¿Sobrevivirá el oro a las criptomonedas?

Un año después de la toma de posesión de Donal Trump, la onza de oro cotizó unos 120 dólares más cara. El miedo al errático comportamiento del nuevo presidente de los EEUU ha provocado el resurgir el metal precioso como activo refugio, pero no todo el mérito es achacable a él. Históricamente, todos los presidentes de EEUU vieron cómo el oro aumentaba su precio tras la toma de posesión.

La razón es sencilla. Los cambios suelen generar inestabilidad e incertidumbre en la economía, grandes enemigos de la inversión. Los períodos de inseguridad financiera como los que normalmente siguen a los cambios de administración son propicios, por tanto, a los repuntes en la demanda de oro. Al menos así ha sucedido tras las últimas 22 elecciones norteamericanas desde que en 1928 fuera elegido Herbert Hoover.

Conforme se ha ido estabilizando la economía estadounidense, en su mejor momento del presente siglo, y los intereses reales van en aumento con la normalización monetaria, lo expertos creen que el metal debería ir perdiendo su brillo. Hay quien cree que el precio de la onza de oro llegará a situarse incluso por debajo de los 1.000 dólares, lastrado por la agresiva política fiscal de Trump y por la mayor competencia surgida con las criptomonedas, que amenazan con usurpar el papel de activo refugio.

Hay quien cree que el precio de la onza de oro llegará a situarse incluso por debajo de los 1.000 dólares

Las inopinadas reacciones frente a las veleidades bélicas del presidente de Corea del Norte, sin embargo, han mantenido de momento la cotización por encima de los 1.300 dólares, confirmando que el miedo sigue siendo el principal impulsor de la demanda.

A ello se ha sumado los esfuerzos de los bancos centrales de China, Rusia y Turquía por seguir aumentando sus reservas con el fin de ir minando el poder del dólar y acabar con el predominio de la gran potencia americana. Países que creen que la estrategia de inversión en metal dorado será la ganadora frente a la decadencia occidental y su apuesta por las monedas electrónicas.

La diversificación en oro

Independientemente de las caídas o subidas puntuales o de la nueva competencia electrónica, los expertos siguen viendo en el oro un agente estabilizador del patrimonio. Álvaro Gallego, CEO de Orocapital, recuerda la importancia “de diversificar en activos no financieros para tener entre un 10% y un 15% de la cartera global en metales preciosos. Es la mejor forma de garantizarse una buena salud financiera”. El problema, asegura Gallego, “estriba en que los asesores muy rara vez aconsejan a sus clientes incorporar el oro a sus cartera como fórmula de gestión alternativa”.

La di­ver­si­fi­ca­ción es la pa­labra clave de la gran ma­yoría de los ase­sores finan­cieros que acon­sejan y ges­tionan el pa­tri­monio de sus clien­tes. El tér­mino, sin em­bargo, pierde fuerza cuando todos los aho­rros se in­vierten dentro del cir­cuito del sector finan­ciero.

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Está claro que una cesta de productos compuesta de bonos, acciones, fondos, ETF y demás productos permite reducir el riesgo dentro del sistema. El problema surge cuando es el propio sistema financiero el que está en riesgo.

La devaluación hace dos años en Rusia, el corralito en Grecia o el Brexit son algunos de los ejemplos más significativos de los peligros que han acechado a los mercados financieros en los últimos tiempos. Y en ciernes hay otras amenazas aún más graves como la creciente amenaza de un estallido de la burbuja de bonos en EEUU o los intentos de países como Rusia o China para desestabilizar el orden occidental.

Por eso sorprende la escasa voluntad de los asesores a la hora de recomendar a sus clientes productos no financieros como los metales preciosos. Incluso a sabiendas de que son uno de los instrumentos más antiguos utilizado para el intercambio de bienes. Sin olvidar tampoco su importante papel como una de las mejores alternativas –entre los activos tangibles– para la diversificación de carteras.

La compra sistemática para promediar

La inversión en metales preciosos y en particular en oro no permite obtener una rentabilidad como tal –conviene recelar de quienes la ofrecen–, pero sí es la mejor vía para garantizar la capacidad adquisitiva a lo largo del tiempo. Independientemente del comportamiento de la economía, la misma cantidad de metales permite adquirir los mismos objetos o servicios en cualquier momento.

