos o iban a tenerlos. Un 88% había sufrido como sus compañeros o clientes dirigían preguntas a hombres que tendrían que haberles hecho a ellas. La gran mayoría, el 87 %, aseguraba haber recibido comentarios degradantes de compañeros masculinos. Y aún más, un 90% de las encuestadas habían sido testigo de conductas sexistas en los eventos externos de sus compañías o en conferencias o congresos del sector.

El tema del acoso sexual también es algo muy preocupante en Silicon Valley. El 60% reconocía que había padecido insinuaciones sexuales no deseadas, con otro 65% indicando que dichas insinuaciones sexuales provenían de superiores o jefes. Al menos el 50% había escuchado dichas proposiciones en más de una ocasión y una de cada tres profesionales había tenido miedo por su seguridad personal debido a circunstancias relacionadas con el trabajo. El problema no es solo que este tipo de cosas ocurran, sino que las mujeres se ven obligadas a ocultarlas por las posibles represalias y por miedo. El 60% de las mujeres que denunciaron acoso sexual no quedaron satisfechas con el curso de su acción. Un 39% no hizo nada porque pensaba que tendría un impacto negativo en su carrera, otro 30% no lo dijo porque quería olvidarlo y un 29% incluso tuvo que firmar un acuerdo de no desacreditación. El silencio es el camino más frecuentado pero, mientras tanto, los que acosan siguen haciéndolo sin ningún tipo de represalias.

Hay pequeños avances, aunque no los suficientes. Cada vez más los eventos centrados en el mundo de la tecnología incluyen algún espacio, iniciativa o charla para visibilizar el papel de las mujeres y darles voz. Es el caso de Women In Mobile, que se celebra en el marco del Mobile World Congress. En el ultimo Web Summit, celebrado en Lisboa, el evento también acogió una mesa redonda que abordaba el machismo en la cuna de la tecnología, moderada por Kara Swisher. La veterana periodista americana, cofundadora de Recode, que lleva escribiendo de tecnología desde 1997, no se mordió la lengua y fue bastante crítica con la situación.

“Silicon Valley es un terreno abonado por y para hombres blancos, los cuales disfrutan de sus privilegios. Deben reconocerlo. Hay distintas actitudes allí y personas que niegan esas actitudes. Es muy sencillo para esa gente”, señalaba la periodista. Swisher exponía que constantemente las mujeres que trabajan en el ámbito tecnológico reciben ‘microagresiones’. “Ocurre cuando te dicen que eres guapa o estás increíble. Es una especie de agresión, no es adecuado para el tema profesional. Se debe dejar para la esfera personal. Si te encuentras en un entorno profesional esa forma de hablar en plan sexual… está fuera de lugar. Hasta mis hijos lo saben”, criticaba.

Esta reportera con dos décadas de experiencia en las TIC invitaba a las mujeres a que hablaran de lo que les había sucedido y pedía a los hombres que no se quedaran de brazos cruzados. “Un buen hombre debe preocuparse de que esto no pase en el trabajo. Toda mujer que conozco ha sufrido alguna de estas historias, pero ellos no lo saben, no se lo cuentan. Los hombres dicen ‘¿De verdad?’ ‘¿En serio?’”, señalaba. Para Swisher, la única manera de que las cosas cambien es “que la gente pague un precio, pierda el trabajo, etc. Que paguen un precio real por lo que hacen”.

Elefante pisando la piel de toro

España no es Silicon Valley, pero ocurre exactamente lo mismo. Hemos estado semanas buscando fuentes para este reportaje, pero el silencio ha sido la tónica dominante. Las emprendedoras españolas y profesionales del mundo tecnológico tienen miedo de hablar y contar sus experiencias por las posibles represalias, sobre todo de dar nombres de personas o empresas concretas. Las pocas que han accedido a participar lo han hecho con la promesa de que las mantendríamos en el anonimato y no daríamos ninguna pista que pudiera identificarlas.

