El fin del carbón, aunque solo del nacional. El carbón patrio da sus últimos coletazos en España mientras que las importaciones del mineral siguen estables. El plan iniciado en 2013 por el Partido Popular ya ha cerrado un alto número de minas y las pocas que quedan apenas facturan la mitad de lo que lo hacían años atrás. Mientras, el país sigue con su dependencia del carbón extranjero fortalecida por la dependencia que generas las intermitentes energías renovables.
La facturación de las principales carboníferas españolas, las que quedan, se ha desplomado un 56% a lo largo de la legislatura popular. En 2011, cinco de las grandes firmas españolas facturaron 350 millones de euros, un lustro después –muchas cuentas se presentadas son de 2016- apenas alcanza los 130 millones de euros. En definitiva, el desplome acumulado en la doble legislatura ‘popular’ asciende al 56%. Esto es: el ritmo más rápido de desplome en el sector de los que se tienen datos.
La facturación de las principales carboníferas españolas, las que quedan, se ha desplomado un 56%
El hundimiento del carbón nacional se produce en un contexto extraño, puesto en los últimos años se está importando cada vez más carbón. La razón es la apuesta por las renovables. Sí, apostar fuerte por las energías renovables puede llevar a un país a depender más del carbón.
La travesía de lo verde a lo contaminante es la siguiente: las energías renovables son una fuente de energía intermitente. Esto es que producen energía indistintamente de si existe una demanda alta o baja, puesto que la energía aún no se puede conservar. Un aerogenerador —por ejemplo— produce energía cuando sopla el viento. Esto puede ser a las 3.00h de la mañana mientras el ciudadano duerme. Por el contrario, cuando el ciudadano decide poner la lavadora, sin viento, la energía debe salir de otra fuente. En este punto aparecen las centrales que usan el carbón —ciclos combinados, que se usan también con gas— para cubrir las necesidades por la demanda.
En los últimos años las renovables instaladas en España no generaron la misma capacidad eléctrica que años atrás, y se tradujo en una mayor quema de carbón. Los datos ofrecidos por el Ministerio de Energía así lo atestiguan. Pese a las declaraciones institucionales, las toneladas de carbón importadas y quemadas para conseguir energía eléctrica siguen ancladas en las 19 toneladas. En 2017, el volumen de toneladas importadas no creció, por primera vez, gracias al avance del 60% de la producción del sector nacional. Un espejismo que no hace olvidar el desmantelamiento del sector a lo largo del este siglo, cerca un 90% menos de producción desde el año 2000, intensificado en la legislatura popular.
Eliminar el carbón es más una promesa que una realidad
El auge de las denominadas energías limpias. La concienciación con el ‘efecto climático’. Los últimos acuerdos en materia europea. Todo ello, ha llevado al sector del carbón a su desaparición en España. Apenas quedan ya 6 compañías de las 16 que había un lustro atrás. Incluso el número se hará más pequeño, hasta casi eliminarse, cuando 2018 toque a su fin. El desmantelamiento del sector minero español a finales de este año será prácticamente un hecho. Lo que no será un hecho, y dista mucho de serlo aún es que España no necesite el carbón.
En los últimos años, el incremento de la dependencia en renovables —junto al desmantelamiento de las nucleares— han ayudado al carbón a ganar poder. El peso de las energías renovables ha crecido un 25% desde el 2011, mientras que el peso del carbón en el mix energético se ha incrementado cerca de 23%. El aumento del peso del carbón llegó a ser bastante mayor en 2015, cuando se acercó al 19% del mix.
La realidad es que el peso del carbón en la generación de energía eléctrica en España prácticamente nunca ha caído por debajo del 12%. También se ha mantenido estable las importaciones de carbón entre las 18 y 20 toneladas. El uso, además tiende a acentuarse cuando hay mayor dependencia de energías intermitentes como la eólica. Por todo ello, resulta muy complicado —cubrir la intermitencia con ciclos de gas sería extremadamente caro— la promesa que recorre el contexto político de eliminar el carbón.