Los resultados presentados por OHL este pasado 1 de marzo son malos. El hecho de que sean malos no debe sorprender a nadie, lo han sido en los últimos años. De hecho, la firma fundada por Juan Miguel Villar Mir suma entre 2012 y 2017 una cantidad negativa en cuanto a beneficio neto de 352 millones de euros.
Si se prefiere medir la evolución de la compañía por sus resultados de caja –el Free Cash Flow, según lo mide Bloomberg-, en el último lustro han salido de OHL 3.500 millones más de los que han entrado. Un desastre que la han arrastrado a una de sus mayores caídas bursátiles, al despeñarse un 17%.
A pesar de lo anterior, los resultados de 2017 parece que son especiales porque OHL tiene una excusa para que hayan sido así de malos. Además, la coartada aparece en la primera frase del informe financiero: “El ejercicio de 2017 representa un año de transición para el Grupo OHL”. El problema para tomar por apropiado el “año de transición” (que se ha dado por válido en ciertos medios especializados) de OHL en 2017, es que 2016 también lo fue. No hace falta leer ni tres líneas del desglose financiero para encontrar que 2016 dejó “un balance saneado y reforzado que constituye una base firme sobre la que construir el futuro”. Al parecer 2016 también fue un año de transición para la constructora.
OHL ha vendido el segmento de concesiones por 2.235 millones de euros, y tan solo se ha apuntado una insignificante plusvalía de 50 millones de euros
En el caso de 2016, el principal problema para las cuentas fue el impacto one off del reconocimiento por completo de las pérdidas en los proyectos legacy y por la adversa evolución del tipo de cambio. Mientras que en 2017, el punto de inflexión al que se agarra OHL es la venta de su filial de concesiones. Aunque, la realidad es que la decisión de la compañía de vender dicho segmento quizás no haya sido la más adecuada. En especial por el precio cerrado.
La mejor manera de comprobar si la decisión de OHL es acertada o desesperada, lo mejor es olvidarse del nombre del segmento y responder a los números. Al final, los números soportan mucho mejor el algodón que las palabras. Para ello, lo mejor es un ejemplo práctico sin poner nombres, para no que no puedan influir. Lo relevante es que OHL tenía dos segmentos de negocio diferenciados que se denominan: segmento A y segmento B.
En A, el ingreso operativo entre 2009 y 2016 (el 2017 se omite por el tema venta) ha tornado de 252 millones en positivo a 618 millones en negativo. El ingreso operativo del segmento B se ha más que doblado, en concreto ha crecido un 131%. El experimento continúa, en cuanto a Ebitda el segmento A ha pasado de 309 millones en positivo a -519 millones. Mientras que en el segmento B la misma partida ha crecido un 83%, desde los 436 millones a los 799 millones. Asimismo, el margen operacional del segmento B ha crecido exponencialmente frente al segmento A. Por último, el segmento B cuenta con tres veces más de activos –también de pasivos- que el segmento A.
El resumen de lo anterior, es que OHL tiene: el segmento B, que ha doblado su ingreso operacional, ha aumentado un 83% su ebitda y tiene tres veces más de activos. En cuanto a B, su ingreso operacional y su Ebitda se han tornado a negativo en los últimos años y su margen de trabajo también se ha reducido. Es cierto que ingresa más que A, pero no le sirve para ganar dinero. Tras todo lo anterior ¿qué segmento es preferible vender?
La decisión de OHL ha sido vender su negocio de concesiones –que era el segmento B del ejemplo– y apostar por la construcción –segmento A-. La razón de apostar por el segmento que peor ha evolucionado se debe entender en la lógica de la firma, que lleva los últimos años vendiendo a toda prisa activos para que la deuda no le asfixie.
OHL, cuatro años malvendiendo activos
De hecho, los flujos de efectivo de inversión –que normalmente son negativos, puesto que es dinero que se invierte en generar negocio- son positivos desde 2014. Además, si se pone la lupa en la partida ‘despojo de negocio’ –equivalente a la venta de activos- ha pasado de los 7,7 millones de 2007 a los 719 millones de 2014, los 592 de 2015 o los 1.622 millones de 2016.
A OHL le ha ocurrido como a muchas otras grandes empresas, que se endeudaron en exceso en el pasado y una vez acabada la fiesta los intereses financieros ahogan cualquier atisbo de rentabilidad. El desenlace siempre es el mismo, mal vender activos para devolver la deuda y volver a empezar. El caso de la venta de concesiones es un claro ejemplo de ello: El segmento ha doblado en cinco años su ingreso por operaciones y casi su ebitda además de mejorar su margen operacional. OHL ha vendido el segmento por 2.235 millones de euros, y tan solo se ha apuntado una plusvalía de 50 millones de euros. Una cifra ridícula comparada con el crecimiento que ha tenido. Además, después de que en 2016 la firma asegurase que la «deuda ya estaba en niveles sostenibles».
En definitiva, OHL ha vuelto a presentar unos resultados malos bajo una mala excusa. Además, la venta que se publica a bombo y platillo es, a tenor de los datos, una mala venta que apenas ha dejado plusvalías en la caja de la empresa. Por todo ello, no ha sorprendido el batacazo histórico que se ha dado en Bolsa.