Se convierte así en el mejor antídoto contra la inflación, precisamente en un momento en el que el repunte de precios empieza a ser la gran amenaza para las principales economías mundiales.

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Diferentes marcas de criptomonedas. Foto: Pixabay

Esto no impide que se pueda buscar una rentabilidad a largo plazo con estos activos. Una forma de hacerlo es mediante compras sistemáticas a lo largo del tiempo con el fin de acumular la mayor cantidad de metales posible a un precio medio siempre inferior al histórico del mercado.

Al mismo tiempo que se promedia, también se puede elevar su rendimiento con la creación una de cesta de metales –oro, plata, platino y paladio– para sobreponderar o infraponderar cada uno de ellos según el momento, aprovechando los distintos movimientos cíclicos que puedan afectar sus respectivas cotizaciones. El paladio, por ejemplo, registró en 2017 rendimientos superiores al 38% frente al 15% del oro y el 12% de la plata.

Una forma de inversión activa que convierten a los metales preciosos en una herramienta clave en la gestión de riesgos ante cualquier crisis política o sacudida financiera más allá del tradicional papel de activo refugio que le otorga el mercado.

El oro reduce el riesgo y la volatilidad 

Casi nadie a estas alturas duda de la capacidad más que evidente de los metales preciosos como herramientas únicas y eficaces para la diversificación. Pocos reconocen, sin embargo, que su máximo beneficio se alcanza cuando se combinan dentro de una cartera financiera. Así lo evidenciaron en su día los expertos de ETF Securities, al demostrar con un experimento empírico cómo una cartera con metales preciosos reduce los riesgos y mejora el rendimiento de esa misma cartera sin exposición a los metales.

Para ello utilizaron una cartera típica de perfil de riesgo moderado con un 60% en renta variable y un 40% en renta fija, comparada con otra cartera con una asignación del 55% en renta variable, el 40% en rente fija y un 5% en metales preciosos.

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Según sus observaciones, a pesar de la mínima inversión en oro, la volatilidad de esta segunda cartera se redujo hasta el 9% frente al 9,5% de la primera y mejoró el retorno hasta el 4,2% frente al 3,9%. Además, el rendimiento anualizado y el binomio de Sharpe aumentaron.

Estos resultados ponen de manifiesto, según ETF Securities, “la eficiencia y eficacia de los metales preciosos como activo para diversificar el riesgo de la cartera. A medida que la exposición a la renta variable se redujo en la cartera y se la reemplazó con metales preciosos, la cartera llegó a ser más eficiente en el largo plazo”. Pero lo más importante es que estos beneficios no están limitados a la reducción de la exposición a la renta variable, este principio se puede aplicar rebajando la exposición de los activos de cualquier tipo en otras carteras para dar entrada a los metales preciosos.

Una demostración empírica que debería ayudar a los operadores a vencer sus reticencias a la hora de incluir en su asesoramiento a los metales preciosos como forma de diversificación más allá de la estrecha visión como activo refugio que tradicionalmente se tiene del oro.

Los problemas de tener oro físico

Muchos asesores, con todo, insisten en aborrecer el oro físico como parte de la cartera al considerar que tiene demasiadas desventajas. Además de no pagar dividendo (no ofrece rentabilidad) hay que sumar el coste que conlleva tenerlo asegurado o custodiado por el riesgo de robo, así  como las altas comisiones y su escasa liquidez, que lo hacen solo accesible a grandes fortunas.

Para Carlos Fernández, desarrollador de productos de Aitómica, empresa especializada en la aplicación de la Inteligencia Artificial al sector financiero, estas no son más que excusas de malos gestores, pues “desde hace tiempo en el mercado hay distintos productos en forma de depósitos que permiten hacer compras desde pequeñas cantidades, facilitando el ahorro, con comisiones incluso inferiores a los de los mercados de capitales y con la máxima liquidez, seguridad y garantía”.

La inversión en oro puede realizarse además directamente a través de compañías mineras, mediante la compra de participaciones de fondos de inversión o de ETC´s, fáciles de negociar o con alta liquidez. Aunque ninguno de estos activos ofrecen las ventajas tangibles del oro físico frente a todos los posibles “Cisnes Negros” que amenazan a los mercados financieros internacionales.