La generación blandita

Parece ser que el presidente de la France, Emmanuel Macron, pretende reinstaurar el servicio militar obligatorio (ósea la mili), debido a la situación geopolítica actual. Resulta obvio que la amenaza terrorista y el renacimiento de la guerra fría, que todos dábamos por terminada, provocada por la intervención rusa en Crimea, en respuesta a la intención de la señora Merkel que pretendía meter a cajón a Ucrania en la Unión Europea, le jodiera a quien le jodiese.

Desconozco cómo se habrán tomado los jóvenes franceses, tan pacíficos y pacifistas ellos, tan modernos y amantes de la multiculturalidad, la vuelta al servicio armado de los citadins en su país. Y eso que el país vecino fue el pionero del ejército del pueblo. La revolución francesa creo el servicio de las armas, el ejército popular, dispuesto a defender-y expandir por Europa-, los valores de la revolución. Y lo hizo en contraposición de las huestes medievales, ejércitos de mercenarios, tan solo fieles al señor que les pagaba la soldada o les permitía el saqueo de los pueblos derrotados.

Esto, una victoria del estado centralizado, fue copiado en todos los países del entorno, e incluso utilizado en los países comunistas como un logro popular, poco a poco fue abolido con el avance de la tecnología, que no hacía necesaria la cantidad, sino la calidad. Es decir, una milicia preparada, altamente especializada, capaz de manejar sofisticados vehículos, aviones y drones inteligentes y lanzar misiles con GPS sentados en un sillón, a cientos de kilómetros de distancia. Baste da un dato referente a la especialización: tan solo el Mando Conjunto de Operaciones Especiales-es decir, los guerreros más especializados-, maneja un presupuesto 10.500 millones de dólares, cuando el de todo el ejército español es de unos 8.000 millones de euros.

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Curiosamente, fue la izquierda la que se opuso al ejército profesional, con el argumento de que tan solo los hijos de los obreros irían a la guerra, puesto que sería una salida profesional poco apetecible para las clases altas. Y curiosamente, fue la izquierda la que defendió su desaparición en España, a pesar de que la derecha representada por el presidente Aznar, la que puso fin al sistema de reclutamiento.

Para mi generación, la mili era un rito de iniciación, de paso de la adolescencia a la madurez. Nada extraño, cuando todas las culturas-de diferentes formas y maneras-, han tenido estas ceremonias en que la población masculina debía demostrar que ya se encontraba apta para lo que se esperaba de ellos. Recuerdo siempre las palabras de mi padre diciéndome: “Cuando vuelvas de la mili, podrás fumar delante mía”. Y así era. Se esperaba que el joven volviese hecho un hombre, dispuesto a trabajar, casarse y crear una familia. Esos eran los valores de entonces-basados en el respeto y el esfuerzo-, y creo sinceramente que no estaban muy equivocados, aunque en la actualidad parezcan anticuados.

Sin embargo, en nuestro país, la juventud no está por la labor. Muy pocos están dispuestos a pasar un mesecito en el cuartel aprendiendo un poco de disciplina y a disparar un cargador de fusil de asalto. Dicen los expertos que el sentido del patriotismo, de pertenencia a un ente superior a ellos, no existe en España. Y posiblemente tengan razón. Pero ese es un asunto que queda anotado en él debe de los políticos que han sido incapaces de cohesionar un país con quinientos años de historia.

Estoy convencido de que además de la falta de sentimiento nacional -que solo se da en el futbol-, existen razones ocultas que nadie quiere desvelar. Son en mi opinión, la falta de la cultura del esfuerzo, del compromiso, de respeto y autoridad dentro de las familias y en todos los sectores de la sociedad. Muchos jóvenes son insolentes, caprichosos, incapaces de soportar un solo fracaso; refractarios a todo lo que signifique aprendizaje ético y moral. La adolescencia se ha alargado hasta edades avanzadas y no es extraño ver a tipos con treinta años que pasan el día jugando a la videoconsola. Quienes mejor notan ese cambio, son las chicas, que alcanzan la madurez antes que los muchachos. Los prefieren mayores que ellas como dice la canción. Conozco a muchísimas mocitas que dicen que se aburren con los muchachos de su edad, hastiadas de su falta de madurez, compromiso vital y botellón. Por eso no debe extrañarnos que la gran mayoría de los españoles quieran ser asalariados o funcionarios, que es lo mismo que decir que no quieren asumir responsabilidades.

Así que no es extraño, que cuando llegan jóvenes de otros lugares, se coman a los nuestros con patatas. Porque hemos criado una generación de blandengues, más preocupados de lucir las ultimas zapatillas que de luchar por hacerse un hueco en la sociedad a base de trabajo y sudor.

Por eso, si desgraciadamente algún día, nuestra libertad se ve amenazada y el ejército profesional necesita ayuda, me temo que los viejos que hicimos la mili, tendremos que abandonar el reuma y tomar las armas para echar una mano.

Espero que no llegue el momento, pero si no hay otra opción, que cuenten conmigo.