La nueva ley para proteger el secularismo francés

El mes pasado se prohibió a los miembros del Parlamento usar o exhibir cualquier símbolo religioso, mediante una norma aprobada en la Asamblea Nacional de Francia. Muchos de los miembros estaban de acuerdo con la larga tradición que les caracterizaba, manteniendo un estricto secularismo estatal. Pero esta prohibición esconde un sentimiento radicalista detrás de ella que se ha convertido en un obstáculo importante para la integración en la sociedad francesa de las grandes comunidades de inmigrantes que la componen.

Manuel Valls, ex primer ministro, aclaró que apoyar esta prohibición era la manera de continuar con lo que se ha defendido durante años y por lo que se conoce a la comunidad francesa, la separación de la iglesia y el estado en Francia. Esta visión ha sido consensuada de las élites políticas y culturales francesas.

Hay que sumergirse en la historia para conocer en profundidad que es lo que defienden los franceses. A pesar de que en 1905 se impuso la ley que separaba definitivamente el estado de la iglesia, la Asamblea Nacional Francesa ha seguido mostrando símbolos religiosos. Algo totalmente contrario a lo que estaban aprobando.

En la posguerra se podían encontrar sacerdotes católicos como figuras políticas, tanto es así que se les podía ver en el Parlamento con la sotana tradicional. Hubo diferentes figuras importantes en la historia que se encuadran dentro de estas características. Abbé Pierre fue uno de ellos, se le reconoció por su labor humanitaria. Comenzó como miembro de la Asamblea Nacional y nunca infiltró su verdadera identidad. De la misma forma podemos hablar de Félix Kir, que hablaba de Benaisse Boualam quién no se quitaba los turbantes porque le gustaba reivindicar su fe musulmana.

Aunque la ley firmada en 1905 puso fin a los subsidios públicos para las instituciones religiosas, no se estableció de forma legal o cultural ninguna norma contra la expresión pública de las ideologías religiosas. ¿Cuál es el motivo por el que ahora se prohíbe en su totalidad?

Se debe a que en las últimas décadas, millones de personas de origen musulmán han emigrado a Francia. Así se ha comprendido la realidad del secularismo. Se dice que el problema de los musulmanes con los franceses se debe a su renuencia a abrazar la regla más importante del secularismo.

En Francia existe un enrome tabú a la hora de realizar estudios sociales de la religión. En 2015, los investigadores del Instituto Montaigne encontraron la forma de medir el sesgo antimusulmán, que no se podía medir con anterioridad por la dificultad de separarlo de otras formas de parcialidad.

Tanto es así que cuando se enviaba un curriculum de una persona de procedencia musulmana tenía menos posibilidades de respuesta que si lo envía un católico, a pesar de que los curriculums eran idénticos en todos los sentidos.

Antes de que se produjesen los ataques terroristas de Charlie Hebdo y del catastrófico noviembre de 2015 y la ola de refugiados con la que se encendió aún más las tensiones se presentó, en 2013, una encuesta de Harris Interactive que hablaba sobre las opiniones de los franceses sobre las comunidades religiosas. Los resultados llamaron mucho la atención, ya que un 73% de los encuestados admitió tener una opinión negativa del Islam. Pero no solo esto, sino que también afirmaron que es incompatible para la vida francesa llevar velo islámico y orar cinco veces al día. No pasaba lo mismo con la religión católica, ya que los encuestados no demostraron ningún problema con que las monjas también llevasen velo, en este caso el católico.

Este fenómeno no se busca a propósito, pero la práctica del secularismo francés se convierte en intolerancia institucionalizada. Tanto es así, que se traduce un círculo vicioso de radicalización mutua.

Desde mediados del 2000, la proporción de mujeres musulmanas que usan el velo islámico ha crecido de forma considerable, según el sociólogo francés Raphael Liogier. Pero no hay ningún tipo de misterio en esto, lo que sucede es que la ley que se firmó en 2004 para prohibir el velo en las escuelas, y así hacerlas un lugar libre y seguro. No ha cumplido con el objetivo de frenar estas expresiones musulmanas, es más, ha producido un incremento de estas. A pesar de esto, ningún político se ha puesto en marcha para revertirla o incluso mejorarla.

La integración musulmana es uno de los problemas más graves a los que hay que hacer frente, pero el secularismo ahoga el debate público e impide el progreso en otras dimensiones, como la socioeconómica o la cultural. Ante esto solo queda preguntar ¿Dónde está Emmanuel Macron? A principios de año, anunció que daría un discurso sobre el secularismo, discurso que fue cancelado. Además, aunque ha defendido la nueva ley que impone controles más estrictos sobre la inmigración, tampoco se ha pronunciado sobre  la regla del atuendo religioso.

El desafío de la política doméstica de Emmanuel Macron está haciendo que la economía francesa no solo sea más dinámica, también es más inclusiva. El hecho de que no pueda sobrevivir la una sin la otra es por el golpe que supone el desempleo en Francia. La evidente discriminación antimulsumana y, por ende, la discriminación en el mercado laboral, no se puede solucionar con los ajustes a las leyes laborales y los impuestos por sí solos. Además, negarse a abordar los problemas culturales que frena la integración puede poner en peligro todo su legado.

Macron fue elegido con la promesa de romper con las tradiciones anticuadas de la política francesa, por esto tener un espíritu más inclusivo y acabar con el mito secularista debería ser el punto principal de la lista.