Entre los testimonios encontramos ‘abusos’ de todo tipo, desde micromachismos hasta los más viles, los relacionados con el acoso sexual. Y los hay en todas las esferas. El machismo no solo subyace en la parte del capital riesgo, sino también en la de las corporaciones, los propios emprendedores y hasta en los medios de comunicación. No por nada, más de 5.000 compañeras de los medios respaldaron la huelga feminista del pasado 8 de marzo. En este sentido, hace unas semanas una consultora de comunicación que lleva la cuenta de “una aplicación que está entre las más conocidas y descargadas de España” tuvo que vivir la humillante situación de ver cómo un diario de tirada nacional y de los más importantes de nuestro país ninguneaba a una directiva simplemente por su género y no tener más remedio que tragar con ello. En un principio el medio quería una entrevista con el CEO de la startup, pero éste no podía atenderlos.

“Era una conversación telefónica. Les propuse una entrevista con la 2ª de a bordo, a lo que me respondieron que necesitaban ‘a alguien con más presencia’. No tuve ninguna duda de que el periodista se refería a que no le encajaba una mujer y menos joven y que el perfil que quería era el de un hombre”, cuenta nuestra fuente. “Me sentí presionada porque era un medio importante y le ofrecí entonces a alguien con un cargo inferior, pero hombre y de más edad, y aceptó hacer la entrevista. Me lo dijo por teléfono por lo que no tengo registro del caso por escrito, pero es algo difícil de olvidar”, señala.

El machismo también está a la orden del día en las empresas dedicadas a las TIC, aunque algunas se jacten de porcentajes y políticas sociales. Sandra (nombre ficticio) es una consultora en el campo de la tecnología con unos cuantos años de experiencia. En su carrera ha tenido que vivir unas cuantas situaciones sexistas. “Conozco a alguien que me dijo que no le gustaba mucho tener a mujeres y hombres mezclados en equipos de desarrollo. Pensaba que los tíos ‘se distraían’ y decía que habían tenido conflictos por temas de estos en algún equipo más de una vez. Tengo que decir que flipé mucho de cómo pensaba, porque es un tipo joven, de nuestra edad (sobre los 30), que trabaja en una consultora tecnológica”. A nivel personal, Sandra también sufrió el caso contrario, el de un jefe que solo quería contar con mujeres para su plantilla, aunque no precisamente por su validez profesional. “Recuerdo que tuve un manager que me dijo que no quería tener hombres en su equipo. Obviamente le parecía más fácil dar órdenes a mujeres y “ser el gallo del gallinero”. Y efectivamente, no ha contratado a ningún hombre en su equipo hasta ahora”, relata.

Las mujeres no solo tienen que sufrir estas actitudes al trabajar por cuenta ajena, sino también propia. Las emprendedoras se enfrentan a ellas a la hora de buscar financiación. Y es que el capital es un terreno eminentemente masculino. Miriam (nombre ficticio) fundó su startup después de haber sido despedida estando embarazada. Básicamente eso es lo que le empujó a emprender y montar su propio negocio de ecommerce. Con el tiempo llegó el momento de empezar a reunirse con business angel y fondos para venderles su proyecto.

“Es un canteo. No te puedes imaginar lo que te llegan a decir, ¿eh?. Con algunos inversores de los que me he reunido me comentan: “Bueno… mujer, joven, madre, universitaria y con experiencia en multinacionales, etc. Véndeme tu historia de mujer.”, explica. “No, no quiero vender mi historia, mi historia de mujer como tal. Quiero me inviertas igual que al niño de 25 años y que no me preguntes más, que me veas de la misma manera. La solución del negocio no es vender mi historia. Eso en EE.UU y en Inglaterra no te pasa”, defiende Miriam.

La fundadora cree que “muchas no quieren salir a la palestra porque te encuentras absolutas barbaridades” y opina que en cuestión de rondas o inversiones debería dar exactamente igual el género. “No estamos hablando de si eres hombre o mujer, estamos hablando de pasta y de negocios”, sentencia.

Jesús Alonso Gallo– hombre y única persona que nos ha autorizado a que demos su nombre- es el caso de un inversor atípico. Hace un par de meses dio una conferencia titulada ‘El poder transformador de la mujer en el mundo’ en la que defendía la necesidad de contar con mujeres en el mundo de los negocios, en las juntas de las empresas y también dirigiendo firmas de capital riesgo. Su charla no tiene desperdicio.

