Corren tiempos malos, catastróficos para las personas. Toda la sociedad occidental –el llamado primer mundo-, convulsiona bajo ideas imperativas, dictatoriales, completamente alejadas de la esencia del ser humano. Los hombres se ven amenazados por ideas feministas que tratan de borrar de un plumazo el rol autoimpuesto o biológico de procurador de alimentos para la familia. En nuestros días y puesto que hemos construido sociedades complejas, el reparto de funciones entre hombres y mujeres por igual, debería ser normal. Pero conseguirlo con odio, solo traerá disociación y guerra de sexos. Por otro lado, las mujeres reclaman su sitio, y muchas lo hacen inteligentemente, demostrando su valía y preparación, sin querer ser un hombre, ni comportarse como uno de ellos. Manteniendo su carácter femenino. Esto también debe ser normal y aceptado, sin otros problemas que los lógicos de la adaptación a una nueva forma de sociedad.
Sin embargo, sectores cada vez más amplios de mujeres y hombres se encuentran enfrentados, en una espiral que peligrosamente crece día a día. Yo, que soy un poco antiguo, he de decir con lástima que me encuentro entristecido. Mi padre, que era un hombre sabio a pesar de sus escasos estudios, me enseñó que todos estamos aquí porque una noche estrellada o de lluvia (lo que prefieran), una mujer dijo “sí” a un hombre. Es decir, porque estalló el amor entre ellos. Y esa es mi convicción y mi teoría: que falta amor entre nosotros. No existe nada más hermoso que los rostros de dos personas enamoradas cuando andan por la calle, cogidos de la mano. Las miradas cómplices, los besos apasionados y el sexo de urgencia, es lo que ha movido el mundo desde que existe.
No existe una frase que por repetida no deja de ser significativa de nuestra visión del mundo. Y no es otra que la sentencia cristiana: “Ama al prójimo como a ti mismo”. En ella se reúnen todos los altos conceptos del amor entre humanos. Te dice que ames a los otros, aunque sea tu enemigo (o inspector de hacienda, que ya es difícil), y además te obliga a quererte a ti mismo. Y eso es importante, porque para amar a los demás, es necesario, es obligatorio diría yo, amarse a uno mismo en primer lugar. El concepto ha sido tan mal entendido que hemos creado una sociedad de hombres y mujeres inseguros, con miedo a relacionarse entre ellos. Amar y ser amado, es una obligación y un derecho que todos deberíamos interiorizar en lo más profundo de nuestro ser y por lo tanto, deberíamos ser educados para ello desde la cuna.
Así que dejémonos de hostias y tonterías, olvidémonos de imposiciones de género y seamos naturales, como fuimos traídos a esta vida. Porque nacemos para amar, ser amados y por nuestra capacidad para hacerlo seremos juzgados en la otra vida.
¿O no?