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Jesús tiene su propia teoría de por qué no hay apenas representación femenina en el lado del capital. “Muchos hombres en puestos de responsabilidad en los fondos prefieren perfiles de hombres porque piensan que van a llevar mucho mejor las jornadas maratonianas o los análisis del enorme Deal Flow hasta la madrugada. Además, no se quedarán embarazados y si lo hacen sus parejas, serán ellas las que carguen con el mayor peso de la logística de la familia, hogar e hijos mientras que ellos tendrán como norte de sus vidas, su desarrollo profesional y sus parejas estarán siempre encantadas de ayudar a que eso así sea”, expresa. Alonso opina que “mientras estos estereotipos se repitan, el modelo se repetirá y no avanzaremos en la necesaria igualdad de género”.

De las mujeres destaca que son “gestoras más sensatas. Puede que no tengan la agresividad para construir tantos Imperios empresariales, pero tienen más sentido de la prudencia, están orientadas a fórmulas Win-Win, son más colaborativas y menos agresivas en términos clásicos de mercado y de Marketing de Guerra”. Jesús cree que existen muchas menos mujeres emprendedoras porque “nuestra actual sociedad machista penaliza ‘per se’ el hecho de ser mujer, penaliza a las mujeres que deciden traer hijos al mundo, a las que paran su carrera profesional uno o varios años y se toman un break para estar con los niños como prioridad. Cuando vuelven, se encuentran con la terrible penalización en sus empresas o al buscar de nuevo su lugar bajo el sol en el mercado de trabajo”, denuncia. Este inversor en serie explica que “si los hombres se toman un año sabático o tres para estar con sus hijos, no son penalizados por el mercado, su gesto se ve como un «asset» adicional en sus carreras”.

En su carrera confiesa que ha sido testigo de “una marabunta de actitudes y comentarios machistas”. La mayor de todas, según él, es “la valoración de las mujeres como profesionales en las empresas haciendo especial mención a cómo se visten y cómo son desde el punto de vista estético, de belleza, etc. Nunca he visto comentarios del tipo: ‘Este tío que está como un tren, con su metro noventa, six pack en la tripa, ojos verdes y esos dientes tan blancos, arrasa en su carrera porque se acuesta con todas las que le pueden ayudar a llegar más alto’. Sin embargo, escucho con mucha frecuencia frases como la anterior aplicadas a mujeres profesionales y me pregunto ¿cuándo dejará eso de ocurrir?”, se cuestiona. La apreciación personal de Alonso por lo que conoce y lo que le han contado es que “en España hay mucho más machismo en todos los ámbitos que en USA”.

Propuestas de sexo entremezcladas con promesas de valorar proyectos

Los micromachismos son molestos e inciden negativamente en la autoestima de las mujeres que tienen que defenderse en un mundo de hombres, pero son peccata minuta comparados con las insinuaciones expresas. Fabiola (nombre ficticio para proteger a la fuente) es una emprendedora que ya ha montado varias startups y ha podido vivir de primera mano como algunos inversores y capitalistas pretenden aprovecharse de su posición privilegiada para intentar acostarse con ella. Esta fundadora cuenta para MERCA2 las cosas que ha tenido y tiene que vivir en el ecosistema por ser mujer y joven. Algunas recuerdan inevitablemente a lo sufrido por muchas actrices de Hollywood en el caso Harvey Weinstein.

“En el mundo emprendedor es horrible. He recibido mensajes de WhatsApp y emails, con propuestas muy poco decentes de personas conocidas sin venir a cuento ninguno. Me han prometido valorar mi proyecto pero diciéndome que quedemos en un hotel a las 9 de la noche. ¿Quién va a valorar mi proyecto? ¿Un comité nocturno?”, se pregunta. “Puedes decirle a una persona una y otra y otra vez que no con toda la educación del mundo, también por miedo a una mala imagen tuya. Obviamente peor sería si ‘pasara algo’ con estas personas”, señala.

A Fabiola no le ha ocurrido ni una, ni dos, ni tres veces. Le han escrito proponiéndole tríos, orgías, ir a clubs liberales, fiestas privadas y “otras historias para no dormir”. “Cuando dices que no una y otra vez, argumentando que tienes pareja o que no es eso lo que buscas, siempre intentas ser cordial porque no sabes hasta que punto esas personas pueden ejercer influencia sobre otras personas, lo cual al final puede repercutir en tu proyecto. Como yo, me imagino que muchas han estado o están en ese punto”, supone.

Este tipo de cosas son las que hacen que esta emprendedora hoy en día busque la autofinanciación y prefiera no acercarse a fondos de inversión. Fabiola critica que “cualquier tío en cuanto tiene un poco de poder o es un poco conocido ya se siente con capacidad y con plena libertad de si coincide contigo en algún evento hacerte las propuestas extrañas que quiera y siempre metiendo el tema de tu startup, del proyecto o el negocio en el que trabajas de por medio. A mí me parece un abuso de poder que alguien tiene que sacar a la luz. Al final nunca les pasa nada”, se lamenta.

Estas vivencias tan desagradables también han condicionado su manera de hacer networking y hecho que siempre vaya con pies de plomo cuando se relaciona con hombres en el ecosistema emprendedor. “Para mí es muy triste. Ya nunca sabes cuándo se te acerca un hombre porque realmente le interesa tu proyecto o porque lo único que le interesa eres tú físicamente hablando, como si fueras un trozo de carne”, comenta Fabiola. La emprendedora social afirma que el hecho de que ocurran este tipo de cosas le da “mucho asco”, porque le hacen “tener muchos prejuicios con mucha gente. Y es que cuando conoces a alguien lo primero que piensas es con qué intención se te está presentando, se te queda esa duda.

La fundadora de startups cree que en el venture capital pocos se salvan. “Para mí, ahora mismo todos los que están al mando de firmas de capital riesgo importantes en España están cortados por el mismo rasero”, opina.

Cuando las mujeres en tecnología solo eran una pieza ornamental

Afortunadamente y gracias al impulso de las startups, comenzamos a ver a mujeres como CEO en algunas empresas emergentes, aunque aún queda mucho por hacer. Hace algunos años sí que había en España ejecutivas en puestos de alta dirección como Microsoft o IBM, CIOS mujeres, periodistas y bloggers tecnológicas, pero fundamentalmente el papel femenino dentro de las TIC era más bien el de ‘cebo’.

Berta (nombre ficticio por petición de la fuente) no está empleada en el sector de las TIC directamente, sino en el campo de la salud mental, pero hace años se cruzó con este mundo. Con 21 años esta psicóloga tuvo que trabajar como promotora en varias ocasiones para pagarse parte de sus estudios. Una de sus primeras experiencias fue en una feria tecnológica que en aquel entonces era de las más importantes de nuestro país: SIMO.

Corría el año 2006, cuando estaba completamente normalizado que los stands de este tipo de eventos estuvieran acompañados de chicas, cada cual con la falda más corta o enseñando más carne (fue una época en la que el body painting se puso especialmente de moda en este tipo de congresos). En esos años también era frecuente que algunos blogs tecnológicos de renombre, como Xataka, acostumbraban a publicar fotogalerías femeninas como si fueran otra categoría de productos expuestos en estos eventos. Chicas Simo, chicas Cebit, chicas Photokina, chicas CES, chicas 3GSM … En estas publicaciones cada feria, además de con sus artículos sobre novedades, iba siempre acompañada de su particular carrusel de imágenes de mujeres en paños menores. Estos temas incluso contaban con varias entregas y “plato fuerte final”, como si fueran un fotorreportaje en profundidad.

En este marco Berta, ajena por completo hasta entonces a este tipo de eventos, recibió una oferta para trabajar como azafata en la extinta feria madrileña. Su trabajo era promocionar el nuevo software de gestión para restaurantes y bares de un fabricante (lo que en tecnología se conoce como un ERP). Lo primero que le llamó la atención fue con el poco margen con el que la llamaron para la oferta. Según la agencia con la que realizaba algunos trabajos puntuales, la empresa de software había “despedido” a otra chica que habían elegido y la habían escogido a ella en su lugar “porque estaba más buena”.

Lo segundo que le impactó a esta profesional del ámbito sanitario fue lo que contaban el resto de compañeras sobre el vestuario. “Nos teníamos que cambiar todas juntas en el cuarto de baño porque no había ningún lugar habilitado para ello. Allí se escuchaba de todo. Se quejaban de los vestidos que tenían que ponerse, la incomodidad de llevar tacones, faldas cortas, etc. Se lamentaban de que iban ridículas y no entendían por qué tenían que ponerse eso”, señala.  “Me miraban a mi porque yo iba con unas zapatillas y un traje cómodo. Todas me comentaban que qué suerte había tenido y que ya les gustaría a ellas poder ir así”.

Cuando Berta se situó en su stand empezó a ver “cómo se movía aquello. Eran continuas, continuas fotos a nosotras. En ningún momento los visitantes se interesaban sobre cómo era el producto o lo fotografiaban. Nos pedían a nosotras constantemente que posáramos y resultaba agotador”. La empresa que la había seleccionado a última hora también tenía una actitud similar. Aunque nadie le había dado ningún tipo de formación, se interesó por conocer el programa y sus funciones para explicárselas a los visitantes, sin embargo, desde la compañía le comentaron que solo tenía que “atraer a los clientes” y que ya se encargarían ellos de darles las explicaciones pertinentes.

La entonces estudiante tuvo que vivir una experiencia especialmente vejatoria en su descanso para comer. “Estaba muy cansada tras haber estado un montón de horas de pie, así que me compré un bocadillo y me fui a un rinconcillo que encontré. Entonces me senté en el suelo para poder comer”, relata. Poco después un grupo de hombres trajeados con edades entre los 35 y 40 años que venía haciendo alusiones despectivas a la apariencia de algunas promotoras comenzó a reírse de ella. “Uno de ellos movió calderilla que tenía en el bolsillo y la sacó haciendo el amago de que la tiraba al suelo, para hacer si fuera una persona que estaba pidiendo limosna. Aquello me resultó muy doloroso y humillante porque todos empezaron a reírse y comentar. Ninguno le recriminó su acción”.

Durante las tres o cuatro jornadas que Berta estuvo trabajando en la feria recibió varios flyers que iban repartiendo algunas mujeres de agencias de modelos en los que se demandaban acompañantes para “fiestas privadas” y “eventos nocturnos”. Según cuenta nuestra fuente, no era algo que les fueran ofreciendo a todas las azafatas que trabajaban allí, sino que iban haciendo una especie de criba yendo stand por stand.

La prostitución se movía alrededor del congreso como algo implícito, también por parte de los propios fabricantes. “El último día antes de concluir SIMO los jefes se acercaron a nosotras de manera distendida, muy disonante con el tono y las formas que habían tenido el resto de la semana. En un momento dado me invitaron a una fiesta la que iban todos. Me dijeron que una chica ‘como yo’ en una fiesta así me lo iba a pasar muy bien. Se referían constantemente a mí como ‘la rubia’.”, cuenta.

Berta, con 21 años recién cumplidos en esa época, reconoce que era su primera feria y no sabía qué se hacía o si era normal aquello. En principio dijo que no sabía que iba a hacer, que quizás se pasara. Afortunadamente, una persona de la compañía se acercó a ella seguidamente para advertirla e intentar disuadirla para que no acudiera. “Vino el informático de la empresa y me pidió por favor que no fuera, que era mejor que alguien ‘como yo’ no me pasase por ese tipo de eventos. Aquello me impactó mucho y fue lo que me convenció de no ir. Si no, a saber lo que hubiera ocurrido. Él no me conocía de nada, solo me había estado viendo por allí esos días. Aún me pregunto qué querían decir todos con ‘alguien como yo’”, apostilla.

Tras estas experiencias y la sensación constante de sentirse como un objeto, Berta decidió que no le compensaba trabajar de azafata en más ferias y menos en el mundo tecnológico, pese a que pagaban muy bien. “Todas las azafatas palpábamos ese machismo, teníamos que sufrir las fotos y los constantes comentarios. Se respiraba en el ambiente y lo hablábamos entre nosotras. Pensé que no quería formar parte más de eso. A mí no me merecía la pena”, concluye